En la sociedad actual estamos acostumbrados a dejar de lado todo aquello que no sea joven, bello o saludable. Por ello, la juventud, la belleza y la salud, hoy en día son el pasaporte directo hacia el éxito, o hacia lo que esta sociedad ha conceptualizado como tal. Quizá, por eso, el inicio de Las sesiones se torna raro, distinto, y si se quiere hasta hostil, pero el acierto de Ben Lewin al presentarnos a Mark O’Brien (John Hawkes) es el desdramatizar una situación de por sí muy dura. De ahí, que no nos deba resultar extraño, que la forma de afrontar la vida de este joven postrado en una camilla que sobrevive gracias a un pulmón mecánico, esté salpicada de ironía y mucho humor. Tanto es así, que provoca las risas de aquellos que van a ver la película, y no sólo eso, sino que conforme avanza ésta, se convierten en frecuentes. Una situación dura que se convierte en una comedia con matices, pero que ni siquiera pierde la sonrisa al abordar el lado más trascendente de la historia cuando Mark acude al padre Brendan (William H. Macy) para buscar su auxilio y aprobación. Un cura, que como el resto de los personajes, navega libre de ataduras y barreras, y que por tanto, no nos debe extrañar que se ponga de parte de Mark en el peliagudo tema de las relaciones sexuales sin fines procreadores. Puestos en este punto, sólo se nos ocurre decir que ¡quién da más! Pues Las sesiones se comporta como un perfecto mensaje que nos transmite la necesidad de ir derribando las barreras que nos pone la vida. Y lo que en principio se nos podría antojar como un dificultoso engranaje, en el minuto diez del film, se comporta como una máquina perfecta que se mete en el bolsillo a los espectadores de esta maravillosa locura protagonizada por un discapacitado y su necesidad de perder su virginidad antes de que le llegue la muerte.
La suerte que ha tenido John Hawkes a la hora de interpretar al joven Mark, es tener enfrente a Helen Hunt (Cheryl), como terapeuta sexual a la hora de superar el reto que él mismo se había planteado, porque no cabe decir otra cosa que está brillante, y que la naturalidad y la sencillez con la que muestra su desnudez ante las pantallas es un nuevo síntoma del buen hacer de esta gran actriz. Sus movimientos, sus miradas, y la conexión que surge entre ambos, es sin duda la chispa de la película y la manifestación de la espiritualidad que envuelve a las personas cuando el canal de las palabras sigue su curso y fluye con energía. En este caso, ese canal es la poesía, como mejor manifestación de los sentimientos, pero no de una forma ambigua o enigmática, sino directa y profunda, como sólo alguien que vislumbra que está ante una de las experiencias de su vida puede manifestar. Pues a medida que avanzan las sesiones, uno se queda con la duda de quién da más a quién.
En definitiva, Las sesiones es una plácida muestra del cine independiente norteamericano, que tiene todos los ingredientes para hacerse con el beneplácito del público, a poco que éste esté dispuesto a romper las barreras que nos pone la vida.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.