Los esclavos negros llegaron a América del Norte en 1619, pero no sabemos nada de la música que interpretaron en esas tierras hasta finales del siglo XVII.
Detalle de “Liberty Displaying the Arts and Sciences” (1792) – Samuel Jennings.
Es prácticamente imposible conocer cuándo esa música africana que ellos trajeron a su nuevo entorno se convirtió en música afroamericana, al fusionarse con la música europea que escucharon de sus amos. Responder con fiabilidad a cuestiones como esta no es nada sencillo ya que la literatura publicada en las treces colonias inglesas nos relata muy poco sobre la población negra y todavía menos sobre su música. Podríamos decir sin equivocarnos demasiado que durante el período colonial los negros fueron casi personas invisibles en América del Norte para la Historia.
Sabemos que los negros tocaban el violín, el banjo (the banjer), instrumentos de percusión y que lo hacían de forma diferente: “Ese grupo de negros no bailaban ni el minué ni siquiera una contradanza. Lo que hacían estaba lejos de ello, algo que se conocía como “Negro jigs” (1774). (1)
Sabemos que cantaban de manera diferente en los oficios religiosos: “Las melodías se torturan, se distorsionan y se cantan lamentablemente en algunas iglesias, con una horrorosa mezcla de ruidos confusos y discordantes… y para colmo no hay dos hombres que canten igual, o juntos, lo que suena en los oídos de un buen juez como quinientas melodías distintas aulladas al mismo tiempo” (1730). (2)
Sabemos que en los peores sitios del país existía una especie de mendigos que cantaban tristes canciones. A músicos veteranos del blues les preguntaban sobre ello a finales del siglo XIX: “¿El Blues? ¡No hay un primer blues! El blues siempre ha existido”. (3)
En la década de 1890 apareció una música a la que denominaron “ragtime”. Ese término englobaba a las llamadas “coon songs” (canciones de negros) bien fueran cantadas o instrumentales, destinadas al baile o a los desfiles, y todo ello con un alto grado de sincopación.
Ahora sí podemos hablar de una música afroamericana propiamente dicha y que desembocaría, unos años más tarde, en una música destinada principalmente a la improvisación y a la que conocemos como “jazz”. Pero también dio lugar a otra que los compositores escribieron en papel pautado y que hoy conocemos como la “música norteamericana” donde habitan desde hace años sus famosos “standards”. En este artículo me voy a referir exclusivamente a este segundo apartado. Es importante mencionar que, hoy en día, el término “ragtime” se sigue aplicando, pero exclusivamente a los “rags de piano” que tuvieron su época de esplendor en la primera década del siglo XX.
Entre los músicos negros más famosos que compusieron música “ragtime” están: Will Marion Cook (1869-1944), Bob Cole (1868-1911), John Rosamond Johnson (1873-1954) y el más importante de todos, Ernest Hogan (1865-1909).
Ernest Hogan.
Portada de la partitura “All Coons Look Alike to Me”, escrita por Ernest Hogan.
Ernest Hogan está considerado el primer músico que puso de moda la música sincopada con su composición “All coons look alike to me” (Todos los negros me parecen iguales). La canción publicada en 1896 tuvo un éxito inmediato y las ventas (de partituras) se extendieron por todo el país y, también, por el extranjero.
Lo curioso del caso es que Ernest Hogan fue el culpable de que el término “coon” se empleara de manera despectiva por los blancos para referirse a los negros y también de que a las canciones de estos últimos se las conociera como “coon songs”.
¿Cómo se convierte la música afroamericana en norteamericana?.
Esa música “ragtime” compuesta por músicos negros se convierte en música de todos los norteamericanos cuando los compositores blancos utilizaron las síncopas de manera natural, no copiando a los negros. O dicho de otra manera, cuando los compositores blancos colocaron en un compás un acento donde no se espera, o una parte fuerte donde debería ir una débil, y esos contratiempos no los escribieron de una manera intencionada sino porque les salió de un modo consustancial, innato.
Para que esto ocurriera debemos esperar a la siguiente generación de músicos. A aquellos que nacieron alrededor de la fecha en la que Ernest Hogan publicó “All coons look alike to me” y de esta forma, desde su más tierna infancia, tuvieron la oportunidad de familiarizarse con esas síncopas, con esos contratiempos, con esos “ragtimes” y esa música devino “su música”.
George Gershwin nació en 1898, dos años después de la publicación del tema de Hogan. No he podido encontrar la publicación de la que entresaqué, para mis notas sobre el compositor, el siguiente párrafo: “James Reese Europe (4) se mudó a Nueva York donde continuó con sus estudios musicales y para poder costeárselos se convirtió en el pianista de un club de Harlem llamado Baron Wilkin, donde un niño de siete años llamado, George Gershwin, le escuchaba embelesado desde el bordillo de la acera situada frente al local”.
George Gerhswin – 1934 .
De la misma manera que Gershwin otros compositores de su tiempo se imbuyeron, desde muy jóvenes, de esa música afroamericana que penetró en ellos hasta que formó parte de su propio yo musical como si se tratara de su propia piel.
He elegido a George Gershwin ya que para muchos melómanos norteamericanos una obra de este compositor vistió de gala a la música de su país. Y con gala quiero decir – parafraseando a John Lennon – a que las señoras que ocupaban las mejores localidades de la sala de conciertos del Carnegie Hall pudieran sacudir sus joyas como un signo de reconocimiento hacia la música que acababan de escuchar. Ese día tan especial fue el 27 de diciembre de 1942 en el que la “New York Philharmonic” interpretó la “Rhapsody in Blue” de Gershwin dirigida por Dimitri Mitropoulos y con el pianista valenciano, José Iturbi, como solista.
Pero hasta llegar al año 1942, la “Rhapsody in Blue” tiene cosas que contar.