El lema "todos contra el fuego" ha calado tanto en nuestra sociedad que nos cuesta asumir la idea de que los incendios naturales forman parte del funcionamiento de la mayoría de nuestros montes. La influencia del fuego ha sido una constante en nuestra región mediterránea durante millones de años, por lo que muchas plantas están adaptadas a tolerarlo e incluso lo aprovechan en su ciclo vital. Los incendios que suceden con la frecuencia adecuada de hecho favorecen la biodiversidad, abriendo claros donde pueden crecer arbustos y hierbas lejos de la dañina sombra de un dosel forestal cerrado. Actuando el fuego como un gigantesco herbívoro que llegase una vez cada pocas décadas (menos de 25-50 años para la mitad de nuestros matorrales), los incendios explican algunas de las peculiaridades más llamativas de las plantas de la cuenca mediterránea.
¿Qué harían las plantas de nuestro ecosistema ante un incendio? Las encinas quemadas rebrotarían desde su cepa subterránea, como suelen hacer los árboles siempre verdes del mediterráneo. Los romeros arderían rápidamente, ya que los aceites fragantes de sus hojas atraen el fuego, como sucede también con otros arbustos aromáticos y con la jara pringosa y su barniz pegajoso. Con el fuego, las semillas del romero, entre la tierra, recibirían un golpe de calor que curiosamente las despierta, con lo cual germinarían masivamente después del incendio, aprovechando los nutrientes de las cenizas y colonizando con rapidez los claros abiertos por el fuego, los nuevos parajes liberados de la dañina sombra de las encinas. Esta estrategia, la de los germinadores, se observa de manera espectacular en las jaras. Sabiendo esto, ¿a quién le extraña que buena parte de los matorrales mediterráneos sean jarales y garrigas de plantas aromáticas? Estos arbustos precisamente son oportunistas que surgen tras los incendios con los que el hombre ha aclarado durante siglos los montes para conseguir tierras de pasto.
Sin embargo, ninguna de las plantas de nuestra región puede compararse por su relación con el fuego con una especie exclusiva de los matorrales mediterráneos de Sudáfrica, del llamado fynbos, donde el fuego ha sido mucho más importante para la vegetación (la mitad de estos matorrales se quema en 10-20 años). La planta en cuestión es Cyrtanthus ventricosus (dibujo), una verdadera "flor del fuego", de la familia de los narcisos, un bulbo que permanece inactivo, oculto bajo tierra, hasta que ocurre un incendio. Entonces crece alzando sobre el suelo calcinado tallos que darán flores y semillas antes de marchitarse, y después vuelve a su quietud subterránea a la espera del próximo fuego. Un ejemplo increíble de las muchas sorpresas que seguramente nos aguardan todavía entre la biodiversidad mediterránea a lo largo del mundo.
Datos sobre la respuesta de encinas, romeros y jaras procedentes de Pausas & Verdú (2005) Plant persistence traits in fire-prone eocsystems of the Mediterranean basin: a phylogenetic approach. Oikos 109: 196-202.