El personaje Mark Watney (Matt Damon) en “Misión Rescate”. Copyright: 20th Century Fox.
La película “Misión Rescate” (“The Martian”), dirigida por Ridley Scott, ha sido aclamada como uno de los retratos más realistas hasta ahora de la exploración humana. Basada en la novela “The Martian” (“El Marciano”, en español) de Andy Weir, la película es protagonizada por Matt Damon que interpreta al astronauta Mark Watney, botánico e ingeniero mecánico con buen sentido del humor que queda abandonado en Marte cuando es dejado atrás accidentalmente por sus compañeros de tripulación. Enfrentado a alimentos y suministros extremadamente limitados, y sin esperanza de ser rescatado en menos de un año y a millones de kilómetros de distancia, desde un comienzo Watney expone sus opciones de subsistencia en la línea más memorable de la película: “Ante esta difícil situación, solo me queda una opción: voy a tener que aplicar la ciencia al máximo”.
Dicho sea de paso, en realidad no es ciencia lo que Watney usa para sobrevivir, sino ingeniería. Pero sin importar que sea ciencia o ingeniería, el resultado es un retrato realmente entretenido y razonablemente preciso de cómo vivir de la tierra, incluso cuando corresponde a tierra de un planeta seco y congelado.
Como los funcionarios de la NASA tienen dificultades para lazar una misión para traerlo de vuelta, Watney improvisa un plan ingenioso tras otro para mantenerse con vida. Transforma su hábitat en un laboratorio químico e invernadero, extrayendo agua potable de combustible de cohete y cultivando papas en un suelo marciano pobre en nutrientes y fertilizado con sus propias heces. Repara grietas en su traje espacial y esclusas de aire que han estallado con cinta adhesiva. Incluso ensambla apresuradamente su propio vehículo de larga distancia alimentado por baterías solares y calentado con plutonio radioactivo, luego viaja al sitio de aterrizaje del rover Pathfinder de la NASA para reactivar su radio y restablecer comunicaciones con la Tierra.
Hay varias imprecisiones pequeñas tanto en la novela de Weir como en la película de Scott. El viento de una tormenta de polvo que lo atrapó inicialmente en Marte apenas habría hecho ondear una bandera, debido a que la atmósfera marciana es demasiado tenue. En lugar de extraer agua de combustible de cohete, un Watney de la vida real podría escarbar y purificar agua de los depósitos de hielo que se cree que existen bajo el suelo a lo largo de grandes franjas del planeta. Y dado que la atmósfera de Marte y el campo magnético son demasiado débiles para proteger contra la radiación cósmica, la preocupación de Watney de calentarse con plutonio fuertemente blindado es un error, ya que la mayor parte de su exposición a radiación vendría simplemente al caminar por la superficie en su traje espacial.
Pero estos son errores técnicos pequeños. Las discrepancias más importantes de “Misión Rescate” en relación a la realidad tienen menos de ciencia, y tienen más que ver con la tecnología y política. La pregunta clave que responder sobre la precisión de “Misión Rescate” es esta: ¿Estaría Watney o cualquier otra persona en Marte para que la historia se desarrolle?
Ni el libro ni la película dicen explícitamente cuándo tiene lugar la historia, pero Weir ha revelado que Watney y sus compañeros aterrizan en Marte en noviembre de 2035. Llegan al planeta en un viaje de cuatro meses a bordo de una nave interplanetaria muy grande y costosa que lleva tripulaciones de ida y vuelta entre Marte y la Tierra. La nave también gira para otorgar gravedad artificial a sus ocupantes, para protegerlos de la debilitación causada por las extensas estadías en gravedad cero. Por otra parte, la misión de Watney es en realidad el tercer aterrizaje humano en Marte, precedido por dos aterrizajes anteriores en la década de 2030.
Todo esto parece encajar con el programa “Journey to Mars” de NASA, que pretende enviar astronautas a Marte en la década de 2030. Pero un análisis más cuidadoso del programa de la NASA revela potenciales problemas. A pesar de su precisión científica y técnica, “Misión Rescate” parece tener lugar en un cuento de hadas donde la NASA posee mucho más poder político y una cuota mucho mayor del presupuesto federal que la actual.
