Como el propio Christian Aguilera me dijo al comienzo de este viaje, “diez años dan para mucho” y si nos remontamos para más todavía. Dividida en dos partes esta charla recorrerá, de paseo, sin correr, desde mediados de los 90 hasta hoy mismo, desde los inicios catalanes en proyectos tan suicidas como la edición profesional de una revista propia, Sequencies de Cinema, hasta el establecimiento como autor constante y prolífico de estudios y monografías, de Kubrick a Mankiewicz, de la Generación de la Televisión a Milos Forman con incursión rockista en la vida y obra del gran Neil Young, de alguna manera todos ellos unidos por un hilo invisible que, a su vez, los ata a su autor: son clásicos contra el clasicismo, independientes en el ojo de la industria, son los que está a la vez dentro y fuera. Quizás Christian Aguilera no sea una figurón de la crítica nacional y muchos hasta le desconozcáis, aunque probablemente hayáis visto más de un libro suyo en librerías y bibliotecas, quizás. Será entonces un autor a leer, por constancia, por esfuerzo y por algo que aprecio personalmente como es la honestidad. Escritor sin alardes, analista concienzudo, estudioso al por menor, sus libros son consistentes y sobrios, amenos y nutritivos. No se desvía en lo anecdótico e intenta agarrar lo sustantivo, ni desprecia lo biográfico, ni adora lo interpretativo sobre todas las cosas. Le gusta ver y le gusta contar.
Gracias a ti.
Las cosas hay que empezarlas por el principio, así que vamos a ello. ¿Cómo y cuándo comienza esta fiebre por el cine? ¿Cuáles son esos primeros recuerdos, esas marcas indelebles?
Mi padre Josep siempre ha sido un buen aficionado al cine. Él participaba de la organización de un cine-club en L’Hospitalet de Llobregat, una ciudad muy densamente poblada limítrofe con Barcelona. Los viernes por la noche asistía con mis hermanos a los pases de películas en 16 m/m donde, por lo general, se cortaban a mitad de proyección. Allí vi películas en blanco y negro como El jovencito Frankenstein (1974) o Luna de papel (1973), que después de sus estrenos comerciales tenían una «segunda vida» en los cine-clubs. Digamos que esa fue la semilla, sobre todo por el hecho de contemplar el cine en toda su extensión, sin repudiar las películas en blanco y negro, por ejemplo.
Estudias y te licencias nada menos que en biología. Muy alejado, al menos en principio, del cine y las letras, que son tus ocupaciones.
Cuando acabé el bachillerato, pensé que estudiaría una carrera que me gustara. Nunca he pensado demasiado en términos de practicidad y, por tanto, me dije que si me pasaba un lustro estudiando al menos que disfrutara. Fue un periodo del que guardo sentimientos encontrados, pero pienso que, en cierta manera, todo lo que hice después, lo de ir creando una base de datos de cine guarda relación directa con el estudio de una carrera tan “taxonómica”, es decir, que vas moldeando una mente muy estructurada, compartimentada a nivel de información y documentación. Muchos conceptos aprendidos o asimilados en relativamente poco tiempo precisan de un cierto ordenamiento mental.
Ya en el año 1995, hace la friolera de 16 años, fundas en compañía de tu hermano Alex -autor del libro Directores Del Género Fantástico 1904-2004 (2004)- la revista Seqüències de Cinema. La cual es además la primera estrictamente en catalán del mercado. ¿Cómo fue el parto y qué te impulsó a lanzarte?
La inconsciencia me debió llevar a ello. Por aquel entonces debía tener unos veintisiete años. Un año antes había publicado La generació de la televisió: la consciencia liberal del cinema americà (1994), mi primer libro, y nos aventuramos con Àlex a editar una revista de cine en catalán. Pensábamos, hablo un poco de memoria, que la coincidencia de la celebración del centenario de cine contribuiría a respaldar una propuesta de este tipo. Era la época del boom de las revista de cine (habían ocho o nueve en castellano) y la nuestra la única editada en catalán. Un elemento diferencial, pero no el único, según mi parecer. Dábamos un enfoque global del cine, por ejemplo, diferente a Dirigido por…en que se centraba y se sigue centrando casi en exclusiva en la figura del director.
¿Existía entonces en Cataluña una coyuntura favorable a proyectos de este tipo? ¿Sería posible algo similar en el estado actual de las cosas?
