Revista Cine
Memorias del porvenir.
En un corto plazo de tiempo se han estrenado tres películas que pretenden recuperar el savoir faire de la ciencia ficción de la década de los 70’s y que han utilizado el género como vehículo para retratar la condición humana, aunque con resultados desiguales y enfoques bien distintos. La primera en llegar a nuestras pantallas fue Moon (2009), la ópera prima de Duncan Jones, seguida muy de cerca por The box (2009), la última carambola cinematográfica de Richard Kelly (un cineasta con serios problemas de ego), y ahora le toca el turno a Las vidas posibles de Mr. Nobody, la peculiar propuesta narrativa de Jaco Van Dormael, un director belga que recurre, por primera vez y de forma natural, a la ciencia ficción, sin alejarse por ello de ciertos temas recurrentes en su filmografía. Estamos ante una sentida coproducción entre Bélgica, Francia y diversos países, que enlaza con otros títulos tan emblemáticos como Matadero Cinco (1972), ¡Olvídate de mí! (2004) o sobretodo Je t’aime, je t’aime (1968) de Alain Resnais, debido en parte a su habilidad para fundir la ciencia-ficción con la filmación de los laberintos de la mente humana.
Nuestro relato da comienzo en el año 2092, en una época donde los avances científicos han propiciado que la humanidad trascienda a un estado de inmortalidad. Allí conocemos a Nemo Nobody (Jared Leto), el último mortal vivo. Nemo, con más de cien años de edad, pasa sus últimas horas de vida en una cama del hospital, algo que crea bastante expectación en esta sociedad futura. Un periodista se cuela en su habitación con la idea de entrevistar al moribundo, pero una vez empezada la historia el reportero se da cuenta de que los detalles no cuadran, de que la narración se bifurca cada vez que se toma una decisión, dando pie a una infinidad de historias nuevas que se solapan en un bucle sin fin. Nemo no le está explicando su vida, sino todas sus vidas posibles. Quizás le falle la memoria al anciano y nada de esto sucediera realmente, o tal vez sea otra cosa distinta, ¿realidades alternativas? ¿Viajes en el tiempo? Quién sabe, nada es seguro en este juego narrativo de muñecas rusas.
Nemo Nobody es un nombre que suena intencionadamente a inventado, y más si tenemos en cuenta que ambos vocablos, el primero en latín y el segundo en inglés, significan «nadie». Él se niega a vivir en un tiempo presente y lineal, como también sucede con los protagonistas de las películas de Alain Resnais, un cine con el que siente gran afinidad. La película se sumerge en una sinfonía discontinúa de recuerdos y hechos fragmentados, explorando los caminos aleatorios de la existencia. Una carrera de obstáculos donde la meta es el amor (personificado por Diane Kruger), pero en la que se deben franquear todo tipo de caprichos del destino y mil y un callejones sin salida. La narración se deja llevar por el torrente de imágenes, exhorta en la flotante belleza de su poesía visual, el discurso es espiral y el espectador puede sentirse algo perdido ante tanto desorden narrativo. Algo que intenta subsanar un final excesivamente explícito, donde un personaje, a modo de epílogo hitchcockiano, nos revela todos los secretos de la trama.
El mecanismo se demuestra algo burdo para una obra tan críptica como esta, pero estoy seguro de que un sector del público lo agradecerá. Y lo cierto es que está rodado de forma bastante frívola, así que no estropea del todo el conjunto. Lo que sí le resta varios puntos es que en algunos de sus parajes se parezca tanto a Los amantes del círculo polar (1998). A pesar de que no tengo ningún problema con que la imagen del viejo Nemo en su cama del hospital nos remita a la del viejo Bowman en 2001: una odisea del espacio (1968), e incluso puedo ver con buenos ojos ciertos parelismos entre este personaje y el Billy Pilgrim de Matadero Cinco (1972), el hecho de que Las vidas posibles de Mr. Nobody se nos presente como una feliz unión entre la cinta de Julio Medem antes mencionada y el cine de Resnais, nos plantea serias dudas sobre su originalidad. Sea como fuere, Van Dormael es un excelente narrador y está copiando a referentes exquisitos, así que el resultado final es una filigrana narrativa de gran belleza formal, pero que provoca una inexcusable sensación de déjà vu en el espectador.
La frase 1: «Prométeme que si muero tirarás mis cenizas en Marte.»
La frase 2: «En el ajedrez se llama Sit Suan, cuando un solo movimiento no es movimiento.»
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