Nuestro repaso mensual a las series más destacadas de las últimas semanas se detiene en las producciones estrenadas durante el mes de abril, pero también en aquellas que, habiéndose estrenado en marzo, han concluido en abril. Nuestra intención suele ser la de ofrecer una valoración de las temporadas concluidas, de forma que podemos tener una mejor perspectiva del desarrollo narrativo de las historias. También incluimos alguna serie inédita en España, porque nos parecen lo suficientemente interesantes como para destacarlas de cara a un posible estreno en nuestro país. Y aunque hablamos de las tramas principales de las últimas temporadas, intentamos no hacer spoilers.
Q. Into the stormHBO, 22 de marzo-4 de abrilEscrita y dirigida por Cullen HobackA raíz del asalto al Capitolio en enero de este año, la atención internacional se fijó en QAnon, una figura anónima que venía lanzando mensajes relacionados con teorías de la conspiración desde hace algunos años y al que se considera el caldo de cultivo de los seguidores de extrema derecha que apoyaban las políticas de Donald Trump. El propio presidente contribuyó a través de su parlanchina cuenta de twitter a extender la influencia de QAnon. Y la pregunta principal comenzó a hacerse destacada: ¿Quién está detrás de Q?.
Cullen Hoback inició este documental de investigación en 2018, que está considerado como un punto de inflexión en la trayectoria de los mensajes posteados por QAnon. La teoría principal es que Q comenzó a publicar mensajes antes de 2018, pero que a partir de ese año existen claras diferencias de estilo y enfoque en sus posts. O lo que es lo mismo, alguien se apropió de la imagen de Q y a partir de 2018 estableció, podríamos decir, una nueva personalidad. A lo largo de los seis episodios de esta serie documental, que está producida por Adam McKay, director de películas como La gran apuesta (2015) y El vicio del poder (2018), Cullen Hoback realiza un trabajo notable de investigación que explica con claridad la evolución de QAnon hasta el pasado mes de enero.
La relevancia de los mensajes de Q comenzó a hacerse importante desde el momento en que publicó en la web de 4chan, una especie de tablero de mensajes sin censura creado por Fred Brennan, que posteriormente vendió a Jim y Ron Watkins, padre e hijo, que lo convirtieron en 8chan, con la misma filosofía pero más permisivos con mensajes de extrema derecha. La web finalmente fue clausurada porque se utilizó para difundir propaganda de algunos perpetradores de atentados como el que dejó 40 muertos en una mezquita de Christchurch, Nueva Zelanda, en 2019. Curiosamente, este mismo asesino había retransmitido la masacre a través de Facebook Live, pero no hubo consecuencias para esta red social. En algunos momentos da la impresión de que el director pierde el foco de QAnon para centrarse en las disputas que surgieron posteriormente entre Fred Brennan y Jim y Ron Watkins, en una especie de enfrentamiento entre programadores de internet en el que las dos partes practicaron el juego sucio. Pero el documental finalmente no decepciona porque sí desenmascara a QAnon, ofrece una teoría lógica y un nombre concreto.
Pero, al margen del tema central en torno a la identificación de QAnon, lo más interesante de Q. Into the storm es cómo revela con claridad hasta qué punto internet se ha transformado de un espacio supuestamente abierto a la libertad de expresión a un reducto de manipulación y adoctrinamiento. Y también pone de manifiesto cuál es la catadura moral de los que controlan cuentas de redes sociales y páginas web que se hacen virales y tienen miles de seguidores. Hay un momento en el que Fred Brennan, en su campaña de desprestigio contra sus oponentes, manipula la información que aparece sobre ellos en Wikipedia. De forma que finalmente nos hace reflexionar sobre qué es verdad y qué es mentira en la información que encontramos en la red. ¿Se ha convertido internet en un lugar donde nada de lo que se publica es verdad? ¿Donde todo está sujeto a campañas de manipulación de los usuarios? En el lado negativo, se le puede criticar una cierta falta de profundidad, una mirada más superficial hacia cómo millones de personas han creído teorías de la conspiración tan absurdas como el "pizzagate".
