Revista Psicología
Este libro busca dar voz a quienes no suelen tenerla; a aquellos que, extraviados en los laberintos del trastorno mental, sufren el rechazo de una sociedad presuntamente cuerda. Los extraviados… De extra y del latín via, camino: los que se apartan del camino. Al fin y al cabo, delirar, de-lirare, es también desviarse del surco o lira, el camino trazado. Los locos, los ex-céntricos o extra-vagantes, en este libro los esquizofrénicos, carecen de voz porque están fuera del sistema. Lo están o se les envía. Tiempo atrás, esta exclusión se explicitaba en la nave de los locos, la embarcación que alejaba río abajo a los inadaptados. Más adelante fueron los manicomios los encargados de su aislamiento. Hoy, las estrategias son o parecen menos represivas: a los locos, rebautizados como enfermos mentales en la era de lo políticamente correcto, simplemente se les niega el discurso… Se les calla. Los enfermos mentales atraviesan su propio laberinto, a veces sin hallar la salida. Porque salir de él es muy difícil; la entrada, en cambio, está más cerca de lo que imaginamos. Lo que el lector tiene en sus manos no es un tratado de psiquiatría, ni un ensayo sociológico, ni siquiera un manual de autoayuda para afrontar los sinsabores de la enfermedad mental. Es, sin más, un libro de historias testimoniales sobre la esquizofrenia, una compilación de casos reales en los que, más allá del uso de ciertas técnicas narrativas, no hay otra invención que la pactada para garantizar el respeto a la privacidad de sus protagonistas. Seleccionados entre cerca de un centenar de entrevistados de distinto lugares de España, los narradores de estos relatos —doce enfermos diagnosticados y tres testimonios que han luchado con la enfermedad sin padecerla— reviven en primera persona su dolorosa experiencia en los confines de la mente; una aventura cruel y fascinante de la que ninguno de ellos ha salido indemne —aunque algunos están hoy recuperados— y a la que cualquiera puede acudir ahora para romper tópicos, ahuyentar prejuicios y contribuir a la destrucción del estigma que el mal llamado “esquizofrénico”, injusto arquetipo del loco, padece aún en nuestra sociedad.
El objetivo de esta obra, más bien, es ofrecer una serie de confesiones ejemplares a un lector diverso, desde el iniciado en los misterios de esta catastrófica enfermedad, considerada por muchos el cáncer de la mente, hasta el que no sabría distinguirla de otras como la personalidad múltiple, el trastorno bipolar o el trastorno antisocial de la personalidad: lego, pues, en la materia, y presuntos cuerdos que sin embargo se verán sacudidos por la lectura de vivencias insólitas, y también tremendamente cercanas, casi íntimas; al fin y al cabo, la esquizofrenia afecta hoy a una gran cantidad de personas y muchos contamos entre nuestros allegados con personas aquejadas de esta enfermedad.
Sepa o no de esquizofrenia, estos relatos ayudarán al lector común a tender puentes hacia sí mismo, hacia el misterio de la mente y también hacia un amplio sector de la sociedad discriminado, por mitos, tabúes y temores sin justificación que la ignorancia ha provocado; un colectivo oculto aún, quién sabe si por hábito o indiferencia, tras el discurso dominante de la “normalidad”. A los más entendidos, sean enfermos, familiares o profesionales, el libro les aportará a su vez una singularidad: la de la voz del propio afectado, silenciada en gran parte de la bibliografía sobre la esquizofrenia y por extensión ausente de la sociedad, así como de buena parte de la comunidad terapéutica. Como se lamentaba un entrevistado: “A nadie se le ocurre que a un cojo le impidan desplazarse porque una parte de su capacidad motriz se haya deteriorado; a los enfermos de esquizofrenia, en cambio, se nos despoja de todo criterio, como si la afección temporal de una parte de nuestra mente nos impidiese desde entonces pensar y sentir en absoluto”.
Las voces del laberinto aspira a ser sobre todo un ejercicio de inmersión en la voz y la mirada del otro, en este caso el otro diferente, según y como el otro enajenado.
Texto extraído por Esther Sanz ( psicóloga clínica ) del libro Las voces del laberinto.