Revista Cine
Las cosas de Carles: Pesadilla en Elm Street: El origen (Samuel Bayer, 2010). Pobreza narrativa con garra de plástico
Publicado el 06 febrero 2011 por Marinneri
Todos sabemos que realizar un buen remake implica tratar de ofrecer algo distinto de la película original, que renueve o revise su contenido escrito. La enfermedad que padecen las carteleras de hoy, sin embargo, demuestra que algunos productores de Hollywood no apuestan por horas de reflexión para dar con un buen guión, sino por minutos delante del ordenador para mejorar exclusivamente la calidad visual de conocidos productos añejos.Partiendo de estas coordenadas, un desconocido Samuel Bayer debuta detrás de las cámaras con la nueva versión de Pesadilla en Elm Street y, por extensión, con un nuevo Freddy Kruger. El actor californiano Robert Englund cede su mítico guante metálico a un nuevo fichaje de la factoría Hollywood: Jackie Earle Haley (Watchmen, Little Children) ¿El porqué? Satisfacer los deseos del productor y director Michael Bay, un caprichoso convertido en millonario que siempre quiso resetear los grandes títulos de terror de los años setenta y ochenta.El exorcista, El silencio de los corderos, Viernes 13 y La matanza de Texas ya han pasado por la materialista máquina de hacer remakes convirtiéndose en palimpsestos cinematográficos del siglo XXI. Cosa similar ha ocurrido con Pesadilla en Elm Street, la obra cumbre de Wes Craven, que, tras siete abominables secuelas, regresa a la gran pantalla –de nuevo destinada al consumo juvenil– para narrar los orígenes de Fred Kruger y, de paso, calcar la misma historia, pero desde una trama mucho más explicativa, impresa sobre unos personajes y un contexto claramente actuales, que se distancian mucho de las pinceladas rockeras y rebeldes que aparecían en la película original, estrenada en 1984.Por lo que al reparto se refiere, esta enésima Pesadilla cuenta con esos personajes jóvenes y característicos de las piezas de terror norteamericano: tan apuestos por fuera como inconsistentes por dentro. Y no es que la prístina versión mostrase grandes interpretaciones, pero al menos sorprendía descubrir en ella a un adolescente y debutante Johnny Depp entre las víctimas de Krueger.A pesar de esto, la auto-corrosión del film no viene tanto con los personajes, sino con la historia en la que éstos tratan de desenvolverse sin éxito, buceando por una película que pone más trabas a su reparto que el propio Krueger tratando de capturar a su víctima en sueños. Igual de perniciosos resultan, en este sentido, los diálogos que entablan las víctimas y el abstracto asesino –que sí merecían ser pasto de las garras de Freddy– recordándonos lo mal hilvanado que está el cine comercial en general, tan distanciado de las antológicas frases y monólogos del clásico.Ni siquiera Jackie Earle Haley, actor encargado de ponerse el famoso jersey a rayas y el guante metálico, ha podido demostrar su curiosa faceta de peligroso hombre del saco. Haley aparece demasiadas veces como mediocre malvado de cuento infantil en un filme que –pese a querer asustarnos explicando cómo se forjó una moderna leyenda de terror– se limita a dar algunos trazos sobre el alma en pena de un abusador de menores. Con esto, se repite una historia de culto, sabida por todos, que no hacía falta refabricar.El nuevo Freddy Krueger no provoca espanto. Tampoco podemos percibir riqueza alguna debajo de sus flameadas facciones, ni de su particular carácter cínico. Eso sí, los efectos especiales que Bay ha puesto a disposición del director consiguen resarcir un poquito el producto, mejorando su parte técnica y estética. Y algunas escenas poseen verdadera garra: cuando la película inserta la novedosa idea de los “microsueños” de tal modo que el mundo kruegeriano se nos aparece de repente, o cuando juega a la ironía mezclando tensión con música relajante a ritmo de los antológicos Everly Brothers, un guiño pequeño pero inteligente. Lo peor de todo es que el termómetro de sustos y sorpresas no va alcanzar cifras altas en toda la obra. Gran pecado de una película que pretende aterrar y sufre de carencia imaginativa. Bayer ha plagado de homenajes –para mi gusto– baratos al mostrar escenas idénticas a las de la famosa obra original. Esta nueva –y esperemos que última– pesadilla literal no es más que otro soberano “más de lo mismo” destinado al vertedero hollywoodiense donde se amontonan innecesarios remakes de películas que no deberían saltar de época. Un lugar tan oscuro y tétrico como el onírico reino por el que vaga el malvado Krueger: donde huelgan personajes y diálogos; donde los buenos efectos sirven a lo trivial y tanto productores como guionistas parecen anteponer los intereses económicos al esfuerzo por crear un cine que cumpla unos mínimos.Valoración: 2/5