This country - Temp. 1-3Filmin, 23 de marzoCreada por Daisy Cooper, Charlie CooperDirigida por Tom George
La plataforma Filmin estrena en España las tres temporadas de las que consta la serie británica This country (BBC Three, 2017-2020), comedia con un sentido muy british que se construye como un mockumentary protagonizado por dos primos, Kerry y Kurtan, que viven en una zona rural del distrito de Cotswold, y en el que se refleja la vida monótona de cierta parte de la juventud que ha permanecido en estas localidades pequeñas. Los creadores y protagonistas de la serie, Daisy May Cooper y Charlie Cooper, en realidad son hermanos, su propio padre, Paul Cooper, interpreta al padre del personaje de Kerry, y su tío Trevor Cooper da vida a uno de los habitantes más excéntricos del pueblo. El éxito de la primera temporada en 2017 fue tal que la BBC recibió cuatro millones de peticiones de espectadores para que fuera renovada, lo que impulsó a la televisión pública a renovar por una segunda, y más tarde, por una tercera y última temporada, que se estrenó en marzo de 2020. La serie construye personajes espléndidos, empezando por los protagonistas, que tienen una mezcla de inmadurez, egoísmo y algo de psicopatía, que los hace impredecibles, pero sobre todo a partir de la segunda temporada desarrolla más otros personajes secundarios como el párroco (Paul Chahidi), que tiene una relación muy especial con los dos primos; Slugs (Michael Sleggs), el amigo del que ambos reniegan; e incluso aciertan en la creación de personajes a los que no se ve, como la madre de Kerry, que puede ser tan desagradable desde su habitación como si tuviera una presencia física (la voz de la madre está interpretada por la propia Daisy May Cooper, que en lo créditos utiliza el seudónimo de Ivy Woodcock). Pero sobre todo compone una historia que refleja realidades sociales muy dramáticas, en torno al abandono de las zonas rurales y el desinterés de las instituciones en su desarrollo. Se trata de fragmentos de experiencias diversas protagonizadas por estos dos primos cuya apatía e inmadurez provoca situaciones absurdas.
La serie gana cuando entramos en la dinámica de su sentido del humor, cuando los personajes nos resultan familiares y casi podemos adivinar los líos en los que se acabarán metiendo, y sus reacciones ilógicas. Por eso a partir de la segunda temporada This country consigue crecer en una visión mucho más amplia, que aumenta la presencia de otros personajes y construye tramas que son algo más que piezas anecdóticas. Poco antes de comenzar la producción de la tercera temporada, el actor Michael Sleggs, que interpreta al personaje de Slugs, anunció que le quedaban pocos meses de vida, y finalmente falleció en julio de 2019. Su personaje está basado en la relación de amistad que tenía con los dos hermanos creadores de la serie, y de hecho el primer episodio de la tercera temporada incorpora el fallecimiento del personaje de Slugs.
Considerada como una de las mejores comedias británicas de los últimos años, This country tiene la capacidad de evolucionar desde una primera temporada de construcción de personajes y situaciones absurdas, a otras dos temporadas mucho más complejas en la creación de tramas horizontales y en la relación con otros personajes. Hay incluso algunos paralelismos entre el episodio "The station" (S3,E5), en el que esperan el regreso del párroco en una estación de tren, y el episodio "Oven space" (S1,E3), uno de los más divertidos de la primera temporada en el que esperaban en su casa la llegada de su tío "Nugget" Nuggins, recién salido de la cárcel. Es una serie que construye elementos que acaban resultando icónicos, tan inolvidables como las camisetas deportivas de Kerry o las reacciones impulsivas de Kurtan. 

Protagonizada por Tahar Rahim, al que hemos visto recientemente en The Mauritanian (Kevin MacDonald, 2020), la serie de ocho episodios sigue la trayectoria de Charles Sobhraj, que mató al menos a una docena de personas entre 1975 y 1976 en países como Tailandia, Nepal o India. El actor francés de origen argelino encarna al protagonista como una persona de aspecto tranquilo pero que esconde una personalidad oscura, reencarnándose en Alain Gautier, un vendedor de piedras preciosas, pero que también toma la identidad de sus víctimas, utilizando sus pasaportes para viajar.
Impulsada y dirigida en los primeros cuatro episodios por Tom Shankland, realizador de series tan solventes como Ripper Street (BBC, 2012-2013) y The missing (Starz, 2014-2016), el guión está escrito por Richard Warlow, que también fue guionista de Ripper Street, quien toma la decisión de contar la historia de este criminal con una estructura no lineal. Por el contrario, realiza saltos temporales que nos sitúan en la investigación más reciente iniciada por el secretario de la Embajada de Holanda en Bangkok, Herman Knippenberg, y al mismo tiempo en los hechos que se investigan. Esta decisión puede ser controvertida (de hecho, la crítica norteamericana ha acogido la serie con tibieza precisamente por esta forma de narración) pero consigue mantener la tensión estableciendo un paralelismo entre el criminal y el investigador, y al mismo tiempo le permite centrarse en las víctimas, sobre todo en los primeros episodios. Es una decisión narrativa que quizás sacrifica un retrato más complejo del personaje principal, pero que contribuye a una construcción más amplia, que enfoca su atención en más personajes.
