Comentaba el zaragozano ilustre y gusanero, Mr Lombreeze, en una entrada anterior que de los cumanos poco se sabe. Aparte, claro de que bailaban bien. Y es ésta una buena referéncia melómana (que no megalómana, víctimas del MEC y las transferencias autonómicas) que me lleva a la entrada que ya tenía prevista. Y es que un épico tan bello, solemne y misterioso como el del Príncipe Igor, no podía dejar de servir de libreto para una de las óperas rusas más imponentes y graciosas.No es una pesadez wagneriana, como solía ser el uso del romanticismo posterior. Es una obra bella al servicio de un escrito enorme. Y posee un cuadro de danza como pocas óperas. Una oda al heroísmo y a la belleza de las letras eslavas. Alexander Borodin inició la composición y su muerte le impidió finalizar la que es, probablemente, su composición más conocida. Pero los dos grandes que la terminaron no hicieron desmerecer ni una corchea. Rimsky Korsakov y Glazunov bordaron el monumento. Y no deja de tener gracia que el pilar de la literatura y la música rusa que es este "Príncipe Igor" tuviese que ser edificado entre los mayores músicos de la época. Menos no hubiese sido lo mismo.