Bodega: Daniel Gómez Jiménez-Landi
DO: Méntrida
Variedad: 100% Garnacha
Graduación: 14,5%
Precio: alrededor de 17 €
Para mi, el concepto “vino de pueblo” siempre estará ligado a recuerdos de mi infancia, cuando acompañaba a mi abuelo a la cooperativa del pueblo y compraba garrafas de 5 litros. Era un vino potente, con cuerpo, difícil de tomar solo, que el hombre se racionaba disciplinadamente. Todo lo contrario a este vino, vaya…
Daniel Gómez Jiménez-Landi, tras 8 años al frente de la bodega familiar (Bodegas Jiménez-Landi), decide emprender otros proyectos, como el Comando G (Comando Garnacha) con su amigo Fernando García. Y a la vez, pone en marcha su proyecto más personal, en busca de la esencia de la variedad reina de la DO, la garnacha.
Para ello, utiliza la uva de unas pequeñas parcelas, apenas 4 hectáreas muy repartidas, situadas en el pueblo del Real de San Vicente. Localizado en la provincia de Toledo, en la parte este de la Sierra de Gredos, en la cuenca del río Tiétar. Son viñas viejas de garnacha, de edades comprendidas entre los 40 y los 70 años (se me hace raro llamar “vieja” a una viña de 40 años, pero es más un tema personal). A una altitud de entre 750 y 850 sobre el nivel del mar, se asientan sobre suelos graníticos de origen silíceo. El clima es continental-mediterráneo extremo, marcado por la influencia de la Sierra de Gredos. Los inviernos son fríos y secos, y los veranos muy cálidos. El resto del paisaje lo componen bosques de sierra, pinos, madroños, encinas, nogales y castaños. Ningún otro cultivo se arriesga a sobrevivir en la zona.
Allí, Daniel practica la viticultura que le gusta, respetuosa con la naturaleza, y buscando la identidad, reflejar lo que sucede en cada viñedo. Son pequeñas parcelas, trabajadas según la agricultura ecológica y biodinámica. El vino se elabora dejándole hacer, evitando al máximo cualquier intervención agresiva, con maceraciones suaves y largas, usando el 100% de raspón. Utiliza levaduras autóctonas para la fermentación, en tinas de roble francés. Posteriormente, el vino se cría durante 10 meses en fudres (os recuerdo aquí qué son los fudres) y se embotella sin filtrar ni clarificar. Apenas 10.000 botellas en 2013.
El resultado es un vino muy sorprendente, delicado como un pinot noir de Borgoña, con personalidad, una garnacha fina y elegante. Tiene un color picota, de poca intensidad, es brillante,deja lágrima abundante. En nariz, nada más abrir la botella me recordó a fresas, violetas, aromas muy frescos, un toque especiado, pimienta,y un recuerdo balsámico. Aromas elegantes y profundos, muy agradables. Y en el momento de probarlo, un vino suave, sedoso, buena acidez, taninos finos y bien integrados, menos intensidad que en nariz, y cuerpo medio. Un final largo y envolvente lo termina de convertir en un vino fácil de beber.
A nosotros nos fue muy bien con unas hamburguesas de calidad, pero es un vino que se deja hacer. El problema para convertirlo en un vino de diario es el precio, si no…