Revista Ciencia

Las grandes batallas del Peloponeso. Cuento.

Por Daniel Paniagua Díez
Las grandes batallas del Peloponeso. Cuento.
Las grandes batallas del Peloponeso
Hace un mes estaba cenando con unas profesoras de español en E.E.U.U. yCanadáy en un momento dado una de ellas me pidió disculpas por su acento norteamericano, bastante acentuado al ser de Texas. ¡Oh! No se preocupe por ello, le dije, desde muy niño estoy acostumbrado a oír hablar en español a norteamericanos, con su simpática manera de pronunciar. Y una vez en casa recordé una anécdota, una tontería de cuando era un crío, me fui a la cama y me pareció soñar la historia de un niño, un niño rubio en un país de morenos; del ensueño nació este cuento.Es fantástico u onírico o vaya usted a saber; basado en los recuerdos de un niño que tal vez nunca creció, o existió. Permítanme que se lo presente.
− ¡Dani! Dani, ven aquí, ven; vas a conocer a un amigo nuestro, un señor americano.− ¿Qué es? ¿Argentino o mejicano?−No, es americano del norte; de Chicago. Salúdale.−Buenas tardes, señor, ¿cómo está usted?− ¡Hola, amigo! Mi nombre es Yúlian; ¿Cómo te llamas tú?−Me llamo Dani.−Muy bien, Denny, encantado de conocerte ¿me acompañas? Voy a buscar a tu padre; me han dicho que está muy ocupado.−Sí, es que estamos en fiestas y él forma parte de la comisión organizadora−Entonces tendremos que ir hasta la feria−No, no hace falta; están reunidos en el bar de Antoliano; haciendo cuentas para pagar las fiestas.−No sé dónde está ese bar, ¿me llevas tú?−Yo le guiaré. ¿Vives en Chicago con los gánsteres?−No, ya no; allí fue donde nací y me crié. Ahora vivo en San Francisco de California, ¿es aquel bar al otro lado de la calle?−Sí, tenemos que cruzar por el semáforo y entramos a buscarle.El bar tiene una larga barra de mármol ya desgastado por el continuo ajetreo de los parroquianos trasegando vinos y cervezas durante docenas de años. Está casi abarrotado y las mesas llenas de gente jugando a las cartas o al dominó. Un grupo variopinto al fondo, junto a la puerta de los servicios, sube constantemente el tono de voz.−Esa gente extraña del fondo, los que dan voces, ¿son gitanos, Denny?−Mercheros, vienen con los feriantes; no les mires. Ven con mi papa, está aquí sentado.La comisión de festejos está sentada alrededor de una mesa de mármol pero en vez de tener sobre el tapete cartas y amarracos hay montoncitos de billetes. El padre de Denny está haciendo cuentas en una libreta de anillas y diciendo a los comisionistas como repartir las pelas.−Hola, papá; mamá me dijo que viniera con este señor americano.−Hola, dame un beso; ya le conozco. Espera un minuto que ya terminamos y recogemos.− ¿Para qué es ese dinero?−Tenemos que pagar a los músicos y otros gastos de la feria; ya terminamos. ¿Nos vamos fuera?De repente, del grupo del fondo salen voces y exclamaciones que nunca debería escuchar un niño y en segundos se prepara un tumulto tremendo; salen las navajas a relucir, el sonido inconfundible de los muelles de una inmensa navaja de Albacete no se olvida en la vida, y en un par de segundos uno de los gitanos sale corriendo a la calle con las manos en el vientre intentando sujetarse las vísceras. El contrincante se ha derrumbado con una navaja clavada en el corazón y los demás aúllan como lobos y sueltan mandobles como si aquello fuera Las Navas de Tolosa.− ¡Julián! Sácame el niño en volandas; rápido.El gigantón toma con un brazo al crío y sale apartando con el otro la gente como si estuviera jugando a fútbol americano mientras los cinco miembros de la comisión retroceden hacia la puerta sin perder de vista la trifulca; la pasta en los bolsillos de la americana. Una vez en la calle y en la acera contraria Julián, ya más tranquilo, posa al niño en el suelo con sumo cuidado, ha cruzado la calle en tres zancadas y la experiencia le dice que están a salvo, pero por el rabillo del ojo observa al gitano en la otra acera, pataleando tirado en el suelo mientras se le escapan los intestinos. ¿Dónde estará la policía?−Tranquilo, ¡eh! Denny, tranquilo; ¿no has visto nada verdad? Es que daban voces, discutían, y tuve que sacarte corriendo.− ¿Te refieres a los dos que se han matado? A mí eso no me asusta.− ¿Cómo que no te asusta? ¿No te dan miedo las peleas?− ¡Bah! De esas ya he visto muchas, cuando no se matan por dinero es por las mujeres, lo hacen cada dos por tres; y en las fiestas se pelean mucho más. En todas las fiestas de los barrios hay peleas y algunos se matan.− ¿Y de verdad no te asustas?− ¡No! ¿Por qué? Aquí nos pegamos todos; si vieras a mi abuelo cómo zurra con la cacha. Más de una vez le he visto echar a todos los del bar a la puta calle.−No hables así, un niño no dice esas cosas aunque se lo escuches a tu abuelo. Vamos a tu casa; entonces, ¿qué es lo que te da miedo? ¿No hay nada que te asusté?−Sí, los extraterrestres. Son grandes como tú, ¿puedes doblar este dedo (el meñique)?−Pues claro, mira.−Entonces no eres extraterrestre; y yo tampoco. Mira.− ¿De dónde has sacado eso del dedo? ¿Quién te ha contado eso de los extraterrestres?−Sale en la tele, una serie de televisión; lo ven mis padres pero a mí no me dejan y me mandan a la cama nada más que aparecen, porque dice mi madre que me asusto y después tengo sueños malos. Y me despierto por la noche gritando y peleándome con ellos.