Existía y sigue existiendo una asociación de revistas en catalán que tiene un fuerte respaldo institucional. En calidad de director de Seqüències de cinema asistí a diversas reuniones de la asociación y posiblemente hubiéramos durado mucho más tiempo (al final la cosa quedó en dos años) de haber trabajado más los aspectos institucionales, ya sabes, contactar con determinado lobby político-financiero o representantes de Política Lingüística, pero nunca me he movido bien en estos ambientes. Hubo una tentativa de comprar la cabecera de la revista, pero cuando intuí que Seqüències de cinema quedaría desnaturalizada, plegándose a algo tan absurdo e inexistente como el «star system catalán», dije que ahí acababa el tema. Se puede decir que ha quedado como una revista de culto porque tenía contenidos muy diversos e interesantes, como te decía, con una visión muy amplia sobre cine. Podías encontrar un perfil de un actor secundario, un estudio sobre los guionistas, una entrevista con el compositor George Fenton, una entrevista con el director Jean-Jacques Annaud… Aprendí muchas cosas en ella etapa de mi vida y lamento el no haber dedicado a posteriori más espacio para hacer entrevistas, un género que no me disgusta en absoluto si tienes delante personas como John Schlesinger o el propio Annaud.
A Schlesinger no le tengo demasiado aprecio como director, la verdad. En cambio Annaud casi siempre me parece interesante y desde luego arriesgado. Parece, además, un personaje de los más entusiasta.
Si, es uno de los directores que he entrevistado que sentí transmitían una gran energía. Lo que me maravilla de Annaud es que tiene entre ceja y ceja un proyecto y que, por muy difícil que resulte llevarlo a cabo se empeña hasta el final. No exagero si te digo que El oso debió ser uno de los rodajes más complicados que se hayan filmado en los últimos tiempos. El resultado habla por sí solo, todo parece transcurrir en progresión, de una manera natural cuando no fue así ni mucho menos. Annaud es fundamentalmente un humanista.
Esta revista además la lanzáis desde vuestra propia editorial, Editorial 2001, la cual no solo recoge el libro ya mencionado de tú hermano sino también dos volúmenes tuyos de similares características, Los actores de los oscar del siglo XX (reeditado en 2003) y Los directores de cine del siglo XX, ambos firmados en compañía de Nuria Días. Son libros muy laboriosos, compilaciones biofilmográficas en primer lugar, es decir obras de consulta, pero que no están exentas del gusto personal.
La verdad es que estos dos libros que citas tuvieron un episodio previo en la confección de un CD-Rom sobre los Oscar. Aquello no tuvo un final feliz por un tema de derechos en la reproducción del material fotográfico, pero con Núria aprovechamos ese material para luego publicar Los actores de los Oscar del siglo XX y posteriormente Los directores de cine del siglo XX. Ese último en La Vanguardia fue seleccionado como uno de los mejores libros de temática cinematográfica de 1999. Quizás no signifique mucho, pero siendo una editorial pequeña y sin ser conocidos sus autores, la verdad que me reconfortó. Algunos piensan que es mi mejor libro. No lo sé si es así, pero fue un trabajo bárbaro. Se agotó muy rápido, pero luego no se reeditó. Algunas veces di vueltas sobre una reedición ampliada, aunque ya entrado en la era de Internet las dudas se generaron solas.
Retrocedamos un poco en el tiempo hasta ese primer libro que escribiste, “La generació de la televisió: la consciència liberal del cinema americà” editado en catalán en 1994 y recuperado luego en español en 2000, de nuevo a través de Editorial 2001. Desgraciadamente no he podido leerlo (es inencontrable, tengo que decirte) y solo tengo referencias parciales. Haces un repaso de cada uno de los directores adscritos a esta generación, bastante olvidada hoy pero de gran importancia, rompedora incluso, en cierto modo en su propio momento.
Si, la idea primero surgió hacer un monográfico sobre John Frankenheimer que presenté para Dirigido por. Esa fue mi primera de unas cuantas relaciones extrañas con la revista barcelonesa. Lo desestimaron, entre otras razones, porque por aquel entonces John Frankenheimer no tenía demasiado predicamento entre la crítica. Me llegué a entrevistar en Madrid con Antonio Castro, un gran defensor de Frankenheimer, Lumet y de la «Generación de la televisión» en general. Luego empecé a adentrarme en la filmografía de Lumet y todo adoptó una forma distinta, derivando en la escritura del libro de La generació de la televisió. Como bien dices, seis años más tarde se editó la versión castellana, ampliada y corregida. Se presentó en el Festival de San Sebastián donde le dedicaron un ciclo bastante completo en 2000. Creo que allí se dio un punto de inflexión sobre la consideración de una generación que representa una suma de talentos con distintas cualidades.
