Las clases sociales pueden medirse según unos índices objetivos que indican su nivel de ingresos, su volumen de gastos, su consumo de bienes culturales, su conducta electoral y hasta sus actitudes morales.
No obstante, frente a su condición objetiva -su situación física y económica dentro de la estructura social- existe una conciencia colectiva, la percepción que los miembros tienen de su propia clase y de las demás.
Esta conciencia colectiva de sí misma es más o menos intensa según los casos. Cuando es bastante fuerte puede llamarse “conciencia de clase”, en el sentido que Karl Marx atribuyó a esta expresión.
Según él, la conciencia de clase es la transformación de los intereses objetivos de las clases en intereses subjetivos. En tal caso los fines de la acción de una clase social quedan formulados explícitamente por parte de sus miembros.
En realidad, dice Marx, no existe una clase completa si no tiene una clara conciencia de su situación y una voluntad colectiva de conseguir sus objetivos. En virtud de la conciencia de clase, las clases dejan de ser “clases en sí” para llegar a ser “clases para sí”.
La conciencia de clase así entendida es un elemento fundamental de la lucha de clases, afirma este autor. Toda clase dirigente posee, por definición, una fuerte conciencia de clase: sabe cuáles son los intereses a los que sirve.
Las otras clases pueden poseerla o no. Un sindicato representativo, verbigracia, es una herramienta de la clase obrera, o de la clase media, o del agrupamiento social que represente o controle. Este sindicato podrá tener una política revolucionaria (como en los Frentes Populares de la década de 1930, en Europa) o conservadora (como en el caso de los sindicatos norteamericanos), pero en todo caso representa los intereses de ciertos estratos a los que representa, a los que se superponen a menudo los de los sindicalistas mismos.
La conciencia de clase tiene también su aspecto individual, el cual es secundario al fenómeno aquí tratado, y que tiene un sentido muy diverso. Este tipo de conciencia actúa sobre las motivaciones de los individuos aislados.
Ése es el caso de quien quiere subir en la escala social sin ponerla en entredicho, aceptando sus normas; para ello debe comenzar por tener conciencia de que su clase es baja y no querer identificarse con ella, sino con otra superior, que actúa como grupo positivo o de referencia.
Con harta frecuencia, las personas intentan la promoción personal olvidando la solidaridad de clase siempre que la estructura social ofrezca oportunidades lo suficientemente abundantes de ascensión individualista.
Por ello, el nivel de conflicto de clase que hallamos en una sociedad dependen mucho del grado en que tales oportunidades estén o no bloqueadas. La fluidez y la capilaridad entre los estratos reduce la tensión de la desigualdad. Cuanto mayor es la movilidad social ascendente menor es la intensidad del conflicto clasista.
En relación con todo esto, hay que tener en cuenta que la conciencia de clase es, en gran parte, consecuencia de la privación reltiva, que es la desventaja en que se encuentran las gentes con respecto de otras gentes, según su propio criterio subjetivo.
Éste es un fenómenos notable en la dinàmica de los grupos de referencia y de la conducta interclasista. Por ejemplo, la opresión en que se pueda hallar el proletariado en un país dado es percibida como tal, sobre todo si existen grupos o clases de igual condición obrera con los que éste pueda comparse a sí mismo y que se hallen en situación más ventajosa.
Lo mismo ocurre con la dinámica de las diferencias salariales: los asalariados no usan una norma ideal de su noción de justicia social, sino que comparan situaciones reales, valorándolas según sus ideologías y los costos objetivos de toda acción reivindicativa.
Lo esencial de la privación relativa no es el nivel de poder, ingresos y preeminencia social en que se hallen los demás grupos en general, sino precisamente el de aquellos que uno ve como más próximos o como iguales en más de un sentido.
Son los desfases y desequilibrios dentro de una misma clase o categoría de personas -es decir, los agravios comparativos- los que cuentan mayormente en este fenómeno.
Una observación final: las clases sociales son ante todo colectividades históricas, en constante evolución, tanto en cuanto a su tamaño en una sociedad dada como a su posición relativa y tamaño de unas con respecto a las otras.
Decir, por ejemplo, que en un país determinado existe una burguersía, un proletariado, una clase media, un campesinado, es decir muy poco. Habrá que empezar por señalar el tamaño de cada cual, las fracciones o secciones en que se pueden desdoblar, las alianzas de clase que se establecen en el proceso de dominación o en el de emancipación, el peso de cada cual en el orden político y así sucesivamente.
Además, las clases nacen, se desarrollan, se estancan, desaparecen. Así en ciertos países industriales avanzados ha desaparecido casi todo el viejo campesinado, sustituido hoy por una reducida y a veces próspera clase de granjeros y agricultores.
En otros se ha desarrollado una clase tecnoburocrática ligada a la empresa pública y al aparato de Estado, y no a la propiedad privada de los medios de producción, como era el caso de la clase burguesa tradicional. Y así sucesivamente.
Fuente: SOCIOLOGÍA (SALVADOR GINER)
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