Aunque no soy muy amigo de la televisión - en esta época de internet es algo totalmente prescindible - , a veces tengo la oportunidad de ver fragmentos de un programa que se llama Hermano mayor. Su conductor es un exjugador de waterpolo que a punto estuvo de perderse en su juventud en un infierno de alcohol y drogas. Hoy día, ya rehabilitado de sus adicciones, presenta este programa, en el intenta ayudar a adolescentes que han perdido totalmente el rumbo, ya sea por problemas familiares, desengaños amorosos y por no haber sabido elegir bien sus amistades. Aunque todas las entregas suelen tener el mismo esquema, lo cual induce a pensar que no todo lo que podemos ver está improvisado, la conclusión es interesante: es muy difícil luchar contra los demonios interiores sin contar con un guía espiritual que haya experimentado las mismas emociones negativas. Lo cierto es que en la tele la terapia siempre funciona: el protagonista acaba aceptando el mal cometido y el programa acaba siempre con su propósito de enmienda. Sería bueno que algún día emitieran los casos fallidos, porque, aunque sea por pura estadística, debe haberlos.
La protagonista de Las vidas de Grace ejerce el papel de una especie de hermana mayor para los internos en Short Term 12, un proyecto, fruto de la iniciativa privada de unos filántropos, que intenta encauzar las vidas desgarradas de adolescentes embutidas en conflictos que les superan: abusos sexuales, pobreza, problemas psicologicos... Lo peculiar de Grace y de su compañero Mason, con quien mantiene una relación, es que ellos mismos fueron internos, por lo que arrastran la pesada carga de un pasado difícil, a veces repleto de matices inconfesables. Grace es una joven entregada en cuerpo y alma a su trabajo: algo que a la vez le sirve de terapia y le tortura, puesto que ve reflejados sus propios males pretéritos en el sufrimiento de los chicos con los que convive día a día.
En cualquier caso, sus responsabilidades en Short Term 12 le han dado una oportunidad insospechada: la de ser otra Grace, la Grace que puede experimentar la más inmensa de la satisfacciones, la de ser útil a otros. No obstante hay traumas que no pueden superarse jamás. El pasado siempre acecha en las sombras y el dolor vuelve cuando menos se le espera. Un caso en particular va a hacer rememorar a la protagonista sus propios fantasmas: el de Jayden, adolescente que sufre las agresiones sexuales de su padre.
Las vidas de Grace es una película independiente de muy grata visión, a pesar de la leve inquietud que produce, porque consigue lo que quiere sin grandes estridencias, sin tener que apelar al tremendismo. Contiene una presentación modélica de los personajes y sus conflictos y, a partir de ahí, desarrolla una historia pequeña, pero muy representativa de ese instinto de muerte del que habló Freud, que late en todos los seres humanos, pero que se desarrolla especialmente en aquellos que han sufrido traumas en su infancia y casi consigue purificar con su mensaje terapeútico al espectador.