LAURENCE ANYWAYS
Título Original: Laurence Anyways Director: Xavier Dolan-Tadros Guión: Xavier Dolan-Tadros Fotografía: Yves Bélanger Interpretes: Melvil Poupaud, Suzanne Clément, Nathalie Baye, Monia Chokri, Yves Jacques,Catherine Bégin, Sophie Faucher, Guylaine Tremblay, Patricia Tulasne, Mario Geoffrey Distribuidora: Avalon Fecha de Estreno: 21/06/2013
Laurence Anyways es la primera película del joven director Canadiense Xavier Dolan - Tadros que llega a nuestras salas y no es de extrañar que este, el tercer film del director, consiga atravesar las barreras de la dificultosa distribución española, puesto que se lo ha ganado a pulso. Mimado por los festivales de medio mundo, Dolan-Tadros ha conseguido hacerse un hueco entre lo más destacado en la nueva generación de directores. Si bien con Laurence Anyways ha conseguido imponerse de forma clara, cosechando elogios en multitud de festivales y el apoyo de la crítica y el público. Recordemos que el joven director sólo tiene 24, pero su incipiente carrera llena de éxitos lo abalan como uno de los directores del panorama internacional a tener en cuenta.
La estética de Dolan-Tadros hace su aparición en los primos minutos de la cinta, mostrándonos unos planos confusos donde vemos a Laurence caminar vestido con ropa de mujer mientras se introduce en una espesa bruma. En la siguiente escena vemos de nuevo a Laurence acompaño de un rótulo en el que se puede leer "10 años antes". Estamos en 1989. Laurence Anyways toma como punto de partida la relación entre Laurence Alia (Melvil Poupaud) y Fred Belair (