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Las deudas del cuerpo - Elena Ferrante

Publicado el 19 octubre 2015 por Rusta @RustaDevoradora

Las deudas del cuerpo - Elena FerranteEdición:Lumen, 2014 (trad. Celia Filipetto Isicato)Páginas: 480ISBN: 9788426401489Precio:24,90 € (e-book: 9,99 €)Advertencia: Las deudas del cuerpo es la tercera parte de la tetralogía Dos amigas. Si no has leído los libros anteriores, La amiga estupenda y Un mal nombre, te aconsejo no seguir leyendo, puesto que en la reseña se hace referencia a temas importantes de estos. En cualquier caso, te animo encarecidamente a descubrirlos: son extraordinarios.***La amistad entre Lenù y Lila, las dos jóvenes napolitanas nacidas en los años cuarenta que protagonizan la saga Dos amigas, llega a una nueva fase en Las deudas del cuerpo. En La amiga estupenda, la primera parte, las conocimos de niñas, cuando destacaron en el estudio y empezaron a soñar con salir del entorno humilde y embrutecido del barrio. De jovencitas, en Un mal nombre, descubrieron el amor y cada una definió su camino, un camino que sigue su particular tira y afloja en la tercera entrega. Lenù, convertida en escritora, está a punto de casarse con Pietro Airota, con quien se irá a vivir a Florencia; mientras que Lila, ya madre, malvive de su trabajo en la fábrica de embutidos y comparte piso (e inquietudes) con Enzo Scanno. Se han intercambiado los roles una vez más: si al principio de Un mal nombre Lila encarnaba el éxito personal y social (o, mejor dicho, la apariencia de éxito), ahora Lenù —a estas alturas más Elena que Lenù, pues el apodo solo se usa en el dialecto del barrio— regresa triunfante de la universidad y en breve se emparentará con una familia influyente. Antes de instalarse en Florencia, no obstante, Lenù ayudará a Lila, una forma de devolverle la generosidad que esta mostró años atrás, cuando le facilitó los recursos para estudiar.Las deudas del cuerpo - Elena Ferrante
Elena Ferrante, la misteriosa escritora, heredera de Elsa Morante, que sigue sin desvelar su identidad, continúa la espléndida historia de estas dos mujeres con la honestidad abrumadora, el costumbrismo de alto nivel y la agilidad narrativa que han cautivado a miles de lectores en todo el mundo. La saga explora los entresijos, no solo de la amistad, sino de lo que significa hacerse mujer en la segunda mitad del siglo XX, en una época de transformaciones socioculturales profundas que cuestionan los valores de la sociedad donde han crecido con respecto a la feminidad, el amor, la maternidad y el sexo. Hablando de cambios, el primer tramo de Las deudas del cuerpo gira alrededor del Mayo del 68, un movimiento que entronca con las preguntas que Lila y Lenù se han hecho siempre y pone sobre la mesa el conflicto de lucha de clases —el otro gran tema de la tetralogía, que hasta ahora se había planteado de forma implícita—. Estas claves sociológicas se analizan, paso a paso, a continuación.Lucha de clasesCon el matrimonio y la realización profesional, el rol de Elena cambia: la hija del conserje se convierte en una escritora casada con el hijo de un prestigioso profesor. Y, además, cumple su sueño de marcharse del barrio. Sin embargo, Ferrante nos recuerda de forma constante que para ascender de clase no basta con estudiar, casarse o tener dinero: Lenù a veces no encaja con su nueva familia (y, cuando encaja, es porque ella accede a los deseos de su suegra o, dicho de otro modo, se deja manipular para refinar su aspecto o sus hábitos); se avergüenza de sus padres y hermanos cuando les presenta a Pietro; y, por último, se da cuenta de que el matrimonio no garantiza la satisfacción. Lila, en cambio, lleva una vida precaria, pero mantiene viva (y activa) su inteligencia; no se resigna a pasarse los años en la fábrica («Tú querías escribir novelas, yo la novela la he hecho con personas de verdad, con sangre de verdad, en la realidad», pág. 356). Además, prepara el futuro de su hijo, al que le habla en italiano. Ferrante hace que nos preguntemos el significado de «ascender» de clase: ¿de verdad se asciende?, ¿qué aporta el ascenso?, ¿se deja atrás el pasado? Lenù está obsesionada con abandonar el barrio, el barrio dominado por los Solara, pero con el tiempo se da cuenta de que la vida no funciona como una escalera y el pasado no se borra:Y me largué, vaya si me largué. Aunque para descubrir en las décadas siguientes que me había equivocado, que se trataba de una cadena con eslabones cada vez más grandes: el barrio remitía a la ciudad, la ciudad a Italia, Italia a Europa, Europa a todo el planeta. Hoy lo veo así: no es el barrio el que está enfermo, no es Nápoles, sino el planeta, es el universo, o los universos. La habilidad consiste en ocultar o en ocultarse el verdadero estado de las cosas.Pág. 25.

