Es curioso…
Esta tarde he ido a uno de esos “cursos exprés” de redes sociales en los que se habla y se habla y se habla de lo importantes que son estas herramientas, del poder que tienen, de lo imperdonable que es no estar presente en algunas de ellas (aunque estén enfocadas a ingenieros de caminos y tú no tengas ni pajolera idea de nada relacionado sobre la ingeniería de caminos). Y es que esto de estar presente en todos los resquicios del mundo 2.0 no es únicamente una premisa que solo las empresas deban seguir a pies juntillas, sino también todos los seres mortales que estemos o hayamos estado alguna vez, por breve y fugaz que fuera, en contacto con un ordenador con conexión a Internet.
Y esto es algo que a partir de la tercera hora ha empezado a martillearme un poco el cerebro, y por qué no, también la conciencia. Y es que me niego a pensar que las redes sociales se hayan convertido en una extensión imprescindible del propio ser humano. Entiendo, y más siendo publicitaria, que son importantes, que sirven como vía de comunicación para la empresa y sus públicos y que han revolucionado cómo interactuamos entre nosotros. Sin embargo, y lo siento, me niego a pensar que debemos estar cegados por ellas. Me niego a creer que debemos invertir todo nuestro tiempo en mantener una buena reputación “social-personal” por el “qué verán” y que se las considere un reflejo cristalino de lo que realmente somos porque, sinceramente, no quiero.
Si en un trabajo no me quieren por lo que puedan ver o lo que pueda decir (de manera no demasiado lícita, puesto que los perfiles, aunque formen parte de una red social abierta y pública, no dejan de ser privados, al menos a ojos de quien yo quiera) estarán en su total derecho… pero quizás yo tampoco quiera trabajar para alguien que se basa en lo que digo o dejo de decir en las redes sociales para juzgar si soy apta o no para un puesto de trabajo.
Y esto lo digo porque sé que muchas empresas consultan las redes sociales para ver de qué manera nos relacionamos en ellas y en nuestro entorno. Pero de ahí, a husmear en tus perfiles (repito, privados) y determinar por tus gustos y opiniones si eres el mejor candidato para un puesto… no sé yo.
Quizás solo piense esto porque soy experta mundial en combustiones espontáneas y haya convertido las redes sociales en altavoz virtual de mis desvaríos y cabreos y piense que eso ahora va a poder perjudicarme.
Sin embargo, prefiero pensar que lo que REALMENTE soy queda excluído de ellas y reservado única y exclusivamente a quienes, por suerte o por desgracia, me aguantan cada día, con mis combustiones espontáneas o sin ellas (que tampoco las tengo todos los días!)