La estación de las hojas caducas, tiene su lugar secreto en la sierra de Ayllón, a menos de 200 kilómetros de la capital española.
Allí, la llegada del otoño, se torna especial, y el número de visitantes se triplica, para ver el Parque del hayedo de Tejera Negra.

Es otoño es una estación controvertida: mientras muchos se alegran de terminar con el tedioso calor del verano, y de volver a la rutina habitual, existen otros para los que el otoño supone entrar en una tenue melancolía, que se va acentuando según los días se acortan, y los árboles permutan sus hojas verdes por otras de tonos ocres, morados, e incluso rojos, que nos indican, que el verano, llegó a su fin.

El Parque del Hayedo de Tejera Negra, se encuentra dentro del término de Cantalojas, un pequeño municipio de descendencia íbera, donde sus habitantes se dedican a la ganadería y el pastoreo de altura. Aquí, los rebaños de ovejas, cabras y vacas son el denominador común, junto con las ruinas de un viejo castillo íbero, (El castillo de Diempues, hoy en día El Castillar), que, seguramente, fue testigo de batallas y luchas durante la reconquista, y que hoy, ve impasible cómo avanzamos hacia el pueblo, para, desde allí, tomar el camino que nos dirigirá hasta el Hayedo, el bosque de hayas más meridional de toda Europa.
La existencia de este bosque en esta zona no es algo habitual.
El haya, es un árbol exigente, que precisa de mucha agua, pero sin que encharque, y los valles de Lillas y Zarzas que conforman esta zona de la Sierra de Ayllón, cumplen estos requisitos. Aquí, los inviernos son duros, muy duros; las laderas se recubren de un blanco manto que no es hasta la primavera cuando se derrite, y también, muy lluviosos, como les gusta a las hayas. Además, los veranos suaves no dejan de ir acompañados de bruma y llovizna, por lo que los protagonistas de la zona siguen teniendo aquello que precisan para subsistir, y los dos ríos de los valles, nacientes en el glaciar de La Buitrera, a 2.000 metros de altitud, terminan por dar todo aquello que permite que el paisaje que ahora observamos, uno de los más auténticos y salvajes que podamos contemplar, sea una realidad.

El lugar fue declarado Parque Protegido en 1.974, y es posible encontrar muchas especies, como robles, serbales, acebos, abedules o pinos silvestres. A pesar de que el parque es digno de visitarse en cualquier época del año, es en octubre la estación ideal para su disfrute, cuando las hayas mudan sus hojas y nos dan este espectáculo. Los fines de semana, reservar en el centro de interpretación es la tónica habitual.

Sin embargo, pocos lugares habrá en nuestras montañas donde podamos disfrutar más de una naturaleza apenas intacta, y todavía por explotar.