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San Giovanni a Teduccio

Durante su infancia, Lenù y Lila formaban parte de la clase obrera. El tiempo las ha distanciado en este aspecto; y ahora, en plena actividad comunista (Pasquale) y con la dura represión fascista (Solara, Soccavo), se encuentran en posiciones distintas. Lila experimenta la convulsión desde dentro, como trabajadora consumida por las malas condiciones (y con el añadido de ser madre). Se da una paradoja: Lila conoció a Bruno Soccavo, el propietario, en un momento magnífico para ella —aquel verano en Ischia—, mientras que ahora ese apellido es la fuente de su angustia. Por su parte, Lenù, gracias a los contactos de su familia política, acude a las reuniones de la universidad, donde sus colegas (Mariarosa, Silvia, Nadia) filosofan sobre los derechos del proletariado. Estos revolucionarios de salón —jóvenes acomodados que nunca han pisado una fábrica— despiertan antipatía en Lila («Yo sé qué significa la vida acomodada llena de buenas intenciones, tú no te imaginas siquiera lo que es la verdadera miseria», pág. 134.), Con todo —y aquí reside el interés—, Ferrante no narra una lucha maniquea entre pobres de buen corazón y ricos sin escrúpulos, sino que pone de relieve las múltiples caras del conflicto, como el uso de la violencia por ambas partes o la hipocresía del activismo de universidad.La soledad de las mujeresEntrando en los conflictos personales, la escritura de Ferrante se caracteriza por su falta de tapujos: se prodiga al detallar todo aquello que atormenta a las chicas, incluidos los temas de los que una joven criada en ese ambiente no hablaba jamás. Esta transparencia le aporta una enorme veracidad, hace que el lector se crea lo narrado y se implique en ello. Más allá de contar una gran historia, una trama dinámica de amor y drama costumbrista, realiza un minucioso retrato de la situación de la mujer. En Las deudas del cuerpo, para empezar, se topa de bruces con la desprotección de la madre soltera o separada. Lila, que abandonó a su marido, trabaja en la fábrica sin ninguna facilidad para criar a su hijo (solo la ayuda desinteresada de una vecina) y sus opciones de prosperar pintan más negras que para Enzo, que continúa estudiando por la noche. Llama la atención ver a una mujer fuerte como Lila tan derrotada, aunque quizá este carácter indomable aumenta todavía más el rechazo de los demás (en contraposición a Lenù, que como «buena chica» se deja moldear).Se introduce otro personaje que asimismo ilustra este desamparo: Silvia, una joven madre soltera, amiga de Mariarosa Airota, que va y viene de las reuniones de sus colegas con el bebé en brazos. Todos conocen la identidad del padre, que nunca se hizo cargo de su hijo. A diferencia de Lila, Silvia procede de una familia con recursos, pero el descalabro que supuso para ella el niño demuestra que la desprotección legal de las mujeres no solo afecta a la clase humilde. La toma de conciencia de este problema —la soledad con la que la mujer se enfrenta a la maternidad— hace que se hable de la píldora anticonceptiva, aún muy mal vista en la época, que prácticamente se debe conseguir de forma clandestina, gracias a la solidaridad femenina de algunas doctoras. Dar al mundo todos los niños que una pueda ya no es una opción para las mujeres que aspiran a realizarse profesionalmente.—Un hombre, salvo los momentos locos en que lo amas y se mete dentro de ti, se mantiene siempre fuera. Por eso, después, cuando ya no lo amas, te irrita incluso el hecho de pensar que alguna vez lo quisiste. Yo le gusté a él, él me gustó a mí, punto. Me ocurre varias veces al día que alguien me guste. ¿A ti no? Dura un poco, luego se me pasa. Solo queda el niño, es una parte de ti; el padre, en cambio, era un extraño y vuelve a ser un extraño. Ni siquiera su nombre tiene ya el sonido de antes. Pág. 92.