Posiblemente uno de los mejores thrillers que hemos visto este año, The serpent consigue ir más allá del simple retrato de un asesino, porque muestra un reflejo de la década de los setenta en los países orientales tras la finalización de la guerra de Vietnam, que al mismo tiempo muestra de la vulnerabilidad del ser humano. Criado en Francia, Charles Sobhraj desprecia su origen de padre indio y madre vietnamita, su piel oscura que es vista con recelo, de forma que su aspecto exterior es esmerado, pero falso. Es un personaje nihilista que menosprecia también a los hippies que se convertirán en sus víctimas, a los jóvenes blancos que viajan en condiciones modestas pero con el respaldo económico de sus padres. Ese ansia de aventura y de libertad se convierte en un infierno frente a este depredador del capitalismo.
Escrito por Ángel Aldarondo, Marian Fernández y Koldo Almandoz, y dirigida por éste último, Bocas de arena toma como premisa una leyenda de pescadores según la cual, "a quien cuente los secretos del mar la boca se le llenará de arena". A pesar de no contar con un presupuesto especialmente abultado, el director consigue convertir el escenario natural en un lugar asfixiante, de techos bajos, moho y oscuridad, creando una especie de noir vasco que bebe directamente de series destacadas cuya fuerza principal está en las imágenes y la ambientación. Se nos viene a la cabeza inmediatamente The killing (Netflix, 2011-2014), porque también está protagonizada por una inspectora que carga con un pasado tortuoso (Nagore Aranburu) y un joven ertzaintza del pueblo (Eneko Sagardoy). A esta atmósfera asfixiante, de neblina y oscuridad, contribuye el cuidado trabajo de Javier Agirre, director de fotografía de los últimos éxitos del cine vasco, ganador del Goya por Handia (Aitor Arregi, Jon Garaño, 2017) y nominado por La trinchera infinita (Aitor Arregi, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga, 2019) y Akelarre (Pablo Agüero, 2020).
También destaca especialmente la hermosa y melancólica música compuesta por Aitor Etxebarria, que conecta con aquel excelente trabajo musical que realizó para el documental Gernika. Markak (Hannot Mintegia, 2016). La investigación, que tiene como trasfondo la venta de drogas, se va desarrollando lentamente, encajando las piezas de un puzzle en el que las relaciones personales son complejas y los secretos son abundantes. Quizás al final estas piezas no terminan de estar totalmente ajustadas, y la narración es lo que más flojea en la serie, en su intención de buscar el impacto antes que la credibilidad. Pero se trata de una espléndida producción que nos ofrece un interesante ejemplo de cine negro con sabor salino. 

Esta incursión en el pasado traumático que se hace presente terrorífico es uno de los grandes aciertos de la serie, que funciona especialmente bien en la construcción de dos episodios clave que dan título a la primera temporada: Covenant I. (S1,E5), en el que se cuenta el trauma que atenaza a la familia, pero especialmente a la madre, que es un episodio provocador en el uso de la violencia; y Covenant II. (S1,E9), una incursión en blanco y negro en los elementos sobrenaturales que aguardan en el interior de la casa. Aunque le falta cierto equilibrio en la coexistencia del género de terror con la historia social (algunas subtramas como la de Betty Wendell (Alison Pill espléndida en su encarnación de la envidia) parecen algo aisladas), Them tiene muchos elementos de interés en su búsqueda del terror y la violencia como representación del pasado racista, marcada también por una espléndida selección de canciones de la época. Amazon encargó directamente dos temporadas de la serie, por lo que está asegurada la segunda temporada que, en su condición de Antología en la línea de American Horror Story (FX, 2011-), tendrá lugar en otra época y con otros personajes. 

El creador y único guionista de la serie consigue, utilizando resortes narrativos parecidos, elaborar unas tramas complejas que crean suspense sin necesidad de grandes escenas de acción. Porque uno de los principales valores de Line of duty es conseguir los mejores momentos de tensión en los interrogatorios, con los personajes sentados en una mesa, en vez de a través de persecuciones. Es el trabajo de escritorio el que consigue ir desentrañando la compleja madeja narrativa que se nos presenta en los primeros episodios. Y aunque en esta temporada se ha notado más el uso de determinados personajes para desviar la mirada del espectador, como elementos de distracción que permiten el giro sorprendente, el conjunto sigue siendo notable
Posiblemente Bienvenidos a Utmark sea una de las series menos comerciales de las que ha estrenado HBO este año, pero tiene una capacidad de atracción indudable. E introduce elementos que no son nada superficiales, como el enfrentamiento entre Heige (Marius Lien) y Finn (el casi imprescindible en la reciente producción noruega Tobias Santelmann), que conecta directamente con el sentimiento de agravio por parte de la comunidad indígena sami frente a la colonización racial y religiosa, que está presente en las zonas rurales de los países escandinavos. Casi podríamos decir que esta comunidad de personajes singulares describe a Noruega antes de descubrir petróleo, eminentemente ganadera y aislada. Y es capaz de utilizar el humor negro ( a veces un poco demasiado cargado) para exprimir hasta el límite las raíces primitivas del ser humano. 
