Las razones de una caída inesperada

En un Campeonato del Mundo en el que hasta el momento imperan el conservadurismo, la escasez de ideas y los pocos goles, bueno es haber asistido al primer gran batacazo de la competencia.

Lo protagonizó  Suiza, una selección aplicada desde lo táctico y dotada de futbolistas nacionalizados. Lo sufrió España, el gran candidato a alzarse con el trofeo mas preciado. En este artículo detallamos las razones.

Fiel a su innegociable estilo de juego, España piso el césped con una clara intención: duplicar y hasta triplicar a su rival en cuanto a posesión del balón. Someterlo a un toqueteo inagotable, sumamente preciso y con constantes cambios de banda. Nada que no hayamos podido apreciar hasta el día de hoy.

No obstante, al elenco conducido por Vicente Del Bosque le faltó movilidad, cambio de ritmo y una cuota bastante suculenta de agresividad. La paciencia a la hora de trasladar el balón, entonces, se transformó en parsimonia, dada la escasa profundidad del equipo a la hora de traducir ese abrumador 73% de posesión en peligro.

Cierto es que Suiza agrupó a muchos de su efectivos de mitad de campo hacia atrás. Cumpliendo con lo que había dicho su entrenador, Ottmar Hitzfeld, ofreciéndole la iniciativa a su rival e invitándolo a chocar contra la telaraña que tejió frente a Diego Benaglio.

Como también lo es que España no encontró variantes que fueran capaces de desactivar semejante dispositivo. Defensivo, mediocre y arcaico, aunque sumamente redituable.

No fue solución el juego por bandas, al que en esta oportunidad España no utilizo como un recurso sumamente provechoso, sino como un acto de desesperación e impotencia. Pocos desbordes, pocas triangulaciones y muchísimos centros al área que no hicieron más que agigantar la figura de Grichting.

El increíble gol de Gelson Fernándes –nacido en cabo Verde hace 23 años-, antecedido por una suerte de infortunios inesperados, no hizo más que reforzar el planteo suizo. Todos atrás, avocados a destruir cualquier atisbo de reacción española.

La entrada de Torres, Jesús Navas y el paso al clásico 4-4-2 no altero el guión. España siguió añorando ese último pase que ante Suiza, Iniesta (salvo cuando asistió magistralmente a Pique en el PT) y Xavi fueron incapaces de brindar.

Bueno sería, ya pensando en el encuentro ante Honduras, el ingreso de Cesc Fabregas –de mayor despliegue y clarividencia a la hora de tocar en corto- en lugar de Xabi Alonso.

Pasó la primera prueba y España no fue noticia por haberla saldado con la brillantez con la que amenazaba en la previa. Todo lo contrario. No obstante, no deberá renunciar a ese estilo tan suyo y que lo ha transformado en el mejor equipo del Mundo. Corrigiendo errores, eso si.