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Florencia

Sin embargo, no solo las solteras tienen problemas. En Un mal nombre, Lila sufrió las dificultades del matrimonio, que ahora afectan, de otra manera, a Lenù. En su caso, no se casa con un maltratador, pero sí con un hombre inseguro, que rehúye los contactos y teme que su mujer destaque más que él; otra forma de machismo latente que lleva a Lenù a sentirse muy sola y aislada, como la torpe ama de casa que nunca ha querido ser. Lenù se adapta a todo: renuncia a casarse por la Iglesia, abandona Nápoles, se queda en el hogar tras ser madre. Aunque, hay que decirlo, ella tampoco es del todo honesta con Pietro: se casa cuando aún piensa en Nino, y hay quien podría reprocharle que se mueve por el interés, como se movió Lila con Stefano. De nuevo, Lenù, la Lenù adulta, repite los pasos de su amiga. En cierto modo, la saga escenifica la decepción en el amor al descubrir que la realidad es bien distinta de las ensoñaciones juveniles. Y no solo eso: pone en entredicho que el matrimonio deba ser el estado definitivo de las cosas, que a partir de ahí se termine la posibilidad de conocer a otras personas. Lila se atrevió a romper ese orden.Por otra parte, el matrimonio lleva a la maternidad, y resulta inevitable plantear las complicaciones de conciliar familia, profesión y vida social. La madre de Elena, en su situación, se habría contentado con dejarse mantener y llevar una «vida de señora»; pero Elena pertenece a otra generación, se ha formado y aspira a continuar su carrera. En este sentido, Ferrante hace hincapié en la falsedad de la creencia de que el nacimiento de los hijos es el mejor momento para una pareja, muestra cómo el bebé altera la rutina de forma explosiva y los sacrificios que deben hacer los padres, especialmente la madre. Llega al extremo de afirmar, en boca de la siempre brutalmente sincera Lila, que «La vida de otro, dijo, primero se te agarra al vientre y cuando al fin sale, te convierte en prisionera, te lleva de la traílla, ya no vuelves a ser dueña de ti misma» (pág. 261). Esta percepción va muy en consonancia con la de Chicas felizmente casadas (1964), de la irlandesa Edna O’Brien, que transcurre más o menos en el mismo periodo.Los tabúes del cuerpoEntre los temas a los que Ferrante da voz en este libro destaca, por su sinceridad rotunda y su cuestionamiento de los estereotipos, la experiencia femenina del sexo. La novela «sucia» de Lenù supone el pistoletazo de salida a una serie de confidencias de las jóvenes del barrio: todas saben, todas coinciden en ciertos puntos, pero no se atreven a hablar hasta que descubren que la otra también sabe y ya no se sienten extrañas. Ferrante pone en su boca temas como la falta de placer, los abusos, la inseguridad; pero también el deseo, el deseo de sexo por parte de la mujer, que no tiene por qué ser la parte pasiva («El sexo me había perseguido, me había invadido, sucio y atractivo, obsesivamente presente en los gestos, las charlas, los libros. Las paredes divisorias se estaban derrumbando, las cadenas de los buenos modales se estaban rompiendo», pág. 94). Al darles voz —una voz que describe los encuentros íntimos con realismo y una vívida profusión—, Ferrante no solo pone en entredicho las costumbres de la época —que todavía defendía que los novios debían llegar vírgenes al matrimonio—, sino que pone el dedo en la llega en nuestra sociedad «hipersexualizada» al plasmar una faceta desencantada del encuentro íntimo.—A estas alturas ni sé qué acabé poniendo en mi libro —murmuré a la defensiva.—Acabaste poniendo cosas sucias —dijo—, cosas que los hombres no quieren oír y que las mujeres saben pero tienen miedo de decir. ¿Y ahora qué haces, te escondes?Pág. 195.

