Algunas personas parecen contonearse al caminar para atraer a parejas potenciales; las elefantas también lo hacen. En la arena de la elección de pareja las demostraciones de receptividad y/o excitación sexual son variadas tanto en su forma como en su intensidad. Detrás de cada contoneo y de cada coqueteo se encuentra la expresión de un buen número de genes y la influencia de elementos sociales y ambientales en un entramado de factores en acción.
Los elefantes machos durante el período de excitación sexual, por ejemplo, además de producir mucha testosterona, también producen -y chorrean por doquier- cantidades enormes de una orina perfumada que parece ser considerada como muy sexy en el mundo de los paquidermos. Además, estos perfumados machos se vuelven dominantes sobre otros machos más jóvenes excluyéndolos de la competencia por hembras. Los machos dominantes pueden monopolizar el acceso sexual a ciertas hembras a las que cortejan y con las que copulan por varios días. Ellas, en cambio, durante el celo (o período de receptividad sexual) cambian su postura y su andar e incrementan sus expresiones táctiles hacia los machos.
Macho, hembra y cría de elefante africano (Loxodonta africana). Imágen tomada del banco de imágenes de la CONABIO.
La intensidad de la excitación sexual de los machos parece estar cercanamente relacionado con la “calidad” de los mismos por lo que, para poder tener elefantitos sanos y vigorosos, las hembras deberían preferir a los machos dominantes. Sin embargo, la preferencia de las hembras hacia estos machos parece no darse en automático, si no ser el resultado del aprendizaje tanto individual como social. Se ha visto que las hembras que se encuentran en celo por primera vez incluso huyen de los machos más dominantes y prefieren en cambio a los machos más jóvenes. Con el paso de los años, las hembras aprenden a elegir machos dominantes y a rechazar a los jóvenes.
Interesantemente, algunas hembras parecen “simular” el celo. Y aunque dicho celo ocurre muy rara vez el hecho de que exista es notorio y fue justo el centro de atención de un estudio publicado este mes en la revista PLoS ONE por un grupo de investigadores del Reino Unido liderados por Lucy Bates de la Universidad de San Andrews. El estudio forma parte de los llevados a cabo por los integrantes del Proyecto de Investigación de los Elefantes de Amboseli (Amboseli Elephant Research Project).
Lucy Bates y su equipo, utilizando datos de un estudio a largo plazo de elefantes africanos en el Parque Nacional de Amboseli en Kenya, analizaron la ocurrencia de este celo simulado. Los investigadores, habituados a observar a estos elefantes diariamente desde 1972, consideraron que un celo era simulado cuando la hembra en cuestión no podía –por razones hormonales o de otro tipo- estarlo realmente. Es decir, estaba preñada, lactando o tenía más de 50 años. También tuvieron manera de comprobar si efectivamente este había sido el caso ya que en la base de datos del proyecto se tiene registro de los períodos de gestación y número de nacimientos de este grupo de elefantes. Los investigadores pusieron a prueba varias hipótesis para explicar la ocurrencia de este misterioso celo paquidérmico.
Primero, pusieron a prueba la hipótesis de que el celo simulado no tiene ningún propósito funcional. Es decir, este celo podría deberse a cambios hormonales como resultado de la cercanía de las elefantas simuladoras con aquellas que genuinamente estaban en celo. Este hipótesis no fue apoyada por los datos puesto que el celo simulado podía ocurrir en cualquier momento durante el periodo de gestación de las elefantas preñadas que lo presentaron. Además, tampoco había una relación entre la ocurrencia del celo simulado con la presencia de celo en hembras emparentadas con la hembra simuladora. Lo que si encontraron fue que la presencia de hembras simuladoras coincidía con la presencia de hembras nulíparas, es decir, elefantas que nunca antes habían tenido crías.
La segunda hipótesis, era que el celo simulado podría incrementar el éxito reproductivo de la hembra simuladora si su ocurrencia podía, por ejemplo, atraer la atención de un buen candidato y las hembras simuladoras podían entonces inducir su propia receptividad. Este tampoco fue el caso ya que una buena parte de las hembras simuladoras estaban preñadas y en ninguno de los casos las hembras simuladoras pudieron concebir como resultado del evento de simulación.
