Revista Psicología

Las pseudoalucinaciones son verdaderas alucinaciones

Por Lizardo

Las pseudoalucinaciones son verdaderas alucinaciones

(Fuente)


Innecesario era el lío que se hacía para supuestamente distinguir, mediante fino discernimiento fenomenológico, entre alucinaciones y las llamadas pseudoalucinaciones. Se afirmaba que estas últimas ostentaban dos propiedades de las representaciones (a saber, el carácter de subjetividad, propio de lo imaginado; y su aparición en el espacio interior o subjetivo) además de cuatro características privativas de las percepciones normales (independencia de la voluntad; forma estable y constante; diseño determinado, completo y con detalles; frescor y fidelidad sensorial). Se imponía pues memorizar estas abstrusas parrafadas como si luego, por el sólo hecho de poder paporretearlas, su acertada aplicación fuese expeditiva.
Ya Berríos, en su revisión de la historia conceptual de las pseudoalucinaciones, alertaba así: "considérese a las pseudoalucinaciones como un ‘comodín’ en el análisis diagnóstico pues, al adoptar diferentes significaciones clínicas, permiten al evaluador cuestionar el carácter genuino de ciertas experiencias alucinatorias que no calzan en la hipótesis diagnóstica preconcebida"
Y no le faltaba razón. Circulan distintas definiciones del concepto pseudoalucinación pero las dos más resaltantes son la de Jaspers, a partir de Kandinsky, donde se describe a las pseudoalucinaciones como imagenes mentales muy vívidas pero que se diferencian de las alucinaciones por cuanto carecen de objetividad y realidad; la otra definición, generadora de confusión, es la de Hare, frecuente en la psiquiatría angloamericana, donde se enfatizaba en la capacidad de "insight" del paciente; así, de poseer crítica sobre el fenómeno alucinatorio, se trataba de una pseudoalucinación. 
El prefijo "pseudo" inclusive parece trasuntar una consideración peyorativa de los fenómenos alucinatorios etiquetados de ese modo: al llamarlos "falsos" se dejaba entender, fíjense, que eran síntomas doblemente falsos (en base a que desde lo estrictamente objetivo y externo, una alucinación es una percepción sin asidero real, es decir, "falsa" per se). 
Weitbrecht sagazmente nos orientaba en la precisión de las llamadas pseudoalucinaciones, a las que describía así: "Figuras como las imaginadas en los sueños que al mismo tiempo dicen lo que conviene a la situación del paciente… no pertenecen a la esfera de las auténticas alucinaciones psicóticas". Y de cierta manera, el llamar pseudoalucinaciones a estos fenómenos se basa en la postura de que las alucinaciones de la esquizofrenia son excluyentemente el parámetro formal de las alucinaciones auditivas. 
Pero ya Sims precavía contra ello: "existe una idea equivocada y generalizada -decía el psicopatólogo suizo-de que  “oír voces” supone necesariamente tener alucinaciones auditivas y que esto, a su vez, supone, una enfermedad mental grave como esquizofrenia. Esta noción es simplista: las personas sanas y aquellas sin psicosis describen y no infrecuentemente el “oír voces.”"
Aquí volvemos a lo que en un inicio mencionamos: esto es, a si resulta factible o no distinguir a las alucinaciones de las pseudoalucinaciones, en base a los arduos considerandos que enumeramos al principio. Al respecto, y en una línea fructífera de investigación, un reciente artículo de Slotema y cols. (Auditory verbal hallucinations in patients withborderline personality disorder are similar to those in schizophrenia) encuentra sencilla y llanamente que las alegadas pseudoalucinaciones auditivas propias de las crisis que asoman en personalidades como las limítrofes... no se distinguen fenomenológicamente  de los fenómenos alucinatorios de la esquizofrenia, el gold estándar de las alucinaciones, nada menos.
Por tanto, la distinción sólo podría hacerse en base no a las características fenomenológicas intrínsecas de la alucinación (es decir en base a lo que describa la persona alucinada y los datos que obtengamos de su enytrevista), sino en base a las claves contextuales (edad del paciente, sexo, otras características clínicas, etc.) .
De esto se desprende que la etiqueta "pseudoalucinaciones" viene a carecer realmente de justificación psicopatológica y es dañina en cuanto induce a pensar que las llamadas "pseudoalucinaciones" son menos pertinaces o producen menos sufrimiento o acarrean menos riesgo que las supuestas "verdaderas" o "reales" alucinaciones, lo que, según se demuestra, no es tal. Y en dicho tenor, debiera desaconsejarse semejante terminología para, en vez de ello, emplear etiquetas menos estigmatizantes como la expresión llana y simple de "alucinaciones no psicóticas", por ejemplo, y de ser obviamente el caso.


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