No te parece que, en ocasiones, y especialmente en sus comienzos, fueron directores que pecaron de cierto exceso de importancia. Es decir, que se tenía en muy alta estima, que se consideraban autores y deseaban demostrarlo a toda costa resintiendo esto algo sus trabajos. Personalmente me gustan más según van perdiendo amaneramientos, aunque siempre fueron directores de gran fuerza la mayoría de ellos.
Laurence Harvey en "El mensajero del miedo" (John Frankenheimer, 1962)
Puede que en algunos casos sea de esta forma aunque no lo generalizaría. El temperamento de unos y otros fueron muy diferentes; no era un grupo homogéneo. Por poner unos ejemplos, John Frankenheimer en el año 1960 era el director más popular de la televisión estadounidense y cuando llegó al cine puede que quisiera dejar marcada su huella con esas inclinaciones de cámara que tenían un tanto de homenaje a su admirado Carol Reed. Pero por otro lado, Lumet utiliza más el sentido de la “cámara invisible”, es decir, el espectador no percibe que esa historia que nos cuentan tiene un director detrás que maneja la cámara. Otra cosa son las historias a tratar, muchas de las cuales representaban auténticos tabúes para la época.
¿Te gustaría volver de una manera más personalizada sobre gente, que se que valoras mucho, como Frankenheimer o Lumet?
No me gusta repetir cosas que ya he hecho. Es una manera bastante certera de que la gente acabe clasificándote. Si vuelves una y otra vez sobre lo mismo, tienden a mirarte como alguien que ha entrado en un círculo y no sabe salirse del mismo. Sigo escribiendo cosas parciales sobre Frankenheimer y Lumet, pero solo para ampliar aspectos que quedaron fuera de cobertura con anterioridad.
Sidney Lumet dirigiendo a Treat Williams en “El príncipe de la ciudad” (1981)
Cinearchivo, el portal que diriges y del que ahora hablaremos, ¿es una prolongación por otros medios de estos trabajos anteriores de edición y difusión? ¿Cuándo comenzaste a manejar la idea de lo digital?
Si, esa es la mayor “locura” que he cometido, enfrascarme en el proyecto de www.cinearchivo.com. Como te explicaba, una cosa (el CD-Rom) llevó a la otra (los diccionarios) y de ahí a empezar a construir una base de datos de cine mundial. Ahí es nada.
Se cumplen ahora 10 años del nacimiento, en la edad hiperacelerada de Internet eso es una veteranía importante. Cuéntanos un poco los orígenes, el Cinearchivo primitivo si se puede decir.
Al principio, los proyectos, además de dinero, se nutren de ilusión y confianza entre las partes que apuestan por los mismos. Pero amigo, para mantener a flote un proyecto que es, nada menos, la elaboración de una base de datos de cine mundial se necesitan dotes de constancia, de tener una visión al medio o largo plazo. En sus orígenes, mientras estábamos creando la base de datos que es hoy en día, cinearchivo mostraba sus contenidos en sistema cerrado, es decir, para instituciones públicas o privadas, bibliotecas, etc. Hará cosa de unos años se optó por abrirlo a todos los internautas.
¿Cómo es la logística, el funcionamiento interno? Difícil de organizar, difícil de mantener, trabajoso de ampliar…
En una fase primaria se trabajaba con una intranet, con ordenadores conectados en un mismo espacio, pero luego el backoffice con el que gestionamos los contenidos, permite que estemos cada uno de nosotros conectados en distintos puntos geográficos. Al entrar en www.cinearchivo.com puedes pensar que no tienen demasiados contenidos, pero cuando empiezas a moverte por las fichas te das cuento que hay un trabajo
brutal detrás.
¿Y la relación con distribuidoras, editoriales y demás? ¿Confían en las posibilidades de un medio exclusivamente digital?
Ahora es un portal que distribuidoras y editoriales toman en consideración porque saben que cinearchivo es consultado. Sus contenidos se integran y se preservan por los tiempos de los tiempos. Incluso para estos medios es una herramienta útil de consulta.
En una entrevista que te oí en Radio Nacional insistías mucho en que la joya del portal era la base de datos, pero yo creo que la gracia estriba en que es, además, una base de datos crítica o más bien una revista con base de datos incorporada.