La NASA no tiene planes para una enorme nave que circule entre la Tierra y Marte, debido probablemente a que tal nave es considerada como inasequible. De hecho, debido a la falta de un presupuesto mayor, esencialmente todos los componentes cruciales para los viajes planeados de la agencia –cohetes, fuentes de energía, motores y naves para el espacio profundo, aterrizadores, hábitats y vehículos de ascenso– están atrasados y aún en sus primeras etapas de desarrollo, si es que ya comenzaron a ser desarrollados. Y debido a las prioridades políticas, la NASA podría ser incapaz de aterrizar una tripulación de astronautas en Marte en 2035, y mucho menos tres tripulaciones.
Y nuevamente, para la década de 2030, puede haber buenas razones para evitar aterrizar en Marte. La búsqueda de vida extraterrestre es probablemente la motivación más poderosa para enviar humanos a Marte, pero también es lo que podría echar por tierra dichas misiones. El anuncio reciente que confirmó flujos transitorios de agua líquida en el Marte actual alimenta el debate acerca de si los humanos podrían visitar las regiones más tentadoras y habitables del Planeta Rojo sin arruinarlas. Los microbios terrestres pueden viajar en varias misiones robóticas interplanetarias debido a nuestras imperfectas técnicas de esterilización de sondas, llevando con ellas el riesgo de contaminar o destruir cualquier ecosistema nativo donde ellas aterricen.
Si los microbios raros y tenaces en un robot son un problema, entonces los billones que viven dentro de cada explorador humano serían una preocupación mucho mayor. Un nuevo informe publicado por la National Academy of Sciences (“Review of the MEPAG Report on Mars Special Regions”) dice que tales preocupaciones de “protección planetaria” podrían limitar los aterrizajes humanos a las partes de Marte consideradas con menos probabilidades para albergar vida. Estas regiones, hay que decirlo, se están reduciendo a medida que las imágenes de satélite y los aterrizadores robóticos revelan porciones cada vez más grandes del ambiente marciano como más acogedoras de lo que se creía anteriormente. Si se respetaran, tales restricciones podrían hacer que los políticos que controlan el presupuesto de la NASA se pregunten por qué deberíamos molestarnos en enviar humanos a Marte.
Una solución provisoria a los problemas de presupuesto y de contaminación, ofrecida en un segundo informe publicado por la Planetary Society (“Humans Orbiting Mars: A Critical Step Toward The Red Planet”), es enviar humanos no a Marte mismo en la década de 2030, sino más bien a sus lunas, Fobos y Deimos. Ambas lunas son fáciles de visitar debido a sus bajas gravedades superficiales, y probablemente contaminada con antiguos restos que los impactos de asteroides enviaron a la órbita desde la superficie marciana. Después de aquellas misiones lunares en la década de 2030, los humanos podrían al menos descender a Marte al final de la década de 2040.
Dado que aplaza el costoso y lento desarrollo de nuevas tecnologías para aterrizar y vivir en Marte, el plan podría ser más barato y fácil para que la NASA lo llevara a cabo en la década de 2030 dentro de las limitaciones de su presupuesto. Y daría más tiempo para resolver los difíciles problemas de protección planetaria, ya sea mediante mejores métodos para aislar a los humanos o, lo que es más ambicioso, a través del uso de telerobótica avanzada. El tiempo de retraso para el envío de mensajes entre los investigadores en la Tierra y los rovers en Marte promedia unos 20 minutos, limitando la eficiencia, flexibilidad, y velocidad de exploración. El tiempo de comunicación bidireccional entre Marte y su luna Fobos es de solo 40 milisegundos, lo que hace posible usar clases completamente nuevas de exploradores robóticos que nunca antes han sido desplegados en otros planetas.
En lugar de estar varado en Marte, un astronauta de 2035 como Watney es más probable que pueda encontrarse en una luna, explorando virtualmente el Planeta Rojo con robots controlados de manera remota que escalen riscos, estudien cavernas, caven el suelo y vuelen. Con el tiempo, la descripción de “Misión Rescate” de astronautas visitando Marte con sus grandes trajes espaciales puede parecer pintoresca. Por ahora, la película –o la novela, si se prefiere– es lo más cerca que la mayoría de nosotros estaremos de Marte por un largo tiempo.
Fuente: Scientific American