Título Original: Las Brujas de Zugarramurdi Director: Álex de la Iglesia Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría Música: Joan Valent Fotografía: Kiko de la Rica Intérpretes: Hugo Silva, Mario Casas, Pepón Nieto, Secun de la Rosa, Jaime Ordoñez, Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang, Santiago Segura, Carlos Areces, Gabriel Delgado, Macarena Gómez, María Barranco, Javier Botet Distribuidora: Universal Fecha de Estreno: 27/09/2013
El cine de Álex de la Iglesia siempre ha sido como un gran circo de los horrores, lo es desde sus comienzos, y aunque en ocasiones se haya ido por otros derroteros, siempre ha vuelto a ello, personajes como los de Muertos de Risa o La Comunidad bien podrían haber sido parte de un universo dominado por Tod Browning. No era de extrañar que su filmografía acabase alguna vez en el circo, lo hizo con Balada Triste de Trompeta, dos payasos que representaban a dos Españas distintas en la que posiblemente sea, para quien esto escribe, la película más redonda de su filmografía. En ese momento, Álex extrapoló su circo a la crítica social, a intentar dibujar lo que era España con su esperpéntica habitual, siendo siempre mordaz, la mayor crítica que encontrábamos en Balada Triste de Trompeta, no se encontraba en su clara premisa, si no llegaba de uno de los chistes más arriesgados y crueles que se han visto en nuestro cine. Cuando un payaso se acercaba al coche de los asesinos de Carrero Blanco y les preguntaba, "¿Vosotros de qué circo sois?". El circo de Álex se volvió en un circo mediático en La Chispa de la Vida, película con la que pinchó, pero en la que sus intenciones seguían estando bien claras. Como hiciera Wilder en El Gran Carnaval, disfrazaba a la prensa de un espíritu circense realmente despiadado.Ahora, De la Iglesia, vuelve a sus orígenes fantásticos, pero lo hace, trayendo también a la palestra ese circo que se ha marcado más en sus últimas películas, con además, una ácida y brutal crítica. Y es desde luego, cuando este elemento está en escena, cuando la película funciona mejor, porque una vez que el género fantástico se apodera de la cinta la película pierde fuelle constantemente. Álex monta su circo en el corazón de España, en plena plaza de Sol, España convertida en un circo completo, en un lugar, donde sus variopintos personajes, ayudan a alimentar esta sensación. Pasear por la plaza del Sol es encontrarse con Bob Esponja, El hombre Invisible o Mickey Mouse, y todos ellos, forman parte de un plan perfectamente trazado, capitaneado por Jesucristo (Hugo Silva) y un soldado verde (Mario Casas). El objetivo es atracar una de esas casas de empeño que existen en Sol, cuyos publicistas, vestidos con carteles amarillos, también forman parte de todo ese circo allí existente. El atraco se desarrolla de manera frenética y vertiginosa, con una violencia brutalmente divertida, resulta desternillante ver tiroteado a Bob Esponja. Son dos parados, arrastrados al circo español, obligados a dar un golpe para cumplir su sueño. Mientras estos dos personajes, tan variopintos huyen a la frontera con Francia, la película fluye con facilidad. De la Iglesia, en cuyo cine, aunque casi siempre ha estado protagonizado por hombres, cuando ha habido posiciones de poder siempre ha sido cosa del sector femenino, nos muestra a una panda de perdedores, o bien divorciados, o bien, como en el personaje de Casas, como un pobre analfabeto emparentado con una abogada de éxito que le usa como pelele sexual, que se creen que son los que tienen el poder. Son machistas por naturaleza, por culpa de una sociedad que les ha hecho creer que el hombre, por la simple condición de haber nacido hombre, es el que tiene que tener el poder. Pero lo cierto, es que en sus líneas, lo único que se respira es el olor de derrota, el de saberse sucumbidos y no saber cómo salir de ese hoyo. La impotencia de un padre que entiende que no le puede dar a su hijo lo que necesita como lo haría su madre, la de ese novio que se siente débil al ser incapaz de tener de que hablar con su pareja. Durante toda esta parte De la Iglesia, abusa del chiste continuo, pero sabe mezclar a la perfección el chiste visual con el dialogado, haciendo que sea una experiencia descacharrante y muy adictiva, que pasa por la pantalla con gran velocidad. Mientras que tres personajes geniales, interpretados por Macarena Gómez, Pepón Nieto y Secun de la Rosa les siguen los talones. Pero con la forzosa parada en Zugarramurdi, antes de llegar a la frontera, la película se empieza a diluir. Es ahí, dónde la mujer demuestra que es la que tiene el poder, tres brujas, encarnadas por Terele Pávez, Carmen Maura, y una sosa Carolina Bang, se harán con esos granujas que huyen a la frontera, por el afán con hacerse del hijo pequeño, que también participó en el atraco, para un sacrificio humano. Lo cierto es que Las Brujas de Zugarramurdi nunca deja de ser divertida, y por lo tanto, entretenida. Pero cuando llegamos a esta parte, tenemos la sensación de que las bromas cada vez funcionan con menos chispa, que todo se dilata y se estira en exceso e incluso que meten tramas que no nos interesan absolutamente lo más mínimo como ese romance entre Bang y Silva. Tiene momentos que siguen resultando brillantes, en especial las intervenciones de Carlos Areces y Santiago Segura, con dos personajes que llaman la atención desde su primera aparición en pantalla. Pero todo se alarga, dejando con ello también la sensación de que parece que el director no sabe como rematar la faena.
Aunque Álex de la Iglesia remonta el vuelo después de su decepcionante La Chispa de la Vida, tampoco llega a la altura de sus trabajos más destacables. La película es como un globo y arranca con una fuerza brutal, es adictiva, divertida y te acaba conquistando con ese toque pulp y su grasienta fotografía. Pero cuando se llega a mitad del camino, todo parece diluirse, su guerra de sexos resulta más interesante cuando ellos demuestran ser perdedores con ínfulas de poder, que cuando demuestran que realmente, no tienen ningún poder. En un circo tan bien trazado, no había sitio para brujas, porque todos los esperpénticos monstruos ya estaban sobre la mesa. Aún, pese al amargo sabor dejado por la recta final, la película resulta altamente disfrutable, más allá de por lo divertida que es, por la visión que tiene del cine un cineasta como Álex de la Iglesia, que busca el impacto siempre desde la rapidez visual y te conquista con ello.