"Recolectamos huevos recién puestos de P. perezi en cinco localidades del sur de Portugal", explica Orizaola“Para la realización del estudio recolectamos huevos recién puestos de P. perezi en cinco localidades del sur de Portugal. En dos de ellas P. perezilleva coexistiendo con el cangrejo rojo más de 30 años (poblaciones de larga coexistencia), en otra comparten hábitat desde hace unos 20 años (población con tiempo de coexistencia corto), mientras que las dos poblaciones restantes se encuentran en una zona todavía no colonizada por el depredador exótico (poblaciones sin coexistencia)”, añade el científico.El estudio consistió en un experimento desarrollado en el Centro de Biología Ambiental de Grândola, Portugal, en el que larvas de las cinco poblaciones fueron criadas desde la eclosión hasta la metamorfosis en presencia o ausencia del cangrejo rojo.“Las mantuvimos en acuarios provistos de un compartimento en el que se introdujo un cangrejo rojo, o que se dejó vacío sin predador. Además, alimentamos a los predadores dentro de estos compartimentos con larvas para que produjeran señales químicas indicativas de depredación que pudiesen ser detectadas por las larvas en el experimento”, explica Orizaola.Con este diseño experimental, analizaron la respuesta, tanto del comportamiento como de la morfología de las larvas de P. perezi, en presencia y ausencia del depredador.
Según el científico, los resultados revelan que las poblaciones de estos anfibios con una historia de coexistencia con el depredador de 30 años –entre 10 y 15 generaciones de ranas– presentan un patrón de actividad totalmente diferente al de poblaciones con menor coexistencia o sin coexistencia con el cangrejo americano.“Una larga coexistencia con el depredador generó patrones de actividad extraordinariamente reducidos, incluso en ausencia del depredador. Esto ayudaría a las larvas a pasar más desapercibidas, lo que contribuiría a aumentar su supervivencia”, señala Orizaola. Por el contrario, las otras poblaciones mantuvieron ritmos de actividad 5 veces más alta.“Una larga coexistencia con el depredador generó patrones de actividad extraordinariamente reducidos", apunta el investigadorColas y cuerpos más grandesEn cuanto a su morfología, las larvas de poblaciones que han coexistido con cangrejos presentaron colas con mayor superficie y cuerpos de mayor volumen que las demás.“Estas dos respuestas –subraya el investigador– les permitirían por un lado dirigir los ataques del depredador hacia zonas poco vulnerables de su cuerpo como la aleta caudal y, a la vez, mantener una mayor superficie digestiva que contrarrestase los potenciales efectos negativos de una baja actividad”.Esto indica que la presencia de depredadores exóticos puede inducir un rápido proceso de cambio evolutivo en los ecosistemas invadidos. Hasta hace poco, se consideraba que dichos procesos evolutivos ocurrían solo a través de la lenta acumulación de cambios en periodos extraordinariamente largos de tiempo.Por último, no todos los anfibios se comportan igual. Investigaciones recientes revelan que varias especies endémicas de la península ibérica, como el sapillo moteado ibérico (Pelodytes ibericus), son incapaces de responder a la presencia del cangrejo rojo, lo que incrementa su riesgo de extinción.“Un mejor conocimiento de la magnitud y escala temporal de las respuestas evolutivas es clave para la adecuada comprensión de los procesos biológicos y para el correcto desarrollo de medidas de conservación eficaces”, concluye Orizaola. Referencia bibliográfica:Ana L. Nunes, Germán Orizaola, Anssi Laurila y Rui Rebelo. “Rapid evolution of constitutive and inducible defenses against an invasive predator”. Ecology 95: 1520-1530. http://www.esajournals.org/doi/abs/10.1890/13-1380.1FUENTE: SINCFOTOGRAFÍAS: Emilio J. Orovengua
