El celular ha sido una fuente de estimulación cognitiva bastante importante para mi tío de 74 años. Ahora sabe usar Youtube, escribirnos por WhatsApp y buscar datos históricos en Google. Hace unos días me escribió muy preocupado avisándome de una noticia que encontró en Youtube que alertaba que Estados Unidos había iniciado la guerra contra Venezuela. Era una noticia falsa, por supuesto. Con cuidado le expliqué que no confiara en todo lo que sale en internet e intenté enseñarle a cómo identificar las noticias falsa. Fue una conversación muy interesante, pero al mismo tiempo bastante desafiante porque las recomendaciones no son tan sencillas como parecen y mi tío no podía comprender cómo “esa gente se atreve a publicar cosas que no son ciertas”.
Seguramente has vivido alguna situación similar con algún familiar, amigo o colega y la gente sigue compartiendo noticias falsas. Lo que nos hace replantearnos qué tan efectiva son esas recomendaciones que se repiten a diario.
Hace poco se publicó un resumen de una investigación de la Universidad de Kansas que demuestra que las campañas contra la propagación de las noticias falsas son poco efectivas porque ponen toda la responsabilidad en los lectores quienes deben “comprobar” si la noticia que se encuentran en las redes sociales cumplen con los requisitos de una “fuente confiable”. No obstante, esta tarea exige conocimientos, habilidades y demasiado esfuerzo mental. Simplemente es demasiada fricción para una persona que solo quiere compartir un enlace.
¿Cómo lo hicieron?
Los investigadores pusieron a prueba qué tan efectivas son las recomendaciones más usadas: detectar el estilo de redacción y las credenciales (autoridad) del autor de la noticia. Para ello prepararon varias versiones de una noticia falsa que aseguraba que la deficiencia de vitamina B17 podría causar cáncer y les presentaron diferentes versiones de la noticia a 750 personas. Algunas de las versiones fueron:
- Una versión incluyó un texto con una descripción breve de las credenciales del médico autor del artículo.
- Otra versión el autor se describió como una madre de dos hijos con experiencia en la escritura creativa con un estilo de vida “blogger”.
- Otras versiones incluyeron un estilo más periodístico y en otros un estilo más casual.
Resultados
- Los participantes que tenían altos niveles de conocimiento tecnológico y de las redes sociales, fueron los únicos que evaluaron la información con mayor cuidado y fueron los menos propensos a compartir el artículo.
- El interés por el tema (en este caso salud) no redujo la probabilidad que los lectores compartieran la información falsa. Esto es importante porque muchas veces las personas que están interesadas en temas de salud son las mismas que comparten la información sin importar si es falsa o verdadera.
- Las credenciales de los autores no importaron y no afectaron la manera en que las personas percibían la credibilidad del artículo. Los lectores le dieron el mismo peso a un artículo de un médico o de un blogger.
- Lo que sí funcionó, para ayudar a los lectores a ser más escépticos con la información que leían, fue colocar la etiqueta “información no verificada”.
Conclusión
Los hallazgos son muy importantes, especialmente en el momento en que vivimos donde abunda la información y desinformación en temas políticos, sociales, científicos y de salud. En el caso de la salud una noticia falsa como que la falta de vitamina B17 parece inofensiva, pero sabemos que puede llevar a la gente a gastar sus recursos en productos que no sirven para nada y evitan que busquen la atención adecuada.
En cuanto a las recomendaciones claramente no están considerando las características demográficas de la población y solo están apelando a las personas que tienen mayor conocimiento tecnológico. Ósea, una parte muy pequeña de la población. La investigación enfatiza la responsabilidad que tienen las redes sociales (Facebook, Twitter, Youtube, etc.) para ayudar a las personas a ser más escépticas ante cualquier noticia, artículo o video que se encuentran en internet y que no debería ser solo una responsabilidad de los consumidores. La respuesta ideal sería una combinación de recursos para la información para los usuarios y medidas parecidas a las que adoptó Twitter durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2020. El problema este es el tipo de contenido que alimenta a los algoritmos de las redes sociales…
Fuente: ScienceDaily
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