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Las teodoras, escrita y dirigida por hugo pérez de la pica e interpretada por chelo vivares: mensajes de vulnerabilidad e inocencia atrapados en el laberinto del tiempo

Por Asilgab @asilgab

LAS TEODORAS, ESCRITA Y DIRIGIDA POR HUGO PÉREZ DE LA PICA E INTERPRETADA POR CHELO VIVARES: MENSAJES DE VULNERABILIDAD E INOCENCIA ATRAPADOS EN EL LABERINTO DEL TIEMPO

La luz se muestra egoísta con aquellos grandes olvidados por la obcecación de la lujuria que existe en el éxito. Como si arremeter contras las telarañas del tiempo que penden del techo fuese algo pernicioso o prohibido. No es fácil dedicarse a explorar los recuerdos, porque igual que los que yacen depositados en un arcón, éstos nos deparan sorpresas y se detienen en objetos que nos devuelven imágenes perdidas en el transcurso del tiempo. Esos olvidos, sin embargo, son los culpables de devolvernos mensajes de vulnerabilidad e inocencia que creíamos atrapados en el laberinto del tiempo. Un laberinto sin salida. Un laberinto caprichoso que reta a nuestras más firmes convicciones. Un laberinto, en definitiva, todopoderoso que nos envuelve hasta hacernos reír, llorar, gritar o huir. Ese caleidoscopio de emociones es el que envuelve a la obra de teatro Las Teodoras, escrita y dirigida por Hugo de la Pica e interpretada por una formidable Chelo Vivares. Las Teodoras, de algún modo, somos todos y cada uno de nosotros, pues los nietos de hace mucho tiempo fuimos los hijos de ayer y los padres de hoy en una amalgama sucesoria imposible de detener. En este sentido, Hugo de la Picareivindica el papel de las cómicas del siglo XX español de una forma tragicómica y dándonos a entender que el poder del teatro también está en las luces y sombras con las que nuestras actrices han defendido su profesión. Cargada de penurias, frío y hambre unas veces, incomprensión y olvido en otras, pero sin dejar de estar vivo y presente en cada momento ese duende que cada una de ellas llevó dentro. Este homenaje que el autor ha querido hacer a Criste Miñana, madre de Chelo Vivares y actriz de mediados del siglo XX, surge de las múltiples conversaciones que autor y actriz mantuvieron a lo largo de los años, lo que proporciona a la obra de teatro ese tesón tan entrañable y conmovedor que se traduce y visualiza en las múltiples situaciones y épocas que aborda, y que van desde los años 40 a los 70. Un simpar juego de imágenes que Hugo de la Pica ha sostenido con un texto que deviene en el alto nivel interpretativo de una magnífica Chelo Vivares. Un lujo que el director de la obra no ha desperdiciado, porque ha brindado a Chelo Vivares la oportunidad de mostrarnos los múltiples y geniales registros interpretativos que posee, a cual mejor, la verdad. Esa variedad se acompaña de una sencilla puesta en escena que, como siempre, en el Teatro Tribueñe es muy efectiva y se comporta como un perfecto manto que cubre a toda la obra. Las imágenes proyectadas sobre el espejo, que también hace las veces de biombo, nos depositan en una encrucijada reversible del tiempo, en un perfecto vaivén que avanza y se retrotrae como un perfecto abanico que se abre y se cierra sin darnos cuenta.

Mención aparte merece Chelo Vivares, muy emocionada al final de la representación por el regalo que Hugo de la Pica le ha proporcionado al crearle este papel donde da vida a su madre. Chelo Vivares es la viva representación de la experiencia sobre el escenario. Es solemne, cómica, tragicómica, irónica, burlona, actriz sobre actriz, cantante, mulata, mística, hija, esposa… y así hasta un infinito e interminable número de registro. Chelo lo es todo. Diosa y bruja. Amante y esposa. Hija y madre. Chelo lo es todo porque pocas actrices como ella pueden serlo tras una vida dedicada a la interpretación. El manejo de los tiempos, el verbo y los silencios permanecerán siempre en nuestra memoria, pues son y serán imborrables. 
Las Teodoras le sirve al Teatro Tribueñe como excusa para celebra su 15 aniversario desde que abriera sus puertas en el año 2013 y, sin duda, acierta con esta puesta en escena que retrata tan bien lo que hemos fuimos, somos y seremos. Todo ello impregnado bajo mensajes de vulnerabilidad e inocencia atrapados en el laberinto del tiempo.
Ángel Silvelo Gabriel.

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