Año: 2018
Editorial: Sportula Novela corta (fantasía oscura)
Cazador paciente y certero
Este es un día muy especial para nosotros, ya que la autora de la que vamos a hablar es miembro de nuestro equipo. Se trata de Laura S. Maquilón, que hace unas pocas semanas publicó su primera novela corta de la mano de Sportula, El pasado es un cazador paciente. En este post voy a tratar de contaros -con la mayor objetividad que me permite la admiración que tengo por el trabajo de esta escritora- qué os podéis encontrar entre sus escasas 110 páginas. Empezamos por la sinopsis.
Atrapar sueños es una profesión arriesgada, algo que Marina sabe muy bien. Lo que no sospecha es lo peligrosa que puede ser cuando vuelve a su pueblo natal a cumplir el encargo de un cliente y un sueño errante la golpea a traición. Incapaz de librarse de él, tendrá que desentrañarlo antes de seguir con su misión y, al hacerlo, quizá afloren recuerdos que preferiría haber dejado en la oscuridad.
No lo voy a negar, este libro es uno de esos que se hacen cortos, que cuando lo terminas te quedas con ganas de más. Esta sensación es buena y mala al mismo tiempo. A mí personalmente me gusta cerrar un libro y haberme quedado esa sensación de seguir leyendo, de seguir adentrándome más en ese universo, aunque también entiendo que haya gente a la que esto pueda resultarle molesto. Y es que El pasado es un cazador paciente es una obra de muy poca extensión. Podría decirse que más que una novela corta es un relato largo; de hecho, creo que para los Ignotus entraría en la categoría de relato. Además, para completar el texto, la obra incluye el relato corto -que se publicó previa y originariamente en esta misma web-.
Con respecto a la inclusión de Cazadora de sueños, yo, que admito que soy muy tiquismiquis para estas cosas, lo considero un acierto. Y es que este relato aporta algo más de información, cierra mejor la historia -aunque no tiene una relación 100% directa con el contenido de El pasado es un cazador paciente- y, de alguna manera, deja más satisfecho al lector. Porque la autora no hace precisamente infodumping; va al grano desde la primera página, dándole patadas en el culo al lector, poniéndole las pilas, obligándole a empezar cuando la acción ya lleva un buen rato comenzada, y haciéndole avanzar a empujones sin dar mayores explicaciones. A este inicio in media res, se le suma una escritura ágil, un ritmo de bala de cañón y un paisaje cuya función es estar siempre de fondo y no servir más que como escenografía; como un cielo estrellado cuyos luceros no se pueden alcanzar. Y ahí tenemos la receta que hace de esta novela corta un plato más que disfrutable.
Con respecto al paisaje, tengo que dedicarle unas cuantas líneas y párrafos aparte. Dado el formato reducido de El pasado es un cazador paciente y su ritmo avasallador, no hay tiempo para desarrollar el worldbuilding. Vamos, que la historia avanza como si este apenas existiera, como si hubiera sido improvisado sobre la marcha mientras los personajes interactúan entre sí. Y vaya si lo hay. De hecho, si la historia puede avanzar de la forma en que lo hace, es debido al trabajo de fondo que existe aunque, de nuevo lo digo, no podamos percibirlo claramente. Esto también contribuye a que nos quedemos con ganas de saber más una vez que el libro finaliza.
Y, claro, una historia donde los sueños tienen una función y un significado tan importantes, tenía que estar narrada de una forma imprecisa que potenciase este efecto onírico. No podía ser de otra manera. El pasado es un cazador paciente se percibe como un sueño, con partes borrosas que confunden lo real con el delirio. Es una bruma que está siempre ahí, acompañando a los personajes en todo lo que hacen.
El paisaje no cambió demasiado; de noche tenía un aura casi mágica, como si un pintor romántico hubiera decidido plasmar aquella decadencia, consciente de su irónica belleza. El cielo oscuro, con la tenue luz que iluminaba los contornos de la vegetación, todo envuelto en la calima. ¿Y si no me había despertado? En aquel momento, sentí que cualquier cosa podía ser verdad.
Para terminar de hablar de la sobresaliente escenografía, tenemos que traer a colación un último detalle; resulta que S. Maquilón también ha incluido denuncia social en forma de reclamación de la memoria histórica. Hay crítica a la desigualdad, no ya solo hoy en día entre quienes tienen recursos y quienes no tienen nada, sino a lo largo de la historia desde los tiempos de la misma Guerra Civil. Es una forma muy sutil y, a la vez poderosa, de dotar de realismo al conjunto. Toda esta mezcla de pocos detalles en la narración, ambiente onírico, worldbuilding complejo -latente, pero nada obvio-, y confusión de lo real y lo irreal con elementos reconocibles y otros no tanto, terminan de pergeñar esta fenomenal escenografía. Para mí, una de las cosas que consiguen que esta obra destaque de la manera que lo hace.
Cazando sueños y rompiendo barreras
No quería terminar esta reseña sin mencionar uno de los aspectos que más me han llamado la atención, aunque no debería. La protagonista de El pasado es un cazador paciente es una mujer en sus 40. Esto no debería ser reseñable, pero precisamente sirve para señalar lo raro que es encontrar a una mujer en un papel de protagonista de acción que no sea super joven ni que destaque por su físico o sex appeal. Bueno, en realidad no sabemos si destaca por alguna de esas cosas porque no lo menciona. ¿Debería? Pues eso.
Cuando llegamos al centro del pueblo ya casi había amanecido. Los primeros rayos de sol sacaron de las tinieblas el ocre que tapizaba las fachadas. Las cubiertas de teja se peleaban con las terrazas para arrojar sombras sobre los adoquines. Me dejé dirigir, ya fuera por la memoria enterrada o por Roberto, mientras escrutaba las calles con la cabeza gacha.
Y hasta aquí mi repaso a esta obra tan breve como interesante. Va rápido, empieza y acaba sin que des cuenta, y existe una pequeña posibilidad de que te pierdas. Pero si nada de eso te detiene, te la vas a leer de una sentada y vas a terminar pidiendo más. Haz la prueba.
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Foto: Fabrice Nerfin. Unsplash