Durante la llamada "tercera edad" las caídas constituyen un problema serio, ya que los huesos no se recuperan con la misma facilidad que en los jóvenes y pueden dificultar gravemente la capacidad de movimiento.
La gente mayor pierde el equilibrio fácilmente y les cuesta recuperarlo. Incluso levantarse de una silla puede ser un acto de valentía, en el que una persona mayor puede perder el equilibrio. Este simple acto puede ser motivo de una caída.
Debemos buscar posturas fáciles para solucionar esta pérdida de equilibrio. Para levantarnos, primero, vamos a sentarnos al borde del asiento; después de haber reposado un momento nos cogemos a los brazos de la silla, contrayendo los músculos abdominales y, con la cabeza bien erguida, nos levantamos hasta conseguir la posición vertical.
Demasiadas veces hemos oído que un anciano, al levantarse de una silla, se marea. Es normal que se sienta al incorporarse un cierto desvanecimiento. Se debe a que la sangre que va al cerebro sufre un pequeño retraso de unos segundos: esto pasa enseguida y no es síntoma de nada.
Hay ancianos que pueden sufrir caídas repentinas a causa de desfallecimientos. Se trata de ataques debidos a bajadas súbitas de tensión, parecidas a las que pueden dar al levantarse de una silla o salir de un baño caliente. La gran inseguridad que producen estos achaques es la causa de que nuestros mayores teman, muchas veces, salir a la calle.
Ciertos movimientos de cuello pueden causar desvanecimientos. Esto se pueden evitar con un collar ortopédico. Es posible que, después de una caída, el anciano tarde algún tiempo en recobrar la seguridad normal en los pies; puede ayudar a mover los pies sentado en una silla e ir probando a ponerlos en el suelo, con una ligera presión, hasta conseguir levantarse sobre ellos.
Ante cualquier caída, por insignificante que parezca, se aconseja reposo y, sobre todo, advertir al médico de ella.