Todos tenemos una serie de personas especiales que nos inspiran de alguna forma o en las que nos fijamos para seguir adelante en la búsqueda de un determinado objetivo. En la mayoría de las ocasiones, el éxito es un término abstracto que detesto, mientras que las personas (al igual que los personajes de las películas) son quienes, con sus decisiones y actos, dan forma al mundo que les (nos) rodea. Por eso supongo que es más fácil fijarse en ellos, y nos gusta conocer un poco su forma de pensar, trabajar y vivir, que es en definitiva, la clave que les dio el éxito. Como dijo Jim Morrison: “Yo no saldré ahí fuera, vosotros tendréis que entrar dentro de mí”, la gran mayoría de hombres y mujeres célebres o importantes han tenido que poner un gran aporte de su propia personalidad y carácter a su trabajo, y han logrado lo que son siendo ellos mismos y sin intentar complacer a nadie. Las siguientes generaciones se basarán en el sus decisiones, que es lo que decía Michael Jackson (Estudia a los grandes y te convertirás en más grande) o incluso Gilderoy Lockhart, el ficticio profesor dela Saga Harry Potter obsesionado con la fama. (Serás célebre si te comportas como alguien célebre, Harry…) y encontraremos que, por muy distintas que sean las personas que nos inspiran, todas tienen un elemento común.
Nadie les ha regalado nada, y aunque al ver a gente como Arnold Schwarzenegger pensemos que es una masa de músculos alimentada a base de esteroides, la verdad es que tiene una mentalidad sorprendente y unas ganas de triunfar que parecen no quedar nunca satisfechas. De modo que he decidido traer un discurso que dio él hace tiempo y donde deja caer algunas de sus ideas sobre el trabajo y el éxito, que me resultan interesantes y que tal vez sorprendan a más de uno.
Como no he encontrado el vídeo subtitulado, he hecho una pequeña traducción que espero que os resulte fácil de entender.
Ahora, para ayudaros a lo largo del camino, pensé que lo mejor que puedo hacer es daros unas pocas de mis ideas personales sobre cómo alcanzar el éxito. Y para los padres, supongo que deberíais cerrar los oídos porque a lo mejor hay algunas cosas que nos gustará escuchar. […] Se trata de lo que yo llamo las Seis Reglas del Éxito del Doctor Arnold Schwarzenegger. Y aunque son mis reglas personales, supongo que también pueden funcionar para ti, pero eres tú quien tiene que decidirlo, porque hay gente que sólo quiere construir una vida, mientras que hay otras que tienen un sentimiento muy intenso de triunfar, de ser el número uno, gente como yo. Yo siempre fui muy intenso, siempre quise ser el número 1. […] Yo no quería ser simplemente un culturista, quería ser el mejor culturista de todos los tiempos, de la misma forma que con las películas, no quería ser una estrella de cine, quería ser una gran estrella de cine. Así que aquí tengo unas cuantas reglas.
La primera de ellas es: “Confía en ti mismo”.
Mucha gente joven escucha consejos de los padres, profesores y el resto del mundo, pero lo que realmente importa es que tú pienses profundamente y te preguntes quién quieres ser, no QUÉ, sino QUIÉN. No me refiero a quién quieren tus profesores que seas, sino TÚ, que te preguntes qué te hace feliz. No importa lo loco que suene a oídos de la gente. Yo fui afortunado al crecer sin televisión, ni ordenadores, ni Ipods, y por supuesto, Twitter era algo que pasaba al otro lado de la ventana, así que sin todas esas distracciones tuve mucho tiempo para pasarlo a solas y escuchar qué había dentro de mi corazón y dentro de mi cabeza. Y entonces supe que quería abandonar mi pequeño pueblo en Austria, no porque haya nada malo en Austria, es un magnífico país, pero quería dejar aquel pequeño sitio y pertenecer a algo más grande.
Entonces pensé que el mejor camino para venir a los Estados Unidos era convertirme en campeón de Culturismo, porque ese era mi billete de ida. […] Cuando regresé a mi casa y le dije a mis padres que quería ser campeón del mundo de Culturismo, no os podéis imaginar la cara que pusieron. Ellos hubieran querido que fuera un oficial de policía, pero eso era lo que mi familia quería para mí, pero algo más había empezado a crecer en mi interior. Quería ser diferente, estaba determinado a ser único.
De modo que para inspirarme empecé a leer libros y revistas de hombre fuertes y culturistas, y una de las cosas que hice fue decorar mi habitación, con fotos de boxeadores, culturistas, y luchadores de lucha libre. Estaba muy emocionado con esta decoración, hasta que mi madre la vio y quedó en Schock ó en Schock y empezó a llorar. Llamó al médico para que viniese a casa y le explicó que allí había algo raro, porque todos mis amigos tenían fotos en las paredes de chicas, pero yo no es sólo que tuviera fotos de hombres, ¡sino que estaban medio desnudos! ¡y cubiertos de aceite! ¿Qué había hecho mi madre mal? El médico meneó la cabeza y dijo que allí no pasaba nada malo, estaba en edad de tener ídolos.
Así que aquí tenéis la primera regla: quiero ser el campeón, estoy convencido para hacerlo y no importa nada de lo que nadie piense.
La segunda regla es: “Rompe las reglas.”