Cuando hablo de base de datos me refiero a todo en su conjunto. Por ejemplo, en una ficha puedes encontrar el equipo técnico, el artístico, la sinopsis, el comentario crítico, la ficha de la banda sonora, del DVD, del libro si existe. A eso me refería. En los últimos tres o cuatro años el incremento de comentarios críticos y artículos ha sido espectacular y en esa línea seguimos. Dos mil doscientos comentarios críticos o artículos no se consiguen de un día para otro.
Hay una plantilla de articulistas excelentes, con Tomás Fernández Valentí como “primus inter pares”
Si, después de bastante tiempo tenemos un equipo bastante homogéneo, amplio y que cubrimos todos los flancos posibles del cine presente y pretérito. Tener a Tomás es un privilegio, sin duda.
¿No te parece que la crítica digital está aun postergada en relación a la impresa?
Casi todo tiene su razonamiento. Entras a un montón de portales de cine y ves que la figura del editor es inexistente. Simplemente publican lo que les envían con el fin de rellenar un determinado espacio. Luego entra alguien que tenga un cierto criterio y lee lo que lee. Está claro que en cinearchivo no actuamos de esta forma y leemos, revisamos, pulimos, si es el caso, los contenidos antes de ser publicados. No es tanto en el medio en que se escribe, ya sea en papel o en
digital, si no el procedimiento y el cumplimiento de unos estándares de calidad que se deben preservar.
¿Pueden los blogs ser una alternativa o incluso una cantera para las publicaciones establecidas?
Hace un tiempo que después de haber experimentado una serie de decepciones con algunos colaboradores me replantee el tema. Puedo decir que la clave la encontré en los blogs de cine de calidad como el tuyo. Sois personas que os gusta el cine y al mismo tiempo os gusta escribir. Parece de cajón, pero luego me he dado cuenta que hubo gente partícipe del proyecto de cinearchivo pero que le gustaba muy poquito escribir. Una cosa es que les gustara hablar de cine y otra ponerse a escribir con una cierta regularidad.
Ya metiéndonos más al fondo ¿Cómo ves el estado de la crítica actual? ¿Falta combatividad, sobra aburguesamiento? Hace poco Antonio José Navarro lanzaba una dura diatriba en Dirigido con un texto titulado “Contra la crítica…” y me da la sensación de que apenas tuvo repercusión.
Podría contestarte con una frase más o menos de “recurso” pero creo que merece un comentario más extenso. Si te refieres a la crítica en España la aparición de Internet, como en otros países, ha provocado un cambio, un vuelco importante. No hace demasiado, me remontaría a la época de Seqüències, muy pocos podrían imaginar el poder que llegaría a tener Internet. Al igual que sucedió en los años sesenta con Film ideal o Nuestro cine, en los años ochenta y noventa todos aquellos que querían presumir de leer críticas rigurosas y elevadas por encima de la media intelectual recurrían a Dirigido por…Digamos que tenían una cierta hegemonía en el mercado porque, tras haber consolidado la cabecera no sin ciertos problemas en sus inicios, gozaban de una etapa de «fidelización» de lectores. Pienso que en Dirigido se hicieron grandes estudios en esas dos décadas, y parecían haber encontrado el maná. Pero estaba claro que no había mercado suficiente para cohabitar dos revistas de características similares. La aparición de Imágenes de actualidad (de la misma empresa) tuvo un efecto estabilizador y ha garantizado, en cierta manera, la pervivencia de Dirigido hasta día de hoy y esperemos que siga muchos más años. La cosa cambiaría, como decía, con la llegada de Internet y a la «Generación 2.0», en general, no les preguntes por Dirigido porque las únicas referencias de críticas o estudios de cine provienen de la red. Los blogs temáticos también han jugado su papel. Se puede decir que hay muchos más aficionados al cine que siguen los blogs, webblogs o webs especializadas que leen en papel. Claro, para aquellos críticos que siguen pensando que el papel es sinónimo de pedigrí mientras que Internet queda reservado para escritores ramplones, de segunda fila o directamente mediocres, no han sabido adaptarse a los tiempos y cada vez les leen menos gente. La aparición de Cahiers du cinéma, desde su radicalismo, no ha hecho más que acentuar ese “ofuscamiento” en el que viven las revistas de cine impresas en papel mientras que en Internet puede decirse que se encuentra de todo como en la viña del Señor, incluido espacios de verdadera calidad, que no desmerecen ni mucho menos a contenidos como los que se pueden encontrar en Dirigido por…Cinearchivo es un claro ejemplo de ello y algunos blogs como el tuyo o el del propio Tomás Fernández Valentí son referentes en el ciberespacio.