La tercera hipótesis que pusieron a prueba fue que el celo simulado incrementa la adecuación inclusiva de la hembra simuladora. Es decir, que no era la hembra simuladora la que incrementaba su propio éxito reproductivo, si no el éxito reproductivo de una hembra emparentada que estuviera realmente receptiva en el momento de la simulación. Por ejemplo, un grupo familiar de hembras receptivas podría ser mas atractivo para un macho en celo, creando entonces la posibilidad de que las hembras receptivas tuvieran una mayor oportunidad de elegir al macho en celo y, por tanto, copular con él. Este, sin embargo, tampoco fue el caso ya que las hembras receptivas asociadas con las simuladoras no tuvieron mayor acceso a los machos dominantes ni tampoco- cuando si fue el caso- copularon más veces con ellos.
Dado que ninguna de las hipótesis originalmente propuestas fue corroborada, Lucy Bates y su equipo sugieren que considerando que el celo simulado ocurre con frecuencia en compañía de hembras nulíparas (53% de los casos), este tal vez sirva como una forma de demostración. Para poder ser considerado como un caso auténtico de enseñanza en el reino animal, propusieron los investigadores, dicha conducta debería cubrir los criterios establecidos en la definición funcional de enseñanza propuesta por Caro y Hauser en 1992. Siguiendo la propuesta de éstos autores, el celo simulado de las elefantas debería ocurrir únicamente en presencia de pupilas ingenuas respecto al tema enseñado, ser costosa para el maestro y existir evidencia de aprendizaje por parte del pupilo, o pupila en este caso.
De dichos criterios únicamente uno podría ser cubierto parcialmente y es el relativo al costo de la conducta. Es decir, no en todos los casos había una hembra simuladora asociada con una hembra nulípara y la evidencia de aprendizaje no fue completamente clara. Es posible que la simulación en la que incurren las elefantas pudiera llegar a ser costosa para ellas si estas adquirieran una mala reputación como elefantas poco honestas respecto a su estado. Esta es una posibilidad real en animales como los elefantes que presentan relaciones sociales con interacciones complejas. Además, como ya se mencionó con anterioridad las elefantas simuladoras no obtuvieron ningún beneficio directo en términos reproductivos.
Por otro lado, los casos de simulación considerados en el estudio fueron identificados a partir de datos demográficos y registros conductuales de observadores altamente especializados. Existe la posibilidad, sin embargo, de que otros casos de simulación menos obvios hayan pasado desapercibidos para los observadores. Después de todo, solo los elefantes saben con certeza sobre sus coqueteos.
Considerando lo anterior, es posible que hayan habido mas casos de celo simulado en presencia de pupilas poco experimentadas de los que fueron encontrados por los autores del estudio. Y, en consecuencia, ya estarían cubiertos dos de los tres criterios respecto a la enseñanza animal mencionados con anterioridad.
El hecho de que no se encontrara ninguna diferencia en la conducta sexual ni de elección de pareja de las hembras nulíparas que estuvieron con hembras simuladoras sugirió a los autores que no hubo evidencia de “aprendizaje”. Sin embargo –y como ellos mismos sugieren- es posible que la conducta de las hembras simuladoras haya de hecho contribuido a la mejora de la conducta de hembras nulíparas particularmente despistadas o negadas respecto a cuáles son los mejores candidatos y cómo comportarse frente a ellos. Por lo tanto, tal vez no hubo diferencias en la conducta de dichas hembras precisamente porque las hembras simuladoras las ayudaron a “subir su nivel”, digamos. Los autores sugieren que si lo anterior pudiera ser demostrado entonces se estaría mas cerca de cubrir los criterios propuestos por Caro y Hauser y ser éste un caso contundente de enseñanza en el mundo paquidérmico.
El estudio de Bates y su equipo es el primero que ofrece una explicación al celo simulado de algunas elefantas y demuestra que este no ocurre de manera aleatoria. Los autores señalan que una demostración más clara respecto al papel de dicha conducta como elemento de enseñanza podría provenir de estudios experimentales.
Articulo de referencia:
Bates, L., Handford, R., Lee, P., Njiraini, N., Poole, J., Sayialel, K., Sayialel, S., Moss, C., & Byrne, R. (2010). Why Do African Elephants (Loxodonta africana) Simulate Oestrus? An Analysis of Longitudinal Data PLoS ONE, 5 (4) DOI: 10.1371/journal.pone.0010052