Existe un lugar en la provincia de Río Negro, a pocos kilómetros de Las Grutas, que nos sorprendió por sus leyendas y por la belleza de los atardeceres. Ese lugar forma parte de las salinas del Gualicho, una de las salinas más grandes del país y la más profunda. Allí fuimos una tarde-noche, para jugar con la luz del sol en el reflejo del agua y la sal, para escuchar leyendas de mapuches, diablos, niñas y otros personajes, para degustar un cordero patagónico y terminar el día observando las estrellas.
A las 5 de la tarde estábamos en la puerta de Tritón, la empresa con la que hicimos la excursión, para esperar a nuestros compañeros de aventuras. Después de una graciosa bienvenida por parte de Martín, quien sería nuestro guía, nos subimos a la combi. En realidad me subí yo sola, porque Tahiel y Dino iban detrás nuestro en Ohana.
El camino hasta llegar incluye ruta asfaltada, unos 25 kilómetros de ripio y el relato de leyendas en la voz de Martín.
No se las voy a contar hora para que ustedes las escuchen por sí mismos, pero sí les voy a compartir una curiosidad, que también van a poder leer en el Museo de la Sal, la primera parada de la excursión.
“Para los Tehuelches, el Walichum era una de sus deidades y representaba el bien.
Para los mapuches y puelches, el hualicho representaba el mal.
Cuando el “hombre blanco” llegó a esta zona de la Patagonia, adoptó el término “gualicho” como sinónimo de mal o infierno, por eso popularmente se relaciona este término con la brujería”.
Las salinas del Gualicho son explotadas por tres empresas, que acopian y procesan la sal para distintas industrias, como la textil y la de plásticos. Por eso, una vez que se ingresa se debe tener cuidado con los camiones y con el movimiento en general del lugar. Si se llega a destino después de las seis de la tarde, cuando el trabajo aminoró mucho, siempre es bueno estar atento.
En la segunda parada de la excursión, Martín nos explicó el proceso de la sal y vimos algunas de las máquinas y camiones que se utilizan. Mientras él hablaba Tahiel lo interrumpía con preguntas (sobre todo con los colores de la sal) y se entretenía agarrando “piedras” de sal y jugando con sus nuevos amigos.
Una vez que todos conocimos el proceso de la sal, emprendimos camino hacia unas “montañas” de sal para, luego, llegar a una explanada. Era la hora exacta para las fotos divertidas con Sol, el atardecer y las perspectivas. Mientras íbamos en camino, Tahiel se cayó “escalando” y se lastimo la rodilla. No era grande la lastimadura, pero le sangraba mucho. Dino se lo llevó con Martín hasta la combi y le hicieron unas curaciones, mientras. Volvió un poco apachurrado, pero le duró poco. Sobre todo porque se puso a jugar otra vez con los nenes y porque había llegado el momento del brindis y del relato de nuevas leyendas.
Es sí, nos quedamos con las ganas de hacer fotos divertidas los tres. Por suerte, el fotógrafo de la empresa nos sacó una a contraluz, que nos encantó.
Después del brindis, el relato de leyendas y las últimas fotos del atardecer, caminamos otra vez hacia las combis y fuimos a un refugio armado con sal, donde nos esperaba la cena: abundantes cazuelas de cordero patogónico, vino, gaseosas y, de postre, budín de pan. La comida estaba muy rica y la cena fue muy amena. Además, fue divertida, sobre todo cuando el chef se presentó y explicó en qué consistía el menú.
Para finalizar, y ya de noche, salimos a ver las estrellas. Hablamos de constelaciones, de la Luna y del cielo. Tuvimos la posibilidad de ver la superficie de la Luna a través de dos poderosos telescopios. Fue una muy interesante experiencia. La excursión termina con el regreso a Las Grutas a eso de las 2 de la mañana. Tahiel, obviamente, llegó totalmente dormido.
Fue una muy linda experiencia: los paisajes, las leyendas, la buena onda de los guías y la comida.
La excursión a las Salinas del Gualicho es una de las dos excursiones más comunes desde Las Grutas. La otra es la de Fuerte Argentino. A esta última nosotros fuimos hace unos 10 años, cuando estuvimos en la ciudad por primera vez, y también la recomendamos.
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