En el repaso a lo mejor de 2013 haré referencia a cuatro lecturas.
1984, de George Orwell. Empezaré por una que aún no he reseñado. Lo tenía en formato epub para mi ebook pero he preferido comprármelo en papel para anotar todo lo que sabía que iba a encontrar. Es un libro maravilloso sobre el valor de la individualidad y de la libertad. Deberían leerlo todos los integristas, no solo los comunistas y sus actualizaciones alternativas.
Diario de las estrellas, de Stanislaw Lem. A estas alturas creo que la carga contra el Estado, el totalitarismo y la religión, envuelta en una prosa maravillosa y una delicada ironía, me enganchó. De fondo, esa estupidez humana de la que deberíamos ser conscientes para avanzar. Desde aquí quiero saludar a todos los tontos y tontas solemnes, a esos que no toleran ideas o comportamientos distintos, que si no fueran tantos serían dignos de ser incluidos en un libro.
Próxima centauri, de Murray Leinster. Si te gusta la buena ciencia-ficción, con un planteamiento realista en lo humano y en lo científico (adecuado a su tiempo, claro), no deberías perderte este relato largo. Me salvó un verano de lecturas regulares. Siempre lo relacionaré con el verde césped y el azul cielo. Cosas que pasan.
La torre de cristal, de Robert Silverberg. Me quedo con el retrato de la ambición humana, capaz de cualquier cosa, incluso de sacrificar lo más cercano o íntimo. Pero sobre todo me gustó la descripción del descubrimiento de una nueva vida por parte del androide, de un nuevo mundo exterior e interior, el de los sentimientos, las emociones y los deseos, el de la propia personalidad, el de una sociedad abierta y plural. Tengo el propósito, y el deseo también, de leer este 2014 un poco más de terror. Todavía la fantasía no me llama en exceso, pero todo se andará. De todas maneras, no suelo planificar mis lecturas aunque haga listas de libros imprescindibles. Me dejo llevar, porque dejarse llevar es uno de los más bonitos placeres en esto de la lectura. Y si no me crees, prueba.
