Por Ileana Medina Hernández
Se está produciendo una terrible paradoja: al menos en los países desarrollados, son precisamente las familias de rentas bajas las que menos amamantan actualmente.
Según, la Asociación Española de Pediatría, entre los factores que aumentan las probabilidades de que un niño sea alimentado con biberón, están los factores de "riesgo social", y el bajo nivel de estudios de las madres, así como también la menor edad materna, entre otros. (Comité de Lactancia Materna de la AEP, Lactancia Materna: Guía para profesionales, Ergon, 2004, pp. 35-36).
También ocurre lo mismo en el Reino Unido, según se afirma en el reportaje aparecido en 2006 en la Revista The Ecologist:
"Las mujeres que habitan viviendas de baja renta y con una mínima educación, son las que tienen menos probabilidad de amamantar, a pesar de que ese hecho supondría una gran diferencia para la salud del bebé.
Para los niños procedentes de familias con desventajas sociales, la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses, puede ayudar en gran manera a superar las desigualdades relativas a la salud y que surgen de las diferentes condiciones de vida encontradas entre nacer en la pobreza y hacerlo en mejores condiciones económicas."
Por otro lado, en los países "subdesarrollados" a las mujeres pobres se les ha hecho creer en las últimas décadas que "dar el biberón" es algo más moderno y deseable, asociado a niveles adquisitivos más altos. Las industrias aprovechan incluso las catástrofes naturales para regalar dosis de leche en polvo, que es inmediatamente asociada a los estilos de vida de los "ricos".
De este modo, el abandono de la lactancia pasa a formar parte del "pack de la modernidad" que muchas comunidades tradicionales asumen como forma de vida, estimuladas por la sociedad de consumo; a la misma vez que irónicamente, las clases medias y altas de las sociedades desarrolladas maduras empiezan a retornar a las prácticas más naturales, respetuosas con la salud, con la integridad humana y con la naturaleza.
Recuerdo que cuando comenzamos a hablar de estos temas en los foros de crianza, algunas madres decían que quienes amamantaban varios años eran "las gitanas". Sin embargo, hoy se produce la paradoja de que para lograr amamantar con éxito, hay que tener un determinado acceso a la información y un determinado nivel de conciencia sobre la salud, que parece favorecer el amamantamiento entre las mujeres de clases medias y altas, de mayor nivel socio-cultural.
Esto me produce mucha tristeza.
¡Pensar que hasta eso nos han arrebatado a los pobres del mundo! Algo que sí podríamos hacer con nuestros propios cuerpos, sin necesidad de invertir parte de nuestros ya de por sí escasos recursos económicos en comprar leches de fórmula; algo que mejoraría notablemente los índices de salud de nuestros bebés; y que puede suponer una gran fuente de satisfacción, de bienestar y de empoderamiento personal a las mujeres.
Tanto en los países desarrollados como en los países llamados "del tercer mundo", las prácticas hospitalarias erróneas, la presión de las industrias lácteas, la desinformación, la precariedad de las condiciones laborales, la falta de redes de apoyo entre mujeres, la pérdida de la cultura de la lactancia, y la falsa creencia de que todo lo que se paga con dinero "es mejor"... hace estragos entre las mujeres de las clases más bajas y de menor nivel cultural.
Es muy injusto que lleguemos a creernos que aquello que traemos "de serie" para ofrecer a nuestros hijos (nuestro cuerpo, nuestros pechos, nuestra leche, nuestro amor... ) es algo de menor valor que aquello que puede comprarse con dinero. Eso lesiona la autoestima y la dignidad de las mujeres, perjudica la salud física y emocional de los niños, y perpetúa la separación de clases y la marginación.
Es urgente recuperar y generalizar las prácticas obstétricas y culturales que favorecen la lactancia, para que no sea necesario estudiar y haberse concienciado y psicoanalizado primero antes de dar el pecho. Para devolverle la ESPONTANEIDAD Y EL PRESTIGIO SOCIAL A LA LACTANCIA, de modo tal que la mayoría de las mujeres, y sobre todo aquellas que simplemente hacen "lo que ven hacer" en su entorno, y que no tienen muchos recursos monetarios pero que sí cuentan con su cuerpo y con sus pechos, puedan hacerlo espontáneamente, sin obstáculos inconscientes que lo impidan (como las separaciones hospitalarias) ni falsos estímulos (como la publicidad) que nos impulsen a tomar decisiones erradas en torno a la alimentación y la crianza de los niños.