− ¿De verdad?−Sí, (mirando al suelo) los de los platillos volantes son malos y nos quieren dominar.−Pero no les vamos a dejar, ¿verdad, Denny?− ¡No!, lucharemos todos juntos, nosotros y vosotros, los de América, y les venceremos.−Bien, ya podré dormir tranquilo si contamos con campeones como tú. ¿Dónde me llevas ahora?−Vamos a la feria; allí estarán todos.Caminan unos cuantos metros cruzando las vías del tren hasta llegar a una explanada que en otros tiempos fue una era donde trillaban trigo y centeno. En un semicírculo imperfecto están dispuestas las casetas de las atracciones y la gente deambula de aquí para allá hasta que la orquesta se lanza con los primeros acordes de “Presumida” y las parejas van acercándose a la tarima verbenera.− ¿Por qué bailan esas dos chicas juntas, Denny?− ¡Ah! Esas dos, son Palmira y la Medialuna. Como son tan feas nadie las saca a bailar y salen solas. ¿Quieres que te presente a la reina de las fiestas? Es la más guapa del barrio.− ¡Oh, no, no! Yo también soy feo y no sé bailar apenas; no soy capaz de seguir el ritmo de una canción. Déjalo. (De las tres chicas que lucen orgullosas su banda de guapetonas la más alta no le llega al hombro)−Si quieres yo te enseño; es muy fácil.−Gracias, corazón, pero ni lo intentes. Cuando estaba haciendo el servicio militar, en un buque de la NAVY, tuve un compañero hispano de camareta, Tito, Tito Puente, que era capaz de hacer música con los pucheros y sartenes de la cocina. Dos años juntos, en el mismo barco, y fue incapaz de hacerme bailar un chachachá o algo así; lo mío es el deporte para la música estoy negado. Me parece que viene tu madre a buscarte para ir a cenar; tendrás que acostarte pronto.− ¡Sí! Mañana es el día más importante del año; pero no quiero acostarme enseguida.− ¡Tienes miedo! Te perseguirán los del dedo meñique.− ¡No! Ahora no, como somos amigos de los americanos y sois tan grandes y tan fuertes les echaremos enseguida. Nosotros también sabemos pelear; mañana verás. No te lo puedes perder.−Claro, no me marcharé hasta el domingo por la tarde.−Ya verás que bien te lo pasas con nosotros; te presentaré a todos los de la banda.− ¿Qué ya eres de una banda? ¡Pero si solo tienes cinco años!−Voy a cumplir seis, y soy de la banda de La Mano Negra. Mañana verás.Queda Yúlian en la feria asombrado y casi estupefacto, la mano derecha en el mentón, mirando como el peque se va con su madre; como si estuviera en otro planeta. No es su primer viaje a España, la tierra de sus ancestros; profesor de atletismo y lengua española en la high school de Santa Mónica, California, y está aprovechando el viaje con unos amigos para conocer familiares y perfeccionar el dominio del idioma que aprendió de sus padres y abuelos allá en el frío Chicago; el de los gánsteres como dice el crio. Cuantas cosas vería él a esa misma edad; pasan los años, vas a otra tierra, a otro país, y seguimos igual. (¿Nunca cambiará esto?)Llega la noche plácida entre los acordes de rumbas y chachachás pero Yúlian se retira tras cenar algo ligero con la familia de su amigo Isidro. El viaje ha sido largo y su organismo no ha conseguido adaptarse al nuevo horario; vitalmente sigue estando en la Costa Oeste, así que intentará dormir un poco aprovechando que ha refrescado pero aún se puede dormir con la ventana abierta.−Abuelo, ¿me dejas tu boina vasca, la grandota?− ¿Y eso? Ah, que quieres salir a cazar murciélagos, ¡pero si no sabes!−¡¡Sí!! Sí que sé, que tú me enseñaste.−Ni hablar del peluquín; a la cama, cernícalo, que ya es muy tarde y tenías que estar durmiendo.Llega la noche; cada uno sabe cómo la pasa, o atraviesa. Un tren de sueños pasa pitando y recoge los ánimos infantiles y se los lleva, rivera arriba, hacia las montañas, y más y más lejos. ¿Hasta dónde alcanzan los sueños? Al menos hasta donde llegue la imaginación del yacente. El niño, aunque es verano y está de vacaciones, tiene que estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica Apostólica Romana pues el año próximo hará la Primera Comunión, y sueña, sueña con los personajes que aparecen en el pequeño cuadernillo que todas las tardes tiene que repasar.En un amplio salón apenas iluminado con lamparitas de aceite un grupo de hombres y mujeres discute animadamente y no reparan en su presencia; aunque entiende su lengua tal y como si fuera uno más de la partida no comprende nada de los temas sobre los que discuten, sus pasos le llevan a una pareja de hombres que hay al fondo del salón, seguramente los más jóvenes de todo el grupo pues a uno de ellos ni siquiera le ha salido la barba; se planta ante ellos y les escucha decir:−Que no puedo, de verdad que no puedo hacerlo; nada me sale bien. No soy como tú. ¿Cómo se te ocurre pedir besugo en esta celebración?