Después de haberlo pensado a lo largo de mis prolongados años de usuario de diversos items culturales, he llegado a la fórmula mágica que, a diferencia de la de la Coca-Cola, y renunciando expresamente a cualquier royalty o acción legal posterior, desvelo para que la humanidad entera disfrute de ella; a cambio, como mucho, de una mención honorífica en algún rincón no demasiado maldito. Encima, aplicable a casi cualquier cosa: libros, discos, películas, series.
Siéntate, préstale atención mientras no te aburra en exceso, y si al final te gusta, díselo a cuantas más personas mejor.
Otros, opción respetable, deducirán los mecanismos secretos que habrá activado, la fibra sensible que ha rozado. Teorizarán sobre las tramas y los personajes y encontrarán analogías con todo tipo de referencias pasadas, presentes y futuras. Encontrarán algunas tan enrevesadas y curiosas, en las que nadie previamente habrá reparado, que más de uno acabará por pensar si existe esa obra o existe esa película que se cita. Críticos, cronistas, eruditos de celo profesional tan arraigado que buscan, como astrónomos las estrellas no previamente descubiertas, los guiños que nadie más captó. Con lo que no digo que un enfoque crítico profundo o un análisis minucioso sean superfluos o meras pérdidas de tiempo. Pero, a veces, parecen restar la sana naturalidad inherente al disfrute del hecho cultural. Cómo veo, por ejemplo, The Good Wife, que no he visto, tras leer y asimilar su reseña en este libro. O sea, como visitar una ciudad por libre o montarse a un bus turístico. Porque Teleshakespeare es el clásico libro que va muy bien para comprobar que lo que ya viste y te entusiasmó: The Wire, The Sopranos... es jodido caviar para el más exigente de los paladares, pero a la vez resulta algo chocante como intento de enciclopedizar algo tan extenso como el aluvión de series en que la ficción visual anda metida actualmente.
Por una parte el extenso ensayo inicial acaba haciéndose pesado: uno espera concreción y algo a que hincarle el tenedor. Pongamos que es el momento (prolongado) del autor para marcar músculo de capacidad de síntesis y de demostración de conocimientos. Por la otra, los apartados individuales dedicados a cada una de las series acaban, algunos, pareciendo esquemáticos en exceso: hay una curiosa omisión de series de comedia, cuando las hay magníficas. Claro que este libro es un práctico y ameno ensayo sobre las grandes series y su importancia y trascendencia. Claro que es un disfrute, para los que ya nos los hemos pasado bomba con muchas de ellas, leer y releer acerca de toda suerte de detalles, recrearnos en cada momento memorable (imaginaros si hay momentos memorables en setenta y cinco horas de capítulos de los Soprano) y pensar que hemos sido partícipes de ese nuevo paradigma de la expresión artística y de la creación que son las series. Pero, por mucho que uno se empeñe en ello, imposible empaquetarlo en un libro que acaba pareciendo lo que a veces resultan, justo aquí, ciertos posts: el sincero homenaje de un fan irredento.