Revista Cultura y Ocio
Llegué a Cartago, donde cantaba a mi alrededor en mis oídos un caldero de amores impíos. Aún no amaba, pero amaba amar, y debido a una profunda necesidad, me odiaba por no querer. Busqué lo que podría amar, enamorado de amar, y la seguridad que odiaba, y un camino sin trampas. Porque dentro de mí había hambre de ese alimento interno, tú mismo, Dios mío; sin embargo, a través de esa hambruna no estaba hambriento; pero carecía de todo anhelo de sustento incorruptible, no porque estuviera lleno de él, sino que cuanto más vacío, más lo aborrecía. LEER MÁS »