Hoy toca Escépticos en el Pub. El Irish Corner, en Madrid. El tema: "Las muchas vidas y muertes de Jesús de Nazaret". Nos lo explica Miguel Ángel, el ponente:
En 1985 Robert W. Funk creaba el Jesus Seminar, un grupo formado por un centenar de académicos neotestamentarios con el objetivo de elucidar, utilizando la antropología, la historia y el análisis textual, qué pudo y qué no pudo decir Jesús. Y la polémica, que se había encontrado latente a lo largo de todo el siglo XX, estalló. La razón es obvia: además de sesudos artículos y libros, los miembros del seminario se dedicaron de manera consistente a sacar su postura en los medios de comunicación una visión de Jesús muy diferente a la por todos conocida. El tranquilo mundo de la investigación neotestamentaria, en manos de católicos y protestantes, se vio sacudido por el terremoto mediático de la década de los 90. Nuevas imágenes de Jesús aparecieron por autores no vinculados a ninguna iglesia y las viejas posturas recibieron un fuerte impacto bajo la acusación de haber entorpecido y enmascarado al verdadero Jesús.
Una idea debemos tener presente: la investigación histórica del Nazareno, el que realmente vivió y murió en Galilea, está y estará siempre en la cuerda floja. “No existe una Suiza neutral en el investigación sobre Jesús”, afirma el sacerdote católico John P. Meier, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Notre-Dame en Indiana, EE UU. No es lo mismo que estudiar a Sócrates o a Alejandro Magno. En rarísimas ocasiones se ha dado el caso que un historiador confesional haya llegado a conclusiones distintas a las que soporta su fe. Y si no es así, se puede prever qué sucederá: como le ocurrió a la teóloga Uta Ranke-Heinemann, autora del polémico libro No y amén, compañera de estudios del anterior Papa y la primera mujer en ser profesora de teología en una universidad católica, de donde fue separada de su cargo al interpretar la virginidad de María en un sentido únicamente teológico y no biológico.
La vida de Jesús, tal y como nos ha llegado, es totalmente sobrenatural: nacido de una virgen, autor de portentosos milagros y, sobre todo, resucitado de la muerte. Ya lo dijo Pablo de Tarso: “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe”. En este sentido, la historicidad de la resurrección, que el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene en base al testimonio recogido en los evangelios, es clave para entender las peleas y debates que en la última mitad del siglo XX se han producido en el ámbito universitario y que se conocen como The Jesus Wars, las Guerras de Jesús.
Por eso “el estudio histórico de Jesús es un cómodo lugar para hacer teología y llamarlo historia”, comenta uno de los más polémicos estudiosos neotestamentarios, John Dominique Crossan.
El Jesús histórico no se resolverá jamás. Cada cual arrima el ascua a su sardina e intenta ajustarlo a su propia ideología. Cualquier investigación histórica adolece de suficientes lagunas para poder bailar con los hechos hasta acomodarlos a nuestras concepciones previas. Si existen personas capaces de negar el holocausto nazi, ¿qué no puede hacerse con una figura de hace 2.000 años del cual la única información que se tiene es la que proporcionan sus propios seguidores? La investigación sobre el Jesús histórico presenta una clara falla: la escasa investigación antropológica y psicológica de cómo se construyen las historias míticas y religiosas. Entender porqué aparecieron y triunfaron movimientos más modernos, con un origen netamente sobrenatural, como el espiritismo –a los dos años de su nacimiento en 1848 aglutinaba a más de 8 millones de seguidores– o el más reciente de los contactos con extraterrestres, quizá proporcionen alguna luz sobre el nacimiento de las religiones y sobre la fiabilidad de las fuentes. De todas formas, en Jesús se hace cierto lo que el físico teórico Werner Heisenberg dijo en broma de su propia especialidad: “cuando los hechos no concuerdan con la teoría, es un problema exclusivo de los hechos”.
Allí nos vemos.