me quedo con tu mirada, con tus ojos clavados en mi la primera vez que coincidimos, lo noté, lo sentí…conectamos. En ese primer contacto no importó nada, ni la diferencia de edad o de vida…sólo que tú me miraste y yo te miré. Un intercambio no sólo de miradas sino también de energía que duró cada uno de los días que nos encontramos. Pero el temor al rechazo ajeno, al “¿cómo se va a fijar en mi? fue mutuo convirtiendo lo que pudo ser en lo que no fue, ¿quizá será?.