El nuevo poemario que nos regala Iria Fariñas: Las huellas deshabitadas, esconde un laberinto por el que la poeta nos va dejando pistas, huellas, que nos llevarán a conocer mejor su mundo interior, sus temores y esperanzas, su añoranza por los tiempos pasados, lo doliente y lo vivido, en definitiva, sus pasos por la vida.
Aparece dividido en cuatro partes que, ya desde el principio, son una declaración de intenciones.
Pelmatoscopia, del griego pelma (planta del pie) y skopia (observar) presenta un buen puñado de (o muestras, como Iria los llama) en el que se indaga en la necesidad de caminar para experimentar: Escondí las botas llenas de barro./ Ahora solo queda un camino de huellas.// Cuando los pies las mueven/ parece que gritaran de júbilo/ al atravesar cada umbral.
Vemos, por tanto, la capacidad de la poeta para hacer una labor de introspección y aludir al cambio experimentado en ella con el paso de los años, pero ese cambio no es ajeno a la propia existencia del ser sino que se retroalimentan, el cambio inexorable implica, de algún modo, la idea de volverse a conocer a uno mismo: Ahora soy un río que conduce a una cascada que baña a una mujer/ y mientras avanzo por las curvas de este cauce me repito: ese cuerpo ya no es mío,/ yo ya no tengo continente ni dianas.
Los sentidos adquieren un protagonismo relevante en el poemario, ejemplo de ello es la pieza titulada "Muestra nº5 región externa", donde destaca sobremanera el sentido del oído: Al pisar una hoja seca,/ su crujido abre una fisura/en el alboroto del viernes:// de repente la ilusión del silencio/ se instaura apenas un instante/ mientras observo las cenizas/ que caen de un cigarro;/ mientras me pregunto cuál es el idioma de avalanchas como estas.//
También encontramos en este apartado el poema que da título al libro: "Muestra nº7 concéntrica", aquí, la lejanía -y consecuente pérdida de alguien- deja a la poeta sumida en la tristeza por los recuerdos y la añoranza de esas vivencias: ¿Por qué no me pregunto a dónde?/ Ya sabiendo que no está,/ prefiero mantener la bomba lejos,/ las lápidas lejos,/ los carteles de se busca/ lejos. // Ella se ha ido/ y me ha dejado todas estas huellas/ deshabitadas.//
En esa misma línea se desarrolla el último poema de esta primera parte en la que el sufrimiento, las ausencias, etc., dan lugar a nuevas formas de vida provocadas tras la superación de esos momentos dolorosos, aunque puede que la vida ya no vuelva a ser igual: Aquel que resurge de la nada:/ un río inverso/ que deforma su liquidez/hasta hallar una forma nueva,/ un pseudónimo nuevo;/ otro modo de seguir/ existiendo de lado.//
En la segunda parte del libro -Quiroscopia-, Iria traslada su punto de mira a las manos, el sentido del tacto se convierte en fundamental para abordar aspectos propios del espíritu humano, ejemplo de ello es el poema titulado "Muestra nº3 subtipo bucle", en el que se hace patente la necesidad del ser humano de tocarse, abrazarse, etc., siendo algo intrínseco en nosotros: No sé de promesas u otros sueros./ La condena del tacto es una palmada expansiva/ a través de todos los cuerpos y sus cárceles.
Sigue la línea del anterior la composición que cierra este apartado; las manos, el tacto se encumbran como el sentido más relevante frente a los demás, fundamentalmente cuando nos llega la muerte, sin lo táctil todo es olvido: Las manos ya no tocan otras manos./ Y si no tocan, ¿para qué sirven?// Las manos están mudas, ciegas, sordas/ como un ejemplo taxidérmico del hambre.// ¿Desaparecerán/ e imitarán así a las caricias que olvidamos?//
Dactiloscopia (dedo+observar) es el título de la tercera parte del libro, aquí adquiere una especial relevancia la idea del paso del tiempo, la vida se nos escapa de entre los dedos; bajo ese tópico del "tempus fugit" la poeta aborda desde diversos prismas la imposibilidad de detener el tiempo, la corrosión que supone el devenir continuo de los días, la pérdida de la memoria, las heridas que quedan abiertas...