−No decaigas, Juanín, no te derrumbes. Primero hay que ser, y lo demás te vendrá por añadidura. ¡Juanín! Se despierta el niño gritando. Yo tengo un primo que también se llama Juanín, y también siempre está con lo mismo: que yo no sé leer, que no me sé los números, que nunca seré capaz… ¡Oh! Aún es de noche; estaría soñando, seguiré durmiendo. A mí tampoco me gusta el besugo, ¡puag!La claridad de la mañana que entra por las ventanas despierta al peque que se apresura a vestirse y calzarse para bajar a desayunar; pasa el tren de Matallana dando los pitidos de atención al llegar a la calle Peligros y otro más para saludar el maquinista a su familia y amigos. ¡Es don Pedro! Don Pedro el maquinista el que va conduciendo, se va a Bilbao, ¿cuándo me llevará mi padre a montar en la locomotora? Me lo tiene prometido y don Pedro me enseñará conducirla. Se va a Bilbao, cuando vuelva se lo tengo que decir. Espera a que la nube de humo oscuro se evapore para abrir la ventana y mirar si alguno de sus amigos ya anda por la plaza cuando ve entrar como un ciclón al americano gritando:− ¡Jai, Jai! ¿Hay alguien en casa?−Estoy yo, responde el peque, sentándose en las escaleras, y saludando con la mano.− ¿Qué haces aquí sentado? ¿Dónde está la familia?−Estarán durmiendo; es que no soy capaz de atarme los zapatos.− ¿No sabes hacer una lazada con los cordones? Mira, es muy fácil. Hazlo así. Ahora tú.−Bueno, bueno, bueno, que tenga que venir un señor de América para enseñarte a atarte los zapatos, ¡no te da vergüenza!−Hola, abuela; ahora ya no me da vergüenza, ¡ya sé cómo hacerlo! No se me olvidará, seguro.−Pues, ala, venir los dos a la cocina que ya está el desayuno preparado. Mucho madruga usted.−Pero si ya hace más de una hora que amaneció.−Estamos en fiestas, a saber a qué hora se levantará hoy la tropa. Aproveche para visitar monumentos. Hasta mediodía no habrá nadie visible en todo el barrio.−Bueno, pues me iré con mi amigo Isidro a hacer fotos de esta bonita ciudad.La mañana de sábado transcurre lánguida, con esa extraña placidez que antecede a la tormenta. Yúlian e Isidro aprovechan para fotografiar la catedral, el mercado medieval, puestos de legumbres y verduras de todo tipo, gallinas, conejos, ¡vivos! Venden de todo y los animales vivos, ¡vendedores de botijos con los burros engalanados! Cuando vean estas fotos en América les va a dar un pasmo. Solo después de pasada la una del mediodía vuelven de regreso a Valdelamora y preguntan a mi madre por nosotros; ella les indica donde buscarnos: pasando las vías del tren, en los prados, tenéis que acercaros hasta aquellas sebes que tenéis a la vista. Mi padre estaba cazando pájaros con liga y yo no andaría lejos.− ¡Hola, Daniel! ¿Cazando pájaros para comer? ¿Los vas a echar a la paella?−No sería mala idea, pero no, no son para comer. Tan solo guardo en estas pequeñas jaulas algún macho de jilguero o verderón. Es por sus cualidades de canto.− ¿Y los vas a cruzar con tus canarios?−Podría intentarlo. Los cruzados tienen cualidades muy interesantes tanto en su canto timbrado como en su plumaje singular.− ¿Dónde está Denny?−Por ahí cerca; estará cazando truchas en la presa de San Isidro.− ¿Truchas en un canal de riego? ¿Y las cazáis? España es una continua fuente de sorpresas, y más esta ciudad. Vamos a buscarle.Un grupo de chavales corren de aquí para allá por las dos orillas de una gran presa de riego que encauza el agua kilómetros arriba sacando el líquido del río Torío para regar prados y huertos que rodean la ciudad. Cuando se instalaron las legiones romanas a toda esta zona se le llamó Babilonia y Babilonia lo llaman los abuelos.− ¿Cuántas truchas habéis cazado? Enséñame el cesto. Bueno, no está mal, una trucha y tres barbos.−Ese grande lo cogí yo, se lo llevaré a mamá para que lo cocine.−No, no, no; tienes que devolver el pez al agua ya mismo.− ¿Por qué? Lo he cazado yo, ¡así! Con las manos, como tú me enseñaste.−Bueno, ya veo que has aprendido a cazar peces. Pero los barbos, ¿ves las barbas que tiene en la boca? No se comen; tienen muchas espinas y se te clavarían en la garganta.Antes de que termine la frase ya están los barbos de vuelta a la presa; la trucha la cazó Alberto y se la lleva a casa. Denny aún recuerda cuando se le clavó una espina y lo mal que lo pasó. ¡Creía que se ahogaba! Regresan a la fiesta a tiempo para el baile vermú y tomar un refresco mientras las parejas se pavonean meneando el solomillo alrededor de un baldosín. ¡Viva el pasodoble español!Comida familiar, café y puro que estamos de fiesta; los peques no; los peques a dormir la siesta. Ya os despertaremos para que vengáis a ver el partido de solteros contra casados. Ser obedientes.Oscuras nubes de evolución vertical se acercan presurosas bajando de la montaña a la ciudad, pero la auténtica tormenta se acerca a ras de tierra, caminando sobre dos, que digo, sobre muchas, muchas piernas.Como una especie de mancha oscura que va llegando siguiendo caminos y praderas al borde de las vías del tren de Matallana. Pasan frente al imponente y elevado Colegio de La Asunción y alguno ya tuerce el gesto, pasan frente a las Casas de Don Pablo y sus rostros es un puro mal gerol. Algunos ya van haciendo acopio de piedras del balasto de las vía ferroviaria. Ya tienen a la vista la era donde trillan los bastardos de Valdelamora y la feria donde algunos parroquianos tiran con escopetas de perdigón o compran papeletas de rifa. Ya hay algunos espectadores avanzados que se van acercando para ver el partido que en unos minutos comenzará: solteros contra casados; ¡te lo vas a perder! Hay jugadores de La Cultural y del Júpiter, incluso uno de La Ponferradina.No lo van a permitir los tejeros. Les va a caer un pedrisco que se van a enterar. Pero, hay ocasiones, extrañas, que parece que siempre hay uno que no duerme, que está alerta, pendiente de algo, de esa negra nube que se aproxima. Es Vicente, que desde su ventana ve llegar a la banda de los de Nava y en instantes les adivina las intenciones. Baja las escaleras de casa de cinco en cinco y sale corriendo a la calle yendo de casa en casa dando la voz de alarma.