
Las colinas tienen ojos (The hills have eyes, Wes Craven, 1977. EEUU): el film que empezó a dar un nombre a su director dentro del panorama del terror americano de los 70, el cual estaba en pleno apogeo artístico. Una familia perdida en un punto desértico de la geografía californiana, el cual fue, años atrás, lugar destinado a pruebas nucleares, con el consiguiente efecto producido en los lugareños, deformes y hambrientos de casquería. Una historia y tratamiento no demasiado inteligentes (la sombra de La matanza de Texas se alargó durante mucho tiempo, notándose incluso en el montaje, obra del propio director) para un relato que destaca por su, aunque incoherente, impactante realismo y primitivismo. Violenta (su extraordinario remake realizado en 2006 también lo fue, y mucho), quizás pasa por ser el mejor trabajo de Craven, que consiguió con este su primer éxito crítico. Generó una secuela ya bien metidos en los años 80, además de la mencionada y brutal visión de Alexandre Aja a mediados de la década del 2000.