Existen muchas reglas acerca de todo en la vida, así que yo digo “rómpelas”. […] Tienes que pensar diferente, porque cuál es el mundo de estar en este mundo si quieres ser igual que los demás. A todos los lugares a los que he llegado ha sido rompiendo alguna de las reglas. Recuerdo que cuando acabé mi carrera de culturista quería entrar en el negocio de las películas, y todos los agentes me decían lo mismo: “No puede hacerse, las cosas son distintas aquí, mira tu monstruoso cuerpo, eso no queda bien en las películas, y la gente no va a tolerar tu acento.” Y sí, puedo imaginar que el apellido Scmildfer… o Schwwilf… no va a quedar bien en un póster. […] Como mucho podría encarnar a un boxeador, o por mi acento, a un oficial nazi, pero yo no escuché esa actitud negativa. Eran sus reglas, no las mías.
De modo que tras cinco horas al día de entrenamiento, empecé a tomar clases de interpretación, clases de inglés, clases de oratoria, clases de diálogo, ¡Clases de eliminación de acento! […]
La gente me decía: espero que puedas recuperar el dinero. Pero la verdad es que me lo pasé bien y poco a poco empecé a entrar en el negocio en la televisión. Pumping Iron, Stay Hungry, y luego tuve la gran oportunidad en ‘Conan El Bárbaro’. Entonces el director dijo: Si no existiera Arnold, tendríamos que construirlo. Piensen en eso. Y luego, en Terminator, “Volveré” se convirtió en una de las frases más famosas de la historia del cine sólo por mi extraño acento. Pensad en eso, y veréis cómo todo lo que los agentes dijeron que eran desventajas se convirtieron en mis principales bazas. […]
Por supuesto, eso me lleva a la tercera regla: “No tengas miedo a fracasar”.
Todo lo que he hecho en mi vida tenía el riesgo de fracasar. En la industria cinematográfica recuerdo que encuentras un guión, piensas que es muy bueno, y finalmente cuando ves la película, no ha funcionado y acaba en la basura. Y ahora si ves mis películas, Red Sonja, Hércules en Nueva York, El último Gran Héroe, todas esas películas acabaron en la basura, pero no pasa nada. Porque al mismo tiempo hice películas como Terminator, Conan, Mentiras arriesgadas, Depredador… No puedes querer ganar siempre, pero no tengas miedo a tomar decisiones, o si no, nunca avanzarás. Sigues adelante porque crees en ti y en tu visión, y sabes que si haces lo correcto, el éxito vendrá, así que no tengas miedo a fracasar.
Así que la regla número cuatro es: “No escuches lo que los demás digan”.
¿Cuántas veces has escuchado que la gente te dice: “no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello”, nunca se ha hecho antes? Imaginaos si a Bill Gates le hubiesen dicho lo mismo, y a mí me gusta escucharlo porque significa que, si lo hago, seré el primero. Así que no prestes atención a la gente que te diga que no puedes hacerlo. […] Imaginaos también si Barack Obama les hubiera escuchado, […] nunca hubiera luchado por la presidencia, nunca hubiera ganado las elecciones generales, […] y si yo lo hubiera hecho, jamás hubiese abandonado mi pequeño pueblo.
Así que llegamos a la quinta regla, que es posiblemente la más importante de todas: “Trabaja duro”.
Nunca quise perder una competición porque no hubiese trabajado lo suficiente. Mohammed Ali, uno de mis grandes héroes, tenía una gran frase […] Sin dolor, no hay victoria. Muchas de las grandes lecciones que he aprendido provienen de deportistas, en especial de éste último. Y dejad que os diga una cosa: Es importante pasarlo bien en la vida, por supuesto. Pero cuando estéis ahí fuera, de fiesta, alguien, al mismo tiempo, está trabajando duro. Alguien se está volviendo más inteligente y alguien está ganando, simplemente recordad eso. Si sólo queréis vivir vuestra vida no prestéis atención a todo lo que os estoy diciendo, pero si queréis ganar, no hay ninguna forma de esquivar el trabajo, duro, duro de verdad. Ninguna de mis reglas funcionará a menos que lo hagas. Siempre he pensado que el día tiene 24 horas, pero tú duermes seis horas, lo que nos deja dieciocho horas solamente. Pero esperad, habrá algunos que digan: yo duermo ocho o nueve horas, así que yo os recomendaría que durmierais rápido. Porque si dormís seis horas, en las otras dieciocho hay un montón de cosas que puedas hacer. […]
Sólo recordad que no podéis ascender la escalera del éxito con las manos en los bolsillos.
Y llegamos a la regla número seis: “Dar algo a cambio”.
Da igual el camino que tomes en la vida, siempre tienes que encontrar tiempo para dar algo a los demás, a tu comunidad o tu país. […] Quita ese espejo que hace que sólo puedas verte a ti mismo y podrás ver lo que hay más allá de él, y toda la gente que te necesita. Y dejad que os diga que ayudar a la gente os dará mayor satisfacción que cualquier otra cosa que hagáis en la vida. Jugar al ajedrez con un niño de ocho años en una escuela es mucho más satisfactorio que caminar a otra alfombra roja en el estreno de una película.
De modo que, antes de ir al mundo exterior, recordad estas reglas: confiad en vosotros mismos, romped las reglas, no tengáis miedo a fracasar, no escuchéis lo que los demás digan, trabajad duro y dad algo a cambio.