− ¡Vienen los de Nava! ¡¡Pedrea!!Corre y corre por calles y plazoletas avisando a sus compañeros de banda para que se dirijan raudos a la era.− ¡La Mano Negra! ¡La Mano Negra!Incluso los peques saltan de la cama al escuchar el reclamo. ¡Pedrea! ¡Hay pedrea! Laten los corazones como caballos desbocados y los rostros se afilan como lobeznos que se sienten cazados. Ni diez segundos tarda ahora Denny en atarse los zapatos.En menos de dos minutos ya hay al menos una docena de mozos reunidos junto a la vieja columna del tendido eléctrico armados de ondas y tiradores, los pequeños van recogiendo piedras de la vía y haciendo montoncitos tras la barrera de los mayores para que no les escaseen las municiones y en cuanto empiezan a llover pedruscos se refugian en el viejo reguero que pasa bajo las casas, paralelo a la vía del tren.Se suceden ofensivas y repliegues; los de Nava, conscientes de su superioridad numérica, realizan al rato un movimiento envolvente yendo un grupo atravesando el trigal para intentar rodear a los de La Mano Negra y llegar hasta la era. Pero el Colefo, curtido a en cien batallas a sus dieciséis años, cavila en instantes una jugada maestra.Cruza la vía de cuatro saltos y se mete en el reguero donde los pequeños aguardan instrucciones.− ¡Todos detrás de mí, rápido!Agachados, gateando, recorren el túnel del viejo reguero a oscuras, palpando, silenciosos, lobeznos rabiados. Al salir de nuevo a la luz saltan a las vías, sigilosos, preparando los tiradores.Están justo detrás de la banda de Nava, que no se enteran con la refriega y el afán de avanzar hacia la era. A una orden del Colefo comienzan a disparar con más precisión y mejor entrenamiento que un pelotón de fusileros; parece que llevasen toda la vida haciéndolo. Pasaron del chupete al tirador.Ocho peques y la onda del Colefo disparando sin cesar causan estragos en los tejeros que no se esperaban un ataque por la espalda; ¡no puede ser!, los de las Casas de Don Pablo se declararon neutrales, ¿quién tira, cojona? A cada orden de disparo le sigue una segada de cabezas o costillas rotas y para cuando los de Navatejera quieren darse cuenta ya están entre dos fuegos. No hay enemigo pequeño si va armado de un buen tirador y ha estado entrenando su puntería durante todo el verano. A los tejeros no les queda otra que salir huyendo por el trigal para reunirse con sus compañeros pero tan solo para encontrarse que el otro grupo está siendo apedreado por los mozos de las bandas de San Mamés y San Lorenzo, los Payanos, que, mira por donde, venían a ver el partido de futbol y disfrutar de la feria. ¡Y se encuentran una guerra! Quien puede pedir más.Son inquinas de años, o siglos, pasadas de abuelos a hijos y nietos. Es la guerra. La misma guerra de siempre, librada durante milenios con el primer material bélico que tuvimos a mano: las piedras. Nuestros ancestros, allá en la verdes praderas del Gran Valle del Rift, no aullarían ni lanzarían piedras mejor que nosotros hace un millón de años; y seguro que nos reconocerían como parte del clan, de otra tribu, pero del mismo clan de los humanos. Vaya que sí. ¡Qué puntería tenemos!Aullábamos, aullábamos como coyotes, como comanches, siux, los apaches chiricagua, nuestros héroes de las películas americanas que veíamos los fines de semana en el Cine Ventas. No hay tregua con el enemigo, si alguno de los nuestros recibe pedrada y no puede continuar se retira hacia las casas para que sus padres le curen la herida; y si es de los pequeños, además, para que le calienten el culo con la zapatilla.¡Hay del enemigo caído! No conocerá clemencia hasta que termine la batalla, de eso nos encargamos los pequeños. Los que querían rodear y envolver se ven pillados entre dos grupos de tiradores; no les queda otra que tirarse a la presa y cruzar a nado para ponerse a resguardo huyendo escondidos entre las sebes de los Prados del Obispo hacia el colegio de Los Jesuitas.−¡¡Victoria!!Vuelven cantando las huestes gloriosas que para su lado hubiese querido Viriato a la era donde los espectadores ya están rodeando el rectángulo de juego. Abrazos y achuchones, collejas, entre bandidos y aliados; los chinchones en la cabeza son el bien más preciado, no habrá chavala esta noche que se resista a los vencedores de esta nueva batalla en los campos de Babilonia.− ¡Daniel! Pero, pero, pero, ¡Daniel! ¿Vais a jugar soccer después de lo que ha pasado? ¿Cómo, como si nada?−Este partido es una tradición como la fiesta de los toros; a las cinco de la tarde pita el árbitro y comienza el partido. Les va a caer una buena manita a los solteritos.−Pero, pero, ¡y la policía sigue sin aparecer!− ¿A qué tienen que venir los lecheros? Hay partido de fútbol, sí, pero esto no es el Campo de La Puentecilla; no nos hacen ninguna falta.− ¿A qué tienen que venir? Pero, pero, ¡yo no había visto tanta violencia desde la Guerra de Corea! Si llegan a tener armas de fuego no queda uno vivo, Daniel. Y sigues impasible.