A continuación reproduzco el poema "Muerta nº3 Vertilicio abierto" de manera íntegra, pues pienso que recoge lo que acabo de decir:
Los dedos son olvidadizos,
enseguida se amoldan a otro tacto.
Amoldarse en cada fracción de distancia
resulta sencillo para ellos,
como quien aplasta un laberinto de arcilla.
La amnesia y el pragmatismo
son equivalentes en términos del lenguaje dactilar.
El paso del tiempo se hace patente también en el poema titulado: "Muestra nº6 subtipo cicatrizal", en él se alude a los 17 años como una etapa en la que se atiende más a lo físico, a lo superficial, y en definitiva a la intensidad con la que se vive durante la adolescencia, esa etapa en la que se forja la personalidad y se asientan las bases del ser adulto que surgirá después, aquel que verá como un extraño a ese adolescente ya extinguido: A los diecisiete años/ buscaba formas de parecerme a los vivos/ de los anuncios y de los libros y de las películas,/ algo así como el pseudónimo/ que diera sentido a mi personaje./ Todo anonimato/ esconde un nombre de segunda mano.// (...) A los diecisiete años gustar era un estado de ánimo./ Todas las posibilidades de sentir/ a los diecisiete años/ eran como siglos de tradición/ que se quedaron fuera de repente.// Fue entonces cuando empecé a mirar/ cómo regresaba/ y ofrecí mis ojos al asombro:/ ¿de quién es esta cara que me acompaña/ como una vecina asomándose a todos los espejos?//
En definitiva, el discurrir de las agujas del reloj (y de la vida) deja huellas, cicatrices, legajos de un pasado que da lugar a un nuevo libro vital; se abre entonces la posibilidad de reencarnarnos poéticamente, de renacer de nuestras propias cenizas, como podemos apreciar en los últimos versos del poema que cierra esta tercera parte: Soy huella del eco del eco del eco./ El último eco es mi retrato./ Una reverberación/ que no conoce de fronteras/ ni de definiciones.// Cuando se extinga,/ gritaré otra vez/ frente a la página en blanco/ esperando algún sonido de vuelta.
La última parte del libro: Huella latente, indaga en la idea de la tercera parte, luego el paso del tiempo, la consciencia de la existencia, la llegada de la muerte o la imposibilidad de controlar los vaivenes de la vida son algunos de los temas a destacar.
La obra, en conclusión, aglutina todas aquellas huellas que vamos dejando desvencijadas, perdidas, ajadas en las playas del olvido. La vida no es más que una obra inacabada que es susceptible de ser borrada por la marea del destino, que no atiende a razones y solo quiere que seamos conscientes de nuestro paso superfluo por el mundo.
Iria Fariñas ha sido capaz de traernos una poesía rica en recursos estilísticos, bajo su verso encriptado ha conseguido llevarnos de la mano por sus recovecos vitales para acabar transfigurando, en un mismo lienzo, las huellas deshabitadas, aquellas que nos hacen ser conscientes de que el legado vital que pensamos dejar a los nuestros no es más que un espejismo o un señuelo que se difumina con los años.
Iria Fariñas nació en Madrid en 1996. Ha publicado tres poemarios: "Antinomia" (Postdata ediciones), "Vista aérea" (Ed. Entre Ríos) y "Ayer ya será tarde" (Ed. La poesía mancha).
Actualmente dirige el proyecto sociocultural Reescribiendo Nuestro Mundo y forma parte de su equipo docente, mediante el cual introducen el trabajo de la creatividad en el aula de varios centros escolares.
Quedó finalista en el III premio de microrrelato de IASA Ascensores y en el IX premio Jordi Sierra i Fabra de novela juvenil. Aparece en diversas antologías, fanzines y revistas literarias como por ejemplo 52 semanas (Entropía ediciones), Trépano (Ed. Ojos de sol), Carne para el perro (Letras de contestania), el DIY (revista exprés del laboratorio de creación de Cosmopoética), etc.
Por otro lado, organiza eventos culturales, dibuja y pinta, colabora en proyectos de cruce disciplinar artístico, y participa en tertulias y ciclos literarios.