¿Te consideras tú mismo crítico, por cierto? Has ejercido, pero yo te veo más como ensayista, divulgador o incluso historiador.
Me gusta más la palabra divulgador, quizás por mi formación como biólogo.
Diría que algo de esto se traduce en la sobriedad de tu estilo. Esto se lo he preguntado ya a otra gente y me interesa de manera personal ¿Cómo escribes, cómo es la “fabricación” del libro?
Normalmente hay un proceso de documentación que busca todos los ángulos posibles. Si tengo ocasión de leer un estudio o una entrevista sobre un director de fotografía, de un músico o de un guionista que haya participado en alguna producción de un director objeto de análisis me sirve para reconstruir ese puzzle que es el cine donde intervienen distintas personas en su proceso creativo. También creo que mi formación como biólogo me ha permitido saber relacionar conceptos que, en principio, se localizan en partes diferentes, a priori, sin conexión entre sí. Por eso creo que es necesario saber digerir, procesar la información que recibes. No siempre ver, en este caso, muchísimas películas te lleva al camino más fácil. A veces es contraproducente porque pierdes la visión de conjunto tan necesaria cuando escribes sobre un director, pero también sobre una época.
Volvamos otra vez en el tiempo a los primeros 2000, para encontrar tú primer libro monográfico: Stanley Kubrick: Una odisea creativa. Pertenece a una colección editada por la revista Dirigido por… y es bastante difícil de encontrar ¿Cómo llegas a este volumen, lo propones, te lo proponen?
No, ya te comentaba que mi relación con Dirigido ha sido un tanto extraña desde principios de los noventa. Mientras estaba en el proyecto del CD-Rom de los Oscar me aventuré a empezar a escribir el libro sobre Stanley Kubrick sin tener una editorial concreta en mente. Creía que un cineasta de su importancia no se le hacía justicia lo publicado hasta entonces en nuestro país. Con la obra muy avanzada llegó la triste noticia de la muerte de Kubrick en marzo de 1999. Entre una cosa y la otra Dirigido por… decidió publicar el libro porque cumplía una premisa básica de su colección Serie Mayor que la obra de un determinado director se hubiera cerrado. Parece que esta apuesta por publicar mi libro no sentó demasiado bien entre algunos miembros de la «casa Dirigido». Así funcionan las cosas en este bendito país. El libro sigue vendiéndose, si bien es cierto que no tiene una presencia demasiado grande en tiendas.
Kubrick es un director-tótem. ¿Tenías miedo de no tener algo novedoso que aportar? ¿Te imponía el personaje, esa carga legendaria?
Respeto más bien. Analizar la obra de Kubrick no es fácil porque tiene distintos grados de lectura. Me sirvió de mucho las dos biografías que aparecieron en inglés en aquellas fechas, la de Vincent LoBrutto y en especial la de John Baxter. Digamos que desde hacía tiempo había ido asimilando y digiriendo sus films. Raramente veo las películas más de una o dos veces. A Kubrick, antes incluso de abordar la escritura del libro, se daba la circunstancia que había visto cada una de sus producciones una media de cuatro-cinco veces. Creo que en general sí existen diversas aportaciones que van más allá de los análisis que se hubieran hecho en torno a su obra hasta entonces.
Lamentablemente solo he podido ojearlo brevemente y no se si esto ya lo explicas o das tú teoría pero… ¿Por qué ese progresivo alejamiento? ¿Era una forma de cultivar su propio mito, de garantizarse la independencia o la repercusión de sus contadas películas?
Por desgracia no lo llegué a conocer, pero Vicente Molina Foix que sí lo hizo esgrimía que era una persona muy tímida. Más que alimentar el propio mito hablaría de una búsqueda de una independencia creativa. Creo que a veces se ha exagerado en torno a Kubrick, dándole una imagen de asceta, de «Salinger del celuloide». Como él solía decir estaba casado, tenía tres hijas y un montón de gatos. Lo que sí estoy convencido es que esta especie de jaula de oro en la que vivía en Hertfordshire, en las afueras de Londres, alimentaría un cierto nepotismo. Solo falta fijarse que en los créditos de sus últimas películas figuran miembros de su familia como Jan Harlan, Philip Dobbs y su hija mayor Vivianne Kubrick.
Una de las cosas que he podido ver en este libro es que das cuenta de la existencia de una especie de adaptación previa de La naranja mecánica realizada por Andy Warhol (Vinyl, 1965) ¿Has podido verla?