Uno de los aspectos que más sorprendieron en su estreno en Suecia fue el hecho de que prácticamente todos los actores hablaran con acento escanio, mucho más coloquial que el acento más neutro que sea habla en la zona de Estocolmo, pero que no se suele utilizar en la industria audiovisual sueca (haciendo una traslación a España, es algo parecido a lo que ocurrió cuando las series y películas españolas se abrieron a otros acentos que no eran el castellano neutro). Pero este es otro de los puntos de interés de la serie porque, al margen de la propia investigación policial, hay detalles que muestran la evolución en los años noventa del Este de Suecia, encabezado por la ciudad de Malmö, hacia una mentalidad más empresarial y liberal, pero también más burocrática: "No se puede uno tomar un café sin rellenar un formulario", se queja el comisario, que es sometido a una investigación interna porque no sigue los protocolos establecidos.
También hay un retrato de una sociedad que parece enferma en un entorno marcado por el desempleo y las drogas, lo que la interrogadora Monica Olhed (Lotteen Roos) denomina "efectos secundarios sociales". Se descubre, por ejemplo, que hay unos veinte posibles sospechosos con antecedentes de abusos sexuales, sadismo y pedofilia que viven en la zona donde se ha cometido el crimen. Son estos elementos, más sociales y políticos, los que alimentan una serie que se aleja de las habituales incursiones en el subgénero del true crime.
FrontkjempereNRK, 6-28 de abrilEscrita por Alexander KristiansenDirigida por Alexander KristiansenLa serie que ha provocado un debate intenso en la sociedad noruega durante este mes de abril no es de ficción, sino un documental que utiliza recreaciones con actores, al estilo de las producciones de Canal Historia. Pero lo que hace a Frontkjempere especialmente controvertida es que se centra en los "combatientes del frente de batalla", aquellos noruegos que formaron parte de las tropas alemanas en la invasión de Rusia durante la II Guerra Mundial. En su pretendida conquista de Moscú, los alemanes de Adolf Hitler necesitaban una vía de entrada desde los países nórdicos, por lo que sus esfuerzos estuvieron en la colaboración de estados como Noruega. A través de entrevistas con siete combatientes noruegos, la serie documental ofrece una visión de cómo fue la participación de estos soldados en el frente alemán. 

En los últimos meses hemos visto varias incursiones en los entresijos de la política, tomando a un personaje central para mostrar el trabajo desde el interior. Normalmente con buenos resultados como en City Hall (Frederick Wiseman, 2020), sobre el funcionamiento del Ayuntamiento de Boston, encabezado por el alcalde Marty Walsh, o Mayor (David Osit, 2020), en torno a la figura del carismático alcalde de Ramallah, la capital de Palestina. Philly D.A. extrae con inteligencia y, casi diríamos que de forma premonitoria, porque acompaña a Larry Krasner desde antes de las elecciones, las profundas consecuencias de la transformación estructural que plantea el nuevo Fiscal de Distrito, azote de la policía corrupta, defensor de la revisión de condenas, de la eliminación de las altas fianzas a acusados sin recursos, o de la despenalización de la marihuana. Aunque en los primeros episodios hay una cierta urgencia en las imágenes y una tendencia a la sobreutilización de la música, poco a poco el trabajo de dirección consigue un interesante equilibrio.
Y prácticamente se estructura como si se tratara de una historia de ficción, con una historia principal que tiene ramificaciones en subtramas que van adquiriendo importancia en sucesivos episodios. Así, el tercero está principalmente dedicado a la pena de muerte, a través del enfrentamiento entre algunos familiares de un policía asesinado en un centro comercial, el principal sindicato de policías y la nueva política del Fiscal del Distrito, reacio a solicitar la pena de muerte. Aunque hay una evidente simpatía por parte de los realizadores hacia la figura de Larry Krasner, la serie tiene la virtud de usarlo como figura principal, pero enfocarse en el trabajo de otros departamentos, incluso dejando evidencia de que el empeño por reducir la población reclusa en las cárceles pasa también por el sacrificio de algunos de los fiscales que son más contestatarios, estableciendo una política que en ningún caso puede ser puesta en duda.
