
Gracias a su propia empresa para impulsar la guerra que culminó con tanto honor a Francia, y en parte también a su hábil manejo de las facciones en la corte, Catalina de Médicis ahora disfrutaba del poder supremo. Todo el peso del gobierno recaía sobre sus hombros, ya no había otra persona que controlara los asuntos públicos. LEER MÁS »