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Florencia

Dejando el sexo a un lado, la representación cultural del cuerpo femenino abarca otros aspectos. Desde su primer libro, Ferrante ha incidido en el cuerpo de la mujer, en cómo se siente cada una con respecto a este y cómo se perciben entre ellas. Durante un tiempo, Lila encarnó el ideal de las modelos altas y delgadas, y la belleza «salvaje» asociada a las morenas; un físico que, no obstante, no está exento de problemas, puesto que padece más por su salud que su amiga. Lenù, en cambio, tiene una belleza de donna angelicata que la acompleja durante buena parte de la saga, hasta que el acceso al dinero le permite «arreglarse» según la moda. Las dos, en determinados momentos, despiertan la admiración de los demás por su imagen, pero para ellas la satisfacción nunca es absoluta y sienten la presión de tener que ser bonitas y elegantes además de buenas madres, esposas y profesionales —una presión que pierde fuerza a medida que se hacen adultas y otras responsabilidades (hijos) ganan prioridad—; una presión que, a veces, las lleva a competir de forma inconsciente entre ellas.Pero a veces —especialmente cuando me arreglaba no solo para hacer buen papel en general, sino para un hombre— me parecía que prepararme (esta era la palabra) tenía algo de ridículo. Todo ese trajín, todo ese tiempo dedicado a disfrazarme cuando podía estar haciendo otra cosa. Los colores que me quedan bien, los que no me quedan bien, los modelos que me adelgazan, los que me engordan, el corte que me favorece, el que no me sienta bien. Una larga y costosa preparación. Un convertirme en mesa dispuesta para el apetito sexual del macho, en vianda bien adobada para que se le haga la boca agua. Y después la inquietud de no estar a la altura, de no parecer guapa, de no haber conseguido ocultar con destreza la vulgaridad de la carne con sus humores, sus olores, sus deformidades.Pág. 417.Encontrarse a una mismaEl título original de esta novela,Storia di chi fugge e di chi resta, podría traducirse por Historia de lo(s) que huye(n) y lo(s) que queda(n). Además de la lectura evidente (Lenù huye y Lila se queda), se puede interpretar en clave simbólica por la influencia que el pasado —la infancia, la adolescencia— tiene en las etapas posteriores. Lenù se marcha, pero en sus pensamientos siguen presentes las experiencias anteriores. Entre ellas, las que compartió con Lila, que siempre dotó su vida de intensidad. Incluso a pesar del paso del tiempo, de la distancia, ese hilo intrincado que las une sigue ahí, y adquiere nuevas formas como consecuencia del contacto telefónico, que permite mentir y ocultar a discreción, pero también imaginar (y elucubrar) acerca de lo que hace la otra —un inciso: ¿cómo habría sido esta relación en la era de las redes sociales? ¿Se habrían sentido más próximas o las fotografías aún habrían aumentado más la falsa felicidad que se presuponen la una a la otra?—. Pero esta vez ocurre algo insólito: Lenù se da cuenta de que se ha pasado los años condicionada por Lila y adaptándose a lo que los demás (padres, profesores, familia política) esperan de ella. Su personalidad, su voluntad, se ha anulado; y está dispuesta a remediarlo. Aunque, quizá, este «remedio» también la lleve a repetir los pasos de Lila…Desde pequeña me había construido un mecanismo autorrepresivo perfecto. Ni uno solo de mis deseos auténticos había conseguido imponerse jamás, siempre había encontrado la manera de encauzar todos mis afanes. Pero ya basta, me decía, que salte todo por los aires, yo la primera. Pág. 454-455.Las deudas del cuerpo, una novela tan extraordinaria como sus predecesoras, La amiga estupenda y Un mal nombre, puede leerse como el relato de dos revoluciones paralelas, entre la macrohistoria y la microhistoria: la revolución de costumbres de finales de los años sesenta y la revolución personal de Lila y, sobre todo, Lenù. Se trata, además, del libro en el que las chicas han perdido por completo la inocencia, se enfrentan a la vida y descubren muchas cosas que no les habían contado. La autora lo cuenta como siempre, narrando una trama vigorosa y ágil que convive con una profunda introspección de la narradora, que observa a los demás y reflexiona a su vez. Lenù afirma, en la última página, que «Está en marcha algo grande que destruirá por completo el antiguo modo de vivir y yo formo parte de esta destrucción» (pág. 477). Ferrante cuenta como nadie esa transformación, que culminará con La niña perdida, la cuarta y última parte.

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