Revista Arte

Las dos caras de la vida representadas en una virtual forma de belleza y Arte.

Por Artepoesia
Las dos caras de la vida representadas en una virtual forma de belleza y Arte. Las dos caras de la vida representadas en una virtual forma de belleza y Arte.
El Arte tiene la virtualidad de expresar la verdad sin ruborizarse ni amedrentarse. Reflejar la vida describiéndola desde la profunda oscuridad de su belleza aparente como desde la implícita luminosidad de su belleza real. No es más que la imagen proyectada en un plano para mostrar su grandeza o para todo lo contrario. Cuando el pintor Cornelis van Haarlem quiso con su habilidad manierista componer un lienzo donde expresar sus virtudes estéticas con el escorzo o el desnudo, pensó que un enfrentamiento humano criminal como la matanza de los inocentes sería un buen tema para su obra. ¿Calculó entonces que también era una oportunidad para reflejar en su obra la crudeza y la barbarie que el ser humano es capaz de tener? Posiblemente no. Lo único que consiguió el Arte, no el pintor exactamente, fue aprovechar esa ambición estética para plasmar una terrible condición humana inevitable: la versátil capacidad del ser humano para la violencia, la crueldad o la impasibilidad ante los semejantes. Por siglos que pasen, esa condición sigue estando en el ser humano y, lo que es peor, camino de ser aceptada o justificada aunque no sea en forma tan extrema o definitiva. La diferencia con Cornelis es que el pintor holandés sabía que, además de hacer una obra donde mostrar sus habilidades pictóricas, la maldad que su creación aprovechaba reflejar estaba bien definida moralmente: los motivos de los personajes violentos no se justificaban jamás. Formaban parte de la caterva cultural de muchos siglos de una ética consolidada. ¿Estamos ante una deriva en la justificación de la violencia? ¿En qué parte es justificada? No puede ser. La violencia no puede ser justificada. 
Por eso el Arte viene a enfrentarnos con la imagen de la crueldad desde la belleza para decirnos ahora: no está la armonía estética ahí más que para conducirnos aún más rápidamente a nuestra conciencia la desafección que deberemos sentir ante su terrible mensaje. Y son seres humanos, por eso el pintor los compone desnudos, para que no haya duda, son humanos como nosotros, podemos ser nosotros mismos. La matanza de los inocentes es además la mejor elección para una representación de la violencia humana. Cuando la violencia es multitudinaria, no individual, es más grave. Hay una connivencia psicológica que atenúa el sentimiento del individuo cuando éste comparte con otros muchos su desinhibición moral. De hecho los personajes violentos dejan de ser asesinos para transformarse en asaltadores justificados. Tienen una consigna y están motivados por un designio mayor que ellos mismos. Esta característica grupal y dirigida les hace indemnes a tener algún atisbo de querer enfrentarse a su conciencia. Es casi como el pintor. ¿Tuvo éste algún prurito de rechazo al ensalzar con belleza esta obra tan terrible? No lo tuvo. Pero, sin embargo, el Arte vino a salvarle. Como a nosotros.
Dieciocho años después el pintor Hendrick Avercamp compuso su obra Pasaje invernal. Ante otra manifestación multitudinaria humana, en este caso el también pintor holandés Avercamp plasmaría, sin embargo, una obra de belleza sosegada, alegre, divertida, sentida con armonía, no solo física sino espiritual, la interactuación de unos seres humanos frente a otros. En la obra barroca, a diferencia de la manierista, la placidez y concordia natural abundan ahora en todo el paisaje, desde los humanos hasta los pájaros, desde el cielo abrumador hasta el hielo tenebroso. Todo fue pintado con la armonía universal que una aglomeración humana pudiera sentir a pesar del entorno invernal o del inevitable sentido, oculto aquí, que la naturaleza humana violenta pudiera llevar a tener entre sus miembros. Pero el pintor no lo ve ni lo siente, y, por tanto, no lo refleja en su obra. Luego de conocer su biografía, descubro que el pintor fue sordomudo. Tal vez por eso no pudo percibir en sus semejantes aquella violencia soterrada o manifiesta que Cornelis sí mostrara en su obra. O no... Porque, observando bien, en el ángulo inferior izquierdo vemos ahora el cadáver de un caballo que está siendo devorado por un perro y un ave. ¿Es que el pintor no supo cómo exponer mejor la virtualidad de una crudeza latente, o es que quiso mejor representarla marginal para, como barroco que era, no desafinar en el sentido realista de un mundo irrefrenable? El Arte de nuevo. El Arte que nos recuerda que la vida es cruel por naturaleza, pero que no por eso el ser humano debería justificar aquel prurito violento que, veinte años antes, pintara Cornelis, tan seguro de hacerlo, en una terrible pintura manierista.
(Obra Paisaje invernal, 1608, del pintor barroco Hendrick Avercamp; Óleo de Cornelis Cornelisz van Haarlem, La matanza de los inocentes, 1590, ambas obras en el Rijksmuseum de Holanda.)

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