Cuando uno entra a una sala de cine sin apenas referencias espera que le sorprendan. En el caso de que un trabajo previo le haya seducido aspira a ser subyugado, lo que supone un hándicap para la película en cuestión que no tenía la anterior. Handia, por suerte para Moriarti Produkzioak, sus creadores, nació con una gran expectación por parte de los muchos que amamos la maravillosa Loreak, con la importancia que eso supone de cara a la siempre competitiva taquilla y a la permanencia en cartelera. Aunque la otra cara de la moneda, la de la expectativa, situaba a gran altura el inevitable listón a superar.
Con esa única premisa, que no supone poco bagaje para alguien acostumbrado a abordar un largometraje sin un ápice de información, los primeros veinte minutos resultan netamente esperanzadores amén de espectaculares. Los rótulos iniciales anunciando un contexto histórico, la primera mitad del siglo XIX, que abrigaba notables cambios en el mundo tal como se conocía; desde los producidos en el ámbito científico y cultural como los derivados de la mutante geopolítica, con el fin del antiguo régimen y la revolución francesa todavía coleando, las Guerras Napoleónicas en España y posteriormente la abolición de la Ley Sálica y las Guerras Carlistas que se recrudecieron y afectaron a la familia protagonista.
Una cuidada factura a partir de la magnífica fotografía, el tratamiento realista del sonido, que resulta atronador, y del montaje, especialmente en la secuencia de la batalla entre carlistas e isabelinos que recuerda por momentos a Braveheart o Salvar al soldado Ryan, nos hacen una promesa que, muy a nuestro pesar, queda en un deslumbrante prólogo que se va desvaneciendo a medida que la trama se va centrando en lo que realmente venía a contarnos. Un concepto interesante pero al que no se ha sabido hincar el diente para hacerlo resultar lo suficientemente atractivo como para mantenernos asidos por la pechera del mismo modo que el brillante arranque nos había atrapado.
En su partida de nacimiento se puede leer Migel Joakin Eleizegi Arteaga. Vino al mundo en un pueblecito guipuzcoano, Altzo, en 1818. A los 20 años desarrolló acromegalia, una enfermedad causada por una secreción excesiva de la hormona del crecimiento que le hizo alcanzar los 2,27 metros. El conocido como gigante de Altzo fue un personaje muy popular en su tiempo siendo recibido en todas las cortes europeas.
Las vivencias de este tipo singular junto a su hermano mayor, además de sus tirantes relaciones paternofiliales, contaban, a priori, con gancho e interés como para haber resultado estimulantes a la audiencia. Finalmente las intenciones han quedado en mero deseo debido, entre otros factores, a un problema de inexpresividad en el caso de Joseba Usabiaga, el intérprete del primogénito sobre el que recae el peso de la cinta, que aparta cualquier hálito de empatía que podamos sentir hacia su personaje, y a un guión que ralentiza y prolonga en exceso una narración lineal que adolece de la concisión y la exquisita complejidad que nos ofrecía la fantástica Loreak.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Irusoin, Kowalski Films, Moriarti Produkzioak. Cortesía de A Contracorriente Films. Reservados todos los derechos.
Handia
Dirección: Aitor Arregi y Jon Garaño
Guión: Aitor Arregi, Jon Garaño, José Mari Goenaga y Andoni de Carlos
Intérpretes: Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Ramón Agirre
Música: Pascal Gaigne
Fotografía: Javier Agirre
Duración: 114 min.
España, 2017
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