Revista Opinión

Las dos rebeliones del valle de nadie

Publicado el 06 abril 2011 por Mario

Poca luz pueden arrojar los historiadoresacerca de los primeros moradores del Valle de Nadie. Se opina que habían sido expulsados de diversas sociedades debido a su renuencia a respetar las leyes; no obstante, a tenor de su historia posterior, mejor cabría afirmar que fueron exiliados por su resistencia a acatar normas absurdas.

Registros geológicos de aquella época nos muestran un territorio, pedregoso y baldío nada apto para un asentamiento. De aquellas características, seguramente, proceda la denominación de Valle de Nadie.Aquellos primeros colonos debieron trabajar duro la tierra yerma, canalizar una ciénaga cercana y pelear contra los elementos de una naturaleza hostil para la fundación de Ciudad de Nadie. La perseverancia de aquella primera oleada de habitantes llevó a un descubrimiento que sería crucial en su historia: la cantera de granito gris.

El granito gris era un mineral muy apreciado en la época por su robustez, idóneo para la construcción de fortificaciones. Disciplinados, los habitantes del Valle de Nadie se dedicaron a la extracción del mineral e iniciaron los intercambios comerciales con comarcas cercanas que adolecían de este.Fruto de aquella actividad minera, el Valle experimentó un despegue comercial que hubiera sido inimaginable antes de descubrir la veta de granito gris.

Las leyendas acerca de la prosperidad del pueblo recorrió todo el país hasta llegar a oídos del monarca. El rey, necesitado de fondos para sostener los numerosos frentes bélicos en el extranjero, dispuso gravar con un impuesto el granito gris y cuando este tributo no fue bastante para sufragar sus numerosas deudas, duplicó la tasa hasta convertir la extracción en una actividad sin apenas beneficio.

Con la piedra extraída de la mina, los habitantes del Valle de Nadie comenzaron a construir su propia muralla. El objeto no era otro que guarecerse de las iras del rey: Dado que las crecientes exigencias del Estado amenazaban con asfixiar su economía los gobernantes del Valle planearon proclamar su independencia. Cuando la empalizaba ya contaba con una altura superior a 20 cuerpos enviaron a un emisario que trasladó al monarca la decisión de los ciudadanos del Valle de Nadie. Encolerizado por semejante arrogancia el rey decretó el bloqueo con la intención de que sus habitantes murieran desabastecidos: Quedaba prohibido so pena de muerte intercambiar cualquier tipo de bienes o servicios con la comarca.

Si querían sobrevivir, los habitantes del Valle de Nadie deberían abastecerse exclusivamente con la producción intramuros. Para mantener tal situación se decidió renunciar a todo aquello que no resultara necesario para la supervivencia, se estableció un severo plan de austeridad que los ciudadanos acataron con la disciplina de que durante generaciones hicieron gala. Exigió un gran sacrificio pero organizando las labores y las tierras los habitantes lograron no solo salir adelante, sino incrementar las cosechas. Aquel éxito acrecentó las iras del monarca que esperaba la rendición del Valle asfixiado por el bloqueo. El gobierno local decidió que la muralla siguiera creciendo para enfrentar la posible contienda. El pueblo del Valle siguió edificando más y más filas de piedra hasta que la muralla prácticamente se perdía en el cielo…

Pasaron los años y pese a que al pueblo se le decía que la hostilidad seguía en aumento, más de un diplomático fue sorprendido a su regreso del exterior luciendo alhajas y apestando a vino. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué de ese infinito trabajo de fortificación, cuando las tensiones con el reino parecían al fin suavizarse? Los comentarios del pueblo en la cantera comenzaron como un murmullo que se fue amplificando hasta tornarse en alarido. Los gobernantes asustados corrieron a refugiarse en su palacio de invierno. El pueblo enfurecido se alzó en armas y asediaron el palacio durante días. Poco pudo hacer el gobierno, con apenas unas pocas tropas fieles el derrocamiento fue veloz. Los ciudadanos del Valle de Nadie se encontraron, entonces, extrañados ¿qué hacer ahora que eran dueños de su destino? Alzaron la vista y contemplaron la muralla que habían levantado entre todos: La muralla protectora, convertida ahora en prisión, debía derribarse…

Al primer golpe de ariete contra los muros, todos y cada uno de los habitantes del Valle de Nadie sintieron como les recorría un relámpago de terror... ¿Qué les esperaba al otro lado?


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