No. Prácticamente sin presupuesto se hizo una película en la factoría Warhol y se utilizó la base argumental del libro de Anthony Burgess para llevarlo a cabo. No tuvo difusión, entre otras cosas, porque no compraron los derechos del libro. Luego se quiso tirar adelante un proyecto con
los Rolling Stones, oficiando del drugo Alex Mike Jagger. Finalmente recayó en manos de Kubrick, que pienso hizo una lectura insuperable del libro.
Lo cierto es que ese Vinyl no vale nada. Ni como experimento tienen un pase. Aunque sea un tópico tengo que preguntarte por tus Kubrick’s preferidos.
2001: una odisea del espacio está fuera de categoría, más que una película representa una experiencia en sí misma. Para ello necesitas disfrutarla en la gran pantalla. Nunca la he visto por la tele. Por distintas razones, además de 2001, me quedaría con Barry Lyndon, Atraco perfecto, Senderos de gloria y Eyes Wide Shut.
La guerra, o más bien el antibelicismo o incluso el anti-institucionalismo son temas recurrentes en su cine. Los que trató en más películas, desde las estrictamente bélicas, hasta Espartaco o Barry Lyndon. ¿Dónde crees que está el origen de esta fijación?
Kubrick siempre dijo que el hombre es un noble salvaje. El marco de la guerra muestra de forma clara la verdadera naturaleza del hombre. Las sociedades pueden cambiar pero el hombre sigue siendo, en el fondo, ese noble o en ocasiones innoble salvaje. Es una visión que comparto al cien por cien.
Aquí incluyes ya un rasgo que casi me parece distintivo de tu trayectoria como es la atención específica a las bandas sonoras. Cinearchivo tienen su propia sección, otros libros tuyos también la incluyen y en este caso aparece bajo la firma de Jaume Carreras, el cual ya se ocupaba de este asunto en Seqüències de cinema.
Si, es cierto. Siempre he concedido una gran importancia a la música de cine. Para mí es un elemento que contribuye a “compactar”, si se puede expresar de esta forma, una determinada propuesta cinematográfica. Si bien, como decía Bernard Herrmann, una buena banda sonora no puede “resucitar” un “cadáver” cinematográfico, esto es, una mala película, las notables partituras escritas para la gran pantalla, sobre todo de cariz sinfónico, logran un efecto “sublimador” en las imágenes de películas que partan de una propuesta bien construida y mejor interpretada.
Jerry Goldsmith en el mismísimo Planeta de los simios
Otro tópico ¿A quién cuentas entre tus fetiches?
Jerry Goldsmith es mi favorito desde que tengo uso de razón. Hizo películas francamente muy malas pero su música casi siempre tiene una fuerza, una virtud que no encuentras en obras, digamos de encargo. Podría citarte un montón que suelo escuchar mucho, como John Barry, Alex North, Elmer Bernstein, Georges Delerue, John Williams o el propio Bernard Herrmann. Pero si te refieres a aquellos menos conocidos, John Scott me parece un portento, Richard Rodney Bennett, Patrick Doyle, George Fenton…
¿Cómo ves la escena actual? En mi opinión hay autores destinados a la eternidad como Alexandre Desplat, Hans Zimmer, Carter Burwell o Alberto Iglesias, por ejemplo, pero también mucha banda sonora hecha por el carril, sin creatividad alguna, música de ascensor aplicada al cine.
Lo comentaba hace poco con Jaume Carreras, que ha escrito mucha música para distintos medios. Coincido con él que la música de cine, tal como la conocemos según los conceptos del siglo XX, está desapareciendo. A veces, da la sensación que músicos tan buenos como James Newton Howard o Harry Gregson-Williams, se convierten en dj’s. Solo les falta mover el plato. Eso es una norma generalizada que ha calado en el cine estadounidense y que se ha traspasado al cine europeo. Esperemos que sea una tendencia, una moda pasajero pero me temo que el problema radica en el nulo o casi nulo conocimiento de la tradición musical del siglo XX por lo que respecta al cine de productores y también de algunos directores actuales. La música clásica del siglo pasado, de hecho, se encuentra en lo escrito para el cine. Por fortuna, aún se dan piezas magistrales cargadas de emotividad como Nunca me abandones de Rachel Portman, pero son la excepción.
¿Te tienta realizar algún libro centrado en algún compositor?
Hay gente más capacitada para ello, como Jaume Carreras o Roberto Cueto, el autor de una magnífica obra sobre el tema, “Cien bandas sonoras de cine”.
Fin (de la primera parte)