Revista Opinión
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La cifra de déficit fue una de las bazas que Mariano Rajoy empleó para defender su gestión en el Debate del Estado de la Nación. Los autores analizan esos datos.
El Gobierno del PP ha anunciado que el déficit público se situará en el 6,7% del PIB, mientras la Comisión Europea anunciaba otra cifra, el 10,2%, al incluir las cuantiosas ayudas a la banca. A día de hoy, sin embargo, el único dato contrastable nos lo proporcionan las Cuentas No Financieras del INE. Éstas mostraban un déficit del 9,9% del PIB hasta septiembre sin tendencia a decrecer, por lo que probablemente supere el 10%. En cualquier caso, tal baile de cifras significa que, tras más de un año de recortes brutales de todo tipo (educación, sanidad, 281.000 empleos públicos, etc.), el déficit de 2011 no sólo no se habrá reducido, sino que será incluso superior en unos 5.000 millones de euros: desde los 98.900 millones (9,3% del PIB) a más de 104.000 millones en 2012. Ello abre una serie de contradicciones y aporías en el discurso ideológico neoliberal sobre la salida de la crisis a través de los sacrificios de la austeridad:1) La llamativa descomposición del déficit total entre el correspondiente al rescate bancario y el resto, como si el primero fuese un déficit “bueno” y no aumentase la deuda pública. Bruselas no lo computará a efectos del protocolo de déficit excesivo, con el argumento de que son gastos no recurrentes, es decir, puntuales. Pero existen multitud de otros gastos no recurrentes que, en cambio, sí computan como déficit público a tales efectos.2) El fracaso sin paliativos de la austeridad como estrategia, no sólo por la doble recesión que ha ocasionado, sino porque ni siquiera logra reducir el déficit público. Lejos quedan multitud de artículos pseudoacadémicos sobre una “austeridad expansiva”, que aumentaría la confianza de los mercados. En una crisis como la actual, cada punto de recorte planeado sobre el déficit supone una caída del PIB superior a la unidad, haciendo que la tarea del ajuste fiscal sea más propia de Sísifo. Un círculo infernal por el que, si en 2012 el déficit público se situara en el 6,7%, para 2014 aumentaría hasta el 7,2% según previsiones de la Comisión Europea.3) Incluso la propia necesidad de rescate a la banca no es sino una consecuencia indirecta del ajuste fiscal y los recortes, en la medida que la caída de la demanda ocasionada ha generado un deterioro adicional en los precios de los activos y un aumento de la morosidad que ha terminado por quebrar a las entidades financieras más débiles.Cada punto de recorte planeado sobre el déficit está suponiendo una caída del PIB superior a la unidad4) Se abren brechas dentro de la propia economía ortodoxa. Un caso llamativo es el del profesor Paul De Grawe, especialista en zonas monetarias, respetado en ámbitos oficiales. Hace dos semanas escribió un artículo muy crítico con las actuales políticas de ajuste fiscal en la Unión Monetaria, y en el que señalaba el círculo vicioso descendente que genera la austeridad. El autor concluía con unas palabras proféticas si se piensa en los resultados de las elecciones italianas: “Dado que resulta evidente que los programas de austeridad producen sufrimientos innecesarios, especialmente para los millones de personas que han sido arrojadas al desempleo y la pobreza, la resistencia en contra de estos programas es probable que aumente. Una resistencia que puede llevar a que millones de personas deseen ser liberadas de lo que perciben como trabas impuestas por el euro”.Todos estos resultados, que no logran cumplir siquiera su objetivo primario de reducir el déficit, no son una sorpresa. Multitud de economistas del pasado y del presente han señalado que una política de reducción del déficit público durante una recesión de balance como la actual, en que empresas, consumidores y bancos reducen inversiones, consumo y crédito para pagar sus enormes deudas acumuladas, sólo conseguirá profundizar en la espiral deflacionista: mayor recesión, desempleo, mayor deuda en términos reales, hasta terminar en un colapso.Precisamente un colapso similar es el que se dio durante los años ‘30 del pasado siglo, cuando el presidente de EE UU, Hoover, y el canciller alemán Brüning intentaron equilibrar entre 1930 y 1932 los presupuestos públicos como milagrosa receta contra la crisis. La experiencia histórica mostraría entonces las desastrosas consecuencias de aquellas recetas, escondidas tras eslóganes similares a los del actual neoliberalismo tanto bruselense como castizo: “No se puede gastar lo que no se tiene”; “en una crisis el primero en ajustarse debe ser el sector público”; “los sacrificios de hoy traerán las prosperidad de mañana”, etc.No obstante, dada la evidencia teórica e histórica no creemos que la élite económica y política europea desconozca los resultados catastróficos que dichas políticas tendrán, por lo que creemos que el objetivo no declarado persigue mejorar la valorización del capital privado, especialmente del financiero. Pero el factor con el que no cuentan es con la reacción social de los trabajadores y clases subalternas europeas, que creían tener controladas.
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