Recuerdo que hace cuatro o cinco días, cuando trabajaba en Nokia, nos hicieron una pregunta futurista para intentar pintar cómo serían los retailers del futuro. No los de los próximos 5 o 10 años, sino las tiendas dentro de medio siglo.
Fue una puerta abierta a la imaginación donde cada uno de los que formamos parte de ese workshop, dejamos volar la imaginación y proyectamos cosas que en aquel momento de 2010 o 2011 parecían sacadas de una película de ciencia ficción de "todo a 100". Seguramente muchas de las cosas que allí se expusieron acabasen en una especie de papelera de ideas, pero algunas otras terminarán formando parte de nuestra realidad más cotidiana dentro de 2, 3 o 4 lustros... o quizás no.
El caso es que nuestra forma de comprar ha cambiado. Desde tecnología a artículos para el hogar, la realidad es que ya no nos comportamos igual. Los hábitos de compra han cambiado, si bien hay ciertos sectores que todavía están lejos de alcanzar una madurez en cuando al desarrollo del e-commerce, otros desarrollan aplicaciones y tecnologías que nos lo hacen todo mucho más fácil.
A fin de cuentas es de lo que se trata. De hacer que el proceso de compra sea lo más intuitivo y cómodo posible para que el consumidor / cliente, se decida por nuestra página web o por nuestra aplicación en vez de por cualquiera de las otras muchas de la competencia que realmente le ofrecen los mismos productos y servicios (y quizás a los mismos precios), pero de los que tenemos que tratar de diferenciarnos al menos en la experiencia de compra que aportamos a dichos clientes.
¿Os imagináis el día en el que gracias a la revolución provocada por el Internet de las Cosas (en mi opinión la siguiente gran revolución tecnológica después de la telefonía móvil), nada más entrar en una tienda física o logarnos en una virtual, tuviéramos los productos que mejor encaja con nuestro perfil de compra, comportamiento social, o gustos de amigos? Yo no creo que estemos tan lejos de todo eso por mucho que algunos se empeñen en destacar que donde está el valor aportado diferencial sea en el trato con las personas.
Podéis llamarme anti-social, pero os aseguro que prefiero comprar por Internet que pasarme por una tienda física, del mismo modo que en los últimos 15 años apenas he pisado una oficina bancaria más allá de 5 o 6 veces.