Las obras de Arte inacabadas, el final real de las cosas, o su auténtico sentido.

¿Por qué Manet dejó sin terminar el retrato de la joven actriz francesa Ellen Andrée? Esta hermosa mujer fue retratada antes, y después, por otros famosos impresionistas, como Degas, Renoir. Pero fue Manet quien no finalizó su retrato. Tanto Degas, antes, como Renoir, después, la pintaron dentro de un contexto distinto al retrato individual e identificado. En su extraordinario cuadro El almuerzo de los remeros, Renoir pinta a un grupo de amigos de él, entre los que se encuentra su colega Gustave Caillebotte sentado en el ángulo inferior derecho; justo mirándole, a su derecha, está dibujada la joven Ellen Andrée. Degas, también la utilizó como modelo para su enérgica, dura y desolada imagen en su obra Absenta o Ajenjo, la cual impresionaba una pareja sentada a la mesa de un bar parisino bebiendo la, por entonces, alucinógena bebida bohemia e inspiradora.
Pero, sin embargo, ambos cuadros no debían reflejar la grandiosa belleza de Ellen Andrée. ¿O, sí? El gran creador del movimiento impresionista, uno de sus más importantes precursores incluso, que fue Edouard Manet quiso retratarla a ella, a su espléndida belleza: una mujer rubia, con sus enormes ojos azules, y su moldeada y perfecta tez. No lo terminó, dejó inacabada la obra, sólo pasó a ser entonces un bosquejo en pastel, algo impropio del gran creador francés. Así lo dejó. Así quedó para la historia.
Cuando el pintor aficionado y actor austríaco, Joseph Lange (1771-1831), se decidió a realizar un retrato de su admirado cuñado Mozart (la esposa de Mozart y la de Lange eran hermanas), llegó a componer un fiel, excelente, y posiblemente uno de los mejores retratos que se le harían al gran músico clásico. Pero, éste pintor tampoco terminó su obra, la dejó sin finalizar, no acabó el lienzo del retrato de Mozart en 1783. Y aún le quedarían a ambos, al pintor y a su modelo, años de vida. Sin embargo, o no quiso, o no pudo, o lo olvidó, o lo dejó así, quizás pensando que nada podría verdaderamente reflejar la grandiosidad del retratado, su verdadero perfil, más allá de lo humano que este genio pudiera así reflejar.
El extraordinario Velázquez, el magnífico pintor español del Barroco, creó entre 1643 y 1649 una obra que tituló La Costurera. Posteriormente identificaron a la mujer retratada o con la esposa o con la hija del gran pintor. Éste no falleció hasta 1660, así que ¿por qué no finalizó esta excelente obra? O es que pudo dejarla así, queriendo hacerlo. No se sabe. La realidad es que, para ser una obra del pleno Barroco, era inconcebible dejar un cuadro sin terminar. Pero, él, todo un renombrado artista, pintó para sí mismo esta obra al parecer no encargada. ¿La acabó, entonces? ¿Qué es acabar una obra de Arte?
Porque no se puede definir el fin de algo tan absolutamente azaroso, indefinible y creador como es el Arte. Hoy no tiene sentido. Pero, entonces, sí lo tenía. Demostró así ya el insigne pintor español que las creaciones no pueden medirse en la finalidad de éstas, en su completa terminación, porque las creaciones de Arte deambulan por el misterio de lo indefinible, de lo que únicamente puede entenderse desde lo emocional, y ésto no admite fórmulas matemáticas de principio y de fin. Pero, es que las cosas, de por sí mismas, son inacabadas; casi todas, porque, siempre, pueden añadirse a ellas algo más. ¿Cómo sabemos sino que las cosas, en una sola existencia, pueden vivirse ya de una forma completamente acabada? ¿O, sí?
(Obra del pintor español actual Cristóbal Toral, La Gran Avenida, obra inacabada, 1994; Retrato de Mozart, obra inacabada, 1783, de Joseph Lange, Museo de Salzburgo; Óleo La Costurera, 1649, de Velázquez, National Gallery de Art, EEUU; Bosquejo al pastel titulado Mujer rubia con ojos azules, 1878, del pintor Edouard Manet, Museo del Louvre; Óleo de Degas, La Absenta, 1876, Museo de Orsay, París; Fragmento del cuadro El almuerzo de los remeros, 1881, del pintor Renoir, EEUU.