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Una investigación realizada en el Reino Unido ha revelado que las caricias maternas pueden sanar los efectos sobre los hijos del estrés de la madre durante la gestación. Si la madre acaricia a su bebé las primeras semanas de vida, el pequeño mejorará su adaptabilidad fisiológica y se reducirán sus emociones negativas, señala el estudio.
Los autores de una nueva investigación realizada en el Reino Unido afirman que las madres, al acariciar a sus hijos durante sus primeras semanas tras su nacimiento, podrían modular los efectos del estrés materno durante la gestación, sobre el desarrollo del feto.
El aumento en la incidencia de la depresión materna se relaciona por un lado con una menor adaptabilidad fisiológica y por otro con una mayor cantidad de emociones negativas en los hijos, todo ello debido a una falta de caricias por parte de la madre.
El estudio, publicado recientemente en la revista PLoS ONE, contribuye al conocimiento que se posee sobre esta afección y permitirá diseñar mejores servicios de información para las embarazadas y sus parejas.
Estudios anteriores habían descubierto que el estrés durante el embarazo puede provocar problemas con respecto al comportamiento y las emociones de los niños durante periodos prolongados de tiempo.
Efecto a largo plazo
En este nuevo trabajo, investigadores de la Universidad de Liverpool, de la Universidad de Manchester y del King’s College de Londres (Reino Unido) estudiaron a madres y niños que participaron en el Estudio Wirral sobre Salud y Desarrollo Infantil, con el fin de determinar la capacidad de una madre para modificar los efectos del estrés tras el nacimiento.
El estrés durante el embarazo es capaz de reducir la actividad futura de los genes de los hijos dedicados a generar una respuesta ante él.
El estrés prenatal es capaz de activar respuestas positivas o negativas en función del entorno en el que se desarrolle el niño, datos que se han relacionado con el hecho de que algunos niños presentan una mayor susceptibilidad a mostrar más miedo o enfado.
“La emotividad negativa es un componente clave del temperamento infantil que conlleva una inclinación al enfado ante los límites impuestos, como el permanecer sentado en un asiento de coche y al miedo ante situaciones no comunes como cuando se acerca un desconocido”, indicaron los autores.
“Una mayor inclinación al enfado suele asociarse con anomalías de la conducta y con el miedo y los trastornos de ansiedad en etapas posteriores de la infancia”.
La caricia como solución
Los autores observaron que las relaciones entre los síntomas de la depresión durante el embarazo y las emociones infantiles posteriores de miedo y enfado, así como la respuesta cardiaca ante el estrés a los siete meses, varían en función de la frecuencia con la que la madre hubiese acariciado al bebé en la cabeza, la espalda, las piernas y los brazos durante las primeras semanas de vida. Así pues, se concluye que las caricias podrían modificar la actividad genética.
“En estos momentos, estamos realizando un seguimiento de los niños del estudio Wirral para comprobar si la información relacionada con las caricias de la madre siguen influyendo en posteriores etapas del desarrollo”, afirmó la Dra. Helen Sharp del Instituto de Psicología, Salud y Sociedad de la Universidad de Liverpool.
“De este modo, pretendemos averiguar si es adecuado aconsejar a las madres que han padecido estrés durante el embarazo que acaricien más a sus hijos durante los primeros momentos de su vida”, concluye la investigadora.