En anteriores posts hemos dado un repaso a las joyas de otras épocas como la romana o la egipcia.
Hoy queremos prestar atención a las joyas de la Edad Media.
Tras la caída de Roma se siguieron utilizando las formas y técnicas propias de la joyería romana. Las tribus bárbaras del este de Europa, hábiles en el trabajo del metal, combinaron tradiciones romanas tales como la filigrana con la tradición bizantina del alveolado (técnica para decoración de objetos metálicos mediante incrustaciones de piedras preciosas, vidrio, y otros materiales), introduciendo sus propias variaciones regionales.
El oro y la plata fueron los metales que más utilizaron los artesanos de esta época. La mayor parte del oro provenía de acuñaciones de monedas bizantinas y árabes, y el resto se obtenía principalmente de la explotación de los auríferos de Nigeria y la Costa de Oro. La plata procedía de Europa occidental (Melle en Francia y Cerdeña en Italia).
En el siglo XI los broches, por lo general circulares, fueron una de las joyas más utilizadas. Los anillos y los colgantes engastados o esmaltados (en forma de crucifijo, de cualquier otro motivo religioso o como relicario) eran otras formas típicas de joyería de la época.
En los siglos XIV y XV collares y joyeles (colgantes prendidos en redecillas o cosidos a la ropa) se convirtieron en parte integrante del atuendo.
El esmalte pierde la preferencia y se reemplaza por los diamantes, adornos de botones de plata, oro o perlas. Las hebillas incrustadas de pedrerías alcanzan grandes dimensiones. Tanto hombres como mujeres adoraban llevan los dedos cargados de anillos.
La devoción introduce en el atuendo los rosarios, cuyas cuentas son de oro, de hueso, de cuerno, de marfil, de coral, de nácar, de ámbar o de azabache.
En la Edad Media, en Europa, la joyería adquirió notable relevancia. A finales del siglo XVI se inicio el tallado de las piedras preciosas, y en España los metales nobles traídos de América dieron gran impulso a las artes suntuarias.
En los siglos de la edad media Europea, las joyas eran usadas exclusivamente por los ricos comerciantes, caballeros nobles, religiosos, miembros de la familia real y nobles, por lo que la joya era un privilegio fundamentalmente de la aristocracia.
La joya representaba el poder, la autoridad y durante mucho tiempo alternó este símbolo con el poder de curar enfermedades o de realizar hechizos. Más tarde, las piedras preciosas se utilizaron como regalo para simbolizar el amor cortesano.