El infierno de los vivos no es algo por venir: hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio
En Las ciudades invisibles, nos encontramos con Marco Polo narrando cuentos al emperador Kublai Jan, sobre las ciudades encontradas por el explorador, a través del imperio tártaro.
A diferencia de los recaudadores de impuestos y generales, Marco Polo no se interesa por los tesoros o las fronteras, en cambio, le narra acerca de las ciudades que existieron en un pasado remoto, las que fueron inventadas por el vulgo, las que no tienen posibilidad de existir, regiones oníricas nacidas de las ensoñaciones provocadas por el consumo del opio o el hastío.
Cada ciudad es contenida en un microrelato de dos paginas de extensión. Son bocetos de civilizaciones, metrópolis, medinas o aldeas, extraídas del inconsciente del autor. Todas las ciudades tienen nombre de mujer, nombres árabes, hebreos o latinos.
La categoría de las ciudades no es realizada de forma estocástica. Sino que, es nombrada de acuerdo a la emoción que mas afecta al visitante. O al sentido mas utilizado. Por ejemplo: Las ciudades y la memoria, Las ciudades y el deseo, Las ciudades y los signos, Las ciudades y los trueques, Las ciudades y el nombre, Las ciudades y los muertos, etc. A continuación se muestran un par de ejemplos:
Adelma, La ciudad y los muertos 3
Jamás en mis viajes había avanzado hasta Adelma. Oscurecía cuando desembarqué. En el muelle el marinero que atrapó al vuelo la amarra y la ató a la bita se parecía a uno que había sido soldado conmigo, y había muerto. Era la hora de la venta del pescado al por mayor. Un viejo cargaba una cesta de erizos en una carretilla; creí reconocerlo; cuando me volví había desaparecido en una calleja, pero comprendí que se parecía a un pescador que, viejo ya siendo yo niño, no podía seguir estando entre los vivos.
La ciudad y los ojos 2, Bauncis
Después de andar siete días, a través de boscajes, el que va a Baucis no consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas. Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y prefieren no bajar. Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia.
Dentro de las ciudades invisibles, el autor nos evoca fantásticos parajes, de ensoñación y pesadilla. En un manantial que pareciera nunca secarse, el autor nos sumerge en ciudades quiméricas, extravagantes epifanías, y utopías que duran un pestañeo.
Italo Calvino se encuentra en el mismo nivel que otros grandes fabulistas de la literatura fantástica, como Borges, Los hermanos Grimm, Jean de la Fontaine o Hans Christian Andersen. Italo Calvino cuenta con un estilo excepcional que conmueve, maravilla y entretiene.
En resumen: La obra de Italo Calvino es fantasía en su máxima expresión, Las ciudades invisibles es una obra corta en extensión y extensa en ideas. Cada ciudad podría dar fruto a un libro completo, pero ese no es el objetivo del autor. No hay clichés, ni premisas cansadas. A falta de una trama convencional , Italo Calvino se convierte en Marco Polo y el lector en Kublai Jan. Fantasía peculiar, novedosa e inclasificable.