−Es el pan nuestro de cada día; te dejo que empieza el partido y tengo que calentar.− ¿Y Denny? ¿Dónde está? Yo le vi, yo le vi… ¿Pero tú sabes con qué rapidez tira las piedras?−Con su madre que lo está cambiando de ropa, en casa. Lo que no sé es dónde guarda el tirador; cuando lo encuentre le voy a poner bueno. Me está volviendo loco para que le haga un arco como el de Ulises; es que fue con su madre a ver la película de Kirk Douglas. ¡A ver si así deja el dichoso tirador! Hasta luego, te veo cuando termine el partido.Plácidas tardes de verano en la inhóspita Hispania eterna, ¿alguien ha notado algo extraño? ¡Bah! Será foráneo, pues de siempre es sabido, lo dicen las abuelas, que tras la tormenta viene la calma. Y mientras los grandes disfrutan dándose patadas corriendo tras un pelotón de cuero los pequeños se lo pasan pipa con la cucaña o las carreras de sacos, jugando con las canicas de colores al guá, con los tacones de goma de los zapatos corren por las aceras de cemento, o están de rodillas en el suelo haciendo carrera ciclista con los platis de las botellas de Coca-Cola. Las chicas saltan a la comba o al Lunes. Algunos niños saltan al burro inglés (¿Tijerita, navajita, ojo de buey?) Otros juegan al trompo, la peonza lo llaman los pijitos, o hacen figuras en el aire con sus yo-yos.−Pero, venga, deja las chicas, son unas aburridas; vamos a buscar a mi abuelo.− ¿Tu abuelo Isidro? ¿Sabes dónde está?− ¿Dónde va estar a estas horas? En el bar de Antoliano, como todos los sábados por la tarde.− ¿Y para qué quieres verle? ¿No puedes esperar a la noche?−Para que me suelte una propina; a ver si le pillo contento.− ¿Una propina? ¿Eso qué es?−Dinero, un duro. Es para montar en los caballitos. Mira, está allí, sentado en la terraza con los amigos. Crucemos la calle.Al llegar a la altura de la mesa del abuelo pasa en sentido contrario una chica rubia que lleva una falda ajustada que deja ver sus rodillas y el abuelo exclama:−Galatea, Galatea, ¿Dónde irás a estas horas mi dorada Galatea?− ¡A fregar escaleras! No te jode el viejo, ¡pelele!− ¡Ja! Jujana, le has echado el piropo a una vallisoletana. Te ha dejado hecho una rodea. Ya puedes fregar la acera.− ¡Calla, Veneno! ¿Qué sabrá esa de fregar? ¿No habéis visto que rodillas más bonitas tiene?− ¿No es la nieta del Cervezas? Me suena su cara.−Y ahora también el culo, señor Tocino. Pues al Cervezas no habrá salido, que es más cetrino que el moro Muza. Callar un momento, que pasa la panadera; eso sí que es un culo glorioso.Una señora alta y delgada, con fama de ser castellana recia, pasa ahora ante las mesas donde los parroquianos se aplican concentrados al dominó o la barrachina; al pasar frente a la mesa del abuelo saluda:−Buenas tardes señor Tocino…Y el abuelo salta como una restralleta.− ¿Dónde irá la bella Dulcinea? ¿Dónde? ¿Tal vez por harina para amasar unos buenos chuscos o una larga barra que llevarse a la boca?− ¿Ya estamos, Jujana? Pues que sepa usted que hoy he vendido todo el pan pero aún me ha sobrado algo como para darle una buena hostia a alguno.−Nos conformamos con un currusco de los suyos.− ¡Calla, Veneno! Se aceptará una sencilla oblea bendecida con sus blancas manos.−De barquillero ya hace bien su hijo el mayor, que buenas tortas estaba soltando hace un momento en el Camino del Hospital.− ¿Puedo ir a verle, abuelo? ¿Puedo?−Cernícalo, tú te vuelves a la feria ya mismo, toma un duro y arranca. Y que no se entere la abuela o tendremos fiesta en casa; ya sabes, ¡chitón! Ten cuidado no te pille un coche al cruzar la calle.−No se preocupe por su nieto, yo iré con él a la feria. Es demasiado pronto para comenzar a beber.−Gracias, amigo americano, por cuidar del guaje. Está todo el mundo en la era, viendo el fútbol.− ¡Calla, Veneno! Si no sabe mear que no empiece a beber; ni ahora ni nunca. Chau.Tras cruzar la calle paran un momento en el quiosco pues algo ha llamado la atención del niño.−Es muy curiosa la manera de hablar de tu abuelo, ¡y esos requiebros a las mujeres! Muy cervantino, tengo que tomar más apuntes para mis alumnos de lengua española.−Es que se ha pasado todo el invierno conmigo, ¿sabes? Tenía yo que leer un libro sobre la vida de don Miguel de Cervantes y el abuelo me obligaba a leerlo en voz alta, para corregirme. No paraba de reírse y me ha prometido que me comprará El Quijote por mi cumpleaños.−Vaya, que buena idea. Pero que sea una versión para niños o te costará mucho entenderlo.− ¡Qué va! Yo lo entiendo todo; si vienes a casa te enseñaré mi colección de tebeos.− ¿Qué son los tebeos?−Pues esto, lo que venden en los quioscos. Miraba a ver si ya salió el DDT.− ¡Ah! Comics, comics españoles. ¿Y cuál es tu personaje preferido?−Pues cuál va a ser: Daniel el travieso. Ven, te enseñaré los que tengo.−Mejor que no vayamos a tu casa, vi a tu madre muy, muy enfadada contigo. Por algo sobre unas piedras, escuché decir, ¿tú sabes algo?− ¿Yo? ¿Yo? ¡Ah! Que me viste. Bueno, vale, sí, nos fuimos con El Colefo, que mi madre dice que es un Mau-Mau, a la guerra y una vecina, ¡la asturiana! nos vio y se lo contó a mi madre y ahora me amenaza con llevarme al Hospicio y dejarme allí, abandonado. Esa es una chivata, se chiva de todos; una noche de estas le vamos a preparar una buena.− ¡Pero te podrían haber dado una pedrada y matarte o perder un ojo!− ¡Ja! ¿A mí? Ni en sueños, esos tejeros solo saben hacer ladrillos y sacar a pastar las vacas. Por lo menos le aticé a una docena, y a uno en toda la cocorota, ¡Ja! No hay quien me gane con el tirador.− ¿Y por qué tenéis ese odio a los de Navatejera?− ¿Odio? ¿Quién les tiene odio? Serán los mayores; yo estuve hace un mes, en la boda de mi prima Teresina, con los primos de mi madre, que son de allí, de Navatejera, y lo pasamos fenomenal y nos hicimos muy amigos. A lo mejor mañana por la mañana me lleva mi madre para verles y jugar con ellos. Son mis mejores nuevos amigos.− ¿Y eso? ¿Os vais a tirar piedras a los del pueblo de al lado?−No, con ellos no se puede ir de pedrea, solo saben tirar piedras como los cabreros, llaneando. Es porque son rubios, como yo.− ¿Y eso? No entiendo.−Soy el único rubio del barrio y de la escuela, y se meten todo el tiempo conmigo. Que si soy extranjero. Y me estoy todo el tiempo pegando con uno y con otro, y luego llega mi madre y me echa la bronca; encima. Es que dice que voy a terminar como mi tío el Guzmán, cada cuatro días a puñetazos o en el cuartelillo. Que me voy a hacer un pendenciero, un maloso como los de los tebeos.− ¿Es el que oímos comentar a la panadera? ¿Cómo dijo? El barquillero. ¿Por qué le llamó así? ¿Guzmán? ¿Cómo Guzmán el Bueno?−Porque suelta unas hostias como panes y dicen que tiene los puños de hierro; ya le he visto más veces de pelea con los coreanos. No importa, ya sé cómo pelea mi tío Isidro.− ¿Los coreanos? ¿Hay coreanos en vuestro barrio? Eso tengo que verlo yo. Yo estuve en guerra con ellos, ayudaré a tu tío; vamos.− ¡Que no! Quieto, no cruces la calle. No son coreanos como los de las películas. Son gitanos. Viven en chabolas detrás de las tapias del cuartel de Almansa y a todo el valle le llaman ahora Corea, los policías, porque cada poco tienen que venir con sus furgonetas y escopetas. Déjalo. Si el abuelo está sentado en la terraza del bar es que no pasa nada. Vamos a la feria, me gastaré el duro aprendiendo a tirar con escopeta de balines.−Bueno, en eso sí te podré ayudar. Pero, oye, una cosa: ¿por qué tu abuelo llama continuamente a su amigo el gordito, Veneno?−Porque se llama Benedicto, y mi abuelo dice que ningún ser humano puede llamarse de ese modo, que se cambie el nombre a Benito. ¿Y sabes lo que Bene le dice?−Pues no. ¿Qué le dice?−Que se cambiará el día que mi abuelo se llame Isidoro, en vez de Isidro, ¿entiendes? Y están así todo el rato; si supieras qué burradas soltaba antes mi abuelo a las mujeres…Pero como ahora me ayuda a aprender a leer y escribir dice que va tomando nota, que se está volviendo tan florido y vacante como don Victoriano Crémer; y no para de reírse.− ¿Quién ese señor?−El tío de mi amigo Vicente, el poeta del régimen, le llama mi abuelo, y chaquetero, y no sé cuántas cosas más. No puede verle. La última vez le soltó que antes de hablar ya ha mentido tres veces, ahí, en la terraza del bar, y el poeta se puso, ¡cómo se puso!− ¿Y qué pasó?−Nada, les separaron enseguida. Mi abuelo ya se estaba quitando la boina de la cabeza, y cuando hace eso, cuando hace eso, puede haber muertos. Así que los separaron enseguida. Se ponen a discutir de la Guerra Civil, ¿sabes? Una que hubo aquí hace muchos, muchos años; y se ponen todos a morir. Se tiran a matarse unos a otros. No hay que hacerles caso. Yo, cuando empiezan a hablar de fusilamientos y del odio que se tenían me largo a leer tebeos. Como dice mi abuela, agotan la paciencia de un santo. ¿Me enseñarás a tirar con la escopeta de perdigones?− ¡Uff! No sé si debería, no sé si debería. Pero vamos, vamos a la feria, me parece que el partido ya terminó. (¡Qué nación es ésta! Son racistas hasta con los rubios de ojos azules; a ver cómo se lo explico a mis alumnos. Y el abuelo cervantino y anarquista con sus amigos don Quijote, ¡Señor Tocino! y Sancho Panza, ¡Veneno! Me voy a quedar calvo intentándolo.) Vamos, Denny, nos acercamos que ya terminó el partido, pero, pero, ¿no es tu padre el que está boxeando?En la era hay grupos aquí y allá, unos festejando el triunfo y otros protestando la derrota. A un lado, cerca de la barraca de las escopetas de balines dos parejas hacen fintas pugilísticas.− ¿Es tu padre, no? ¡Y está boxeando! Vamos, tengo que ayudarle.−Naaa, tranquilo, solo le hace la sombra al contrario por si acepta el intercambio de golpes. No hagas caso.En efecto, el contrario se retira al tercer amago; el gancho de izquierda del Alemán es legendario pero el otro contrario no tiene tanta sensatez y se anima a lanzar un par de directos a la cara del contrincante; mala idea, recibe un swing en la mandíbula. K.O.− ¡Daniel! ¿También haces boxeo?−Solo, aficionado, Julián, solo de aficionados. El profesional es aquí, Manolín, campeón de España de peso superwelter. Este bobo protestón ya se habrá enterado. (Por el que está tumbado en el suelo, inconsciente y sangrando por la boca) A veces echamos unas fintas y hacemos guantes. ¿Verdad, campeón? ¿Ahora vas a ir por la corona de los medios? Te veo en forma.−Tú sí que tendrías que pelear, pero por la de los crucero; con esa barriga que estás echando. Te están perdiendo el respeto, Alemán, mira que te lo llevo diciendo; que aquí enseguida te pierden el respeto pero como no eres de este barrio sigues sin entenderlo.−Voy a ducharme y me cambio, luego os veo, ¿vale, hijo?−Sí, vale.−Pero, espera un momento, Daniel, ¿por qué ha sido la pelea?−Estos, que no saben perder. Íbamos empatados hasta los minutos finales y entonces nosotros sacamos a Calo, que jugó en el Barcelona.− ¡Yo soy del Barcelona!−Ya lo sé, traidor, que eres un traidor, y que, bueno, técnicamente, técnicamente, él no vive en el barrio, si no una hermana suya, ¡y metió un golazo por toda la escuadra! Y ahí se acabó el partido. Ya te digo, Julián, éstos, cuando se casen sabrán lo que es perder, y todos los días. Os dejo. Cuida del amigo americano.−Sí, eso, que me cuide el peque. Oye, Denny, ¿tú también quieres ser boxeador como tu padre y su amigo?− ¿Yo? ¡Qué va! Eso es de mariquitas, como dice mi tío el Guzmán, ¡solo saben que bailar y tocar, bailar y tocar! Como Cassius Clay; son muy aburridos. Yo a quien voy a ver entrenar es a Lorenzo el carnicero. ¡Es campeón de lucha libre americana! ¡¡Guaaggg!! Eso sí que es bueno, ¿sabes? Coge las canales, los terneros muertos, y las sacude de aquí para allá, ¡¡Guaaggg!! Es chulísimo. Y va a ir a Alemania a pelear por la corona europea. ¡Si me quisiera enseñar!− ¿Que te gusta el Wrestling? (¡Oh, may god!, yisuscraist, me lo llevo, me lo llevo a California como sea. Cuando vuelva a Madrid miraré el papeleo en la embajada, ¡pero me lo llevo a Santa Mónica!) Bueno, bueno, anda, te enseñaré a disparar con escopeta; vas a ser un marine, un tirador de élite. Y se gastó dos duros enseñándome.Tardes de verano en España, barracas de feria y fiestas de los barrios; ya nadie se acuerda. Llevábamos ya veinticinco años de paz inigualable, interminable; solo un extranjero podría negarlo. Sobre las ocho de la tarde la gente se arremolina hacia la tarima donde los músicos están ya terminando de afinar sus instrumentos y al poco se arrancan con el éxito del verano: la yenka.De todas partes sale gente joven que se pone a bailar y al minuto incluso la banda de La Mano Negra al completo está meneándose por aquí y por allá. También las chicas se animan y cuando termina la pieza ya está la zona de baile llena de gentes de todas las edades. Los ye-yés están desenfrenados y piden más y más jaleo.−Ahora, una de Los Brincos: ¡Borracho!−Denny, que bien bailas, ¿eso qué es, el twist?−Aprendí en la boda de mi prima, ¡ven a bailar!−No, espera, ven acá, deprisa. Ven.− ¿Qué pasa?−Ese grupo que acaba de llegar, ¿son coreanos?− ¡Esos no! Son los de La Casona, aliados. ¡Uy, uyyuyuyui, mira! Vienen Pichorro, Pecholobo y sus primos, el Tete, el Nene, ¡todos! que han venido de Suiza a pasar con ellos las vacaciones. ¡Verás enseguida la que preparan! Observa.− ¿Y eso por qué?−Porque uno de los de las Casas de Don Pablo está bailando con la hermana de Pichorro. Verás, verás, enseguida la que lían.La distancia no permite escuchar la conversación pero sí se comprende rápido la gestualidad, antes de que terminen de tocar Me lo dijo Pérez ya hay ocho o diez mozos dándose patadas y puñetazos en el centro de la era. Se para la música y se aparta la gente, asustada. Narices sangrantes y ojos morados es la cosecha casi instantánea que se recoge en esta pequeña trilla.−Vámonos, Denny, vámonos a casa, venga.− ¡Nooo, quieto! Que ahora mismo les separan. Espera.De la cantina de la feria ven llegar a la Comisión de Fiestas, estaban tomando una caña, y se acercan a los que se pelean. Empiezan a soltar galletas, con la mano abierta, y enseguida paran todos de zumbarse; bueno, todos no, ya sabemos cómo es Pecholobo, que no razona, pero el tío Juan le coge por la pechera y le suelta una torta que le da dos vueltas la cabeza.− ¡Pichorro, ven aquí! ¿Quién os dado permiso para montar una pelea en la fiesta?− ¿Qué pasa? ¿Ahora hay que pedir permiso para defender a tu hermana?−¡¡Pam!!Eso no ha sido una torta, ha sido una hogaza de cinco kilos lo que le ha plantado en la jeta. Pichorro también panza arriba.−Para eso estamos nosotros, los de la Comisión. Si queréis daros de hostias, y lo digo por todos, os vais hasta el Puente de los ojines. Largo, y que no lo tenga que repetir.−Venga, venga, no peleéis más, que no ha pasado nada. Aquí tenéis que venir a disfrutar de la fiesta no a montar gresca. Tete, no te calientes, no te calientes y ven a tomar una caña.− ¡Ves, Yúlian! Ya está mi padre haciendo de juez de paz. ¡Nunca permite que haya una buena pelea! Siempre tiene que meterse a cazolero, como le dice mi madre. ¡Bah!, ya se acabó lo bueno.− ¡Que te marches, Tete, que Juan está cerrando la mano! No tientes tu suerte.− ¡Joder! Es que ha pegado a mis primos y el honor…−¡¡Pam!!Una hogaza como la rueda de un carro que se lleva el Tete.− ¡Vaya! Esto se está poniendo divertido.−No, ya se acabó. Esos tres no se levantan en media hora por lo menos. ¡Bah! Me voy a casa a ver la tele con la abuela; están echando ahora Viaje al fondo del mar. Eso sí que es chulo, salen monstruos y extraterrestres espantosos, no me la quiero perder. Hasta luego, quédate con mi padre.Pues sí, ya pasó el jaleo y la sangre no llegará al río, como otros años; la música se reanuda y la gente vuelve a bailar y disfrutar de las atracciones de feria. Risas y sonrisas, bailes sueltos y agarrados, manzanas azucaradas y nubes de algodón rosa para los niños.Paz en el reino del tirano pescador.
¿Alguien lo duda? No hay quien rechiste y menos en una jornada jovial como ésta: la gran fiesta de Valdelamora; donde el diablo perdió el rabo y le afeitaron los cuernos a base de bien.Por mentarlo; sería el diablo, siempre enfadado con la jovialidad humana, el que preparó el fin de fiesta, o tal vez, descreídos, un simple fenómeno atmosférico pero cuando más animada está la fiesta un rayo terrible desgarra el cielo y en minutos descarga agua por toneladas. Todos a la carrera a buscar refugio.Yúlian y Daniel entran a la carrera en casa pues la puerta está abierta. (En aquellos tiempos la puerta siempre estaba abierta cuando llegaba el verano. A nadie se le ocurría cerrar la puerta de casa. Las abuelas abrían la casa nada más levantarse y permanecía abierta la puerta hasta que se iban todos a la cama; los niños íbamos de una casa a otra entrando como Pedro por su casa, a nadie le extrañaba, pero un día llegó la droga, y se cerraron todas las puertas hasta hoy día) Empapados, piden toallas para secarse. Los abuelos están sentados viendo la televisión y el peque ya está terminando de cenar.−Os pilló la tormenta.−Nos pilló bien pillados; menuda jabarda está cayendo. Como no pare pronto vamos a tener que salir en piragua mañana por la mañana. ¡Qué manera de caer agua! Julián, sube conmigo y te cambias de ropa, ¡ah! y te quedas a cenar; ya te irás al hotel cuando pare de llover.−Pero que puedo llamar un taxi, no os molestéis.−Cuando pare de llover puede que encuentres alguno; ven, sube.Tardarán un buen rato en bajar pues Yúlian es un hombre muy fornido y hay que rebuscar entre la ropa de mi padre para encontrar algo que le sirva. Cuando bajan tan solo se escucha los sonidos de la televisión y el agua que golpea las ventanas.−Dani, ¿qué estás haciendo?−Nada, viendo la tele con los abuelos.− ¡Anda! Es un péplum, ¿cómo se titula? No, espera, yo la he visto. Pero, claro, claro, los actores hablan en español, no es su voz auténtica, ¡qué curioso! Este film es muy bueno; muestra una de las grandes batallas del Peloponeso.− ¿El peloqué?−Pelonada, te vas para la cama ahora mismo. Recoge tus cosas.− ¿No puedo quedarme a verla?−No, cernícalo, a la cama. Es una peli para mayores de 18 años; tiene mucha violencia y luego sueñas y te levantas a media noche. Largo, chau.− ¡Abuelo! Cuando sea mayor, cuando sea mayor, ¡las veré todas! ¿Te enteras? ¿Te enteras? Las veré todas. ¡Uy! Vale, vale, me voy.Los retortijones de oreja que daba el Jujana convencían a cualquiera y en minutos el peque está en la cama soñando con los personajes de la Historia Sagrada.FinNo sé si aquel niño existió y creció, tal vez siga igual en algún universo paralelo, ¡Sí, vale, me encantan las pelis de griegos y romanos! Nunca me pierdo un estreno, pero yo creo que solo fue un sueño, una ensoñación ajena, que aquella noche, tras la charla con unas profesoras de español en Norteamérica, me llegó cuando ya me peleaba con la almohada. Comentando esta pesadilla con Aurora encontró unos días después, cuando ya tenía el cuento casi finalizado, un par de pequeñas fotos, descoloridas, y, ¡vaya! al mirarlas allí estaba al completo la Comisión de Fiestas del Barrio de Valdelamora de mi sueño. Las fotos eran de una visita anterior de Yúlian a España y las había enviado desde su casa en Redwood City, California, a los pocos días de irse; yo no las conocía o recordaba pues el niño, ese niño de las fotos, tendría cuatro años cuando debió de hacerlas. Mi madre las había conservado por alguna extraña razón guardadas en un libro de Fenimore Cooper que conservo en casa: El último mohicano.Casualidades de la vida. Para mí tan solo era un sueño, una idea para escribir un cuento, otro cuento fantástico, un solipsismo, pero tengo delante de mí las fotos y mi cabeza se llena de recuerdos, que no pueden ser míos, ¿o sí?Las grandes batallas del Peloponeso. Cuento.

Ahí estaba, detrás de nuestro grupo la fábrica de lejías Rebeca, la fábrica de Motores Piva, el vivero de Flores Sabadell; la era donde se hacían las fiestas del barrio, campos de lúpulo cerca del puente de Los Ojines bajo el cual pasaba el agua de la vieja Presa de San Isidro. En ese mismo lugar han construido hace poco un apeadero de Adif de la línea del tren de Matallana, Hospitales.  Este cuento salió publicado en mi libro Milagro en Benarés y otros cuentos prodigiosos, en el año 2014.Milagro en Benarés.

Daniel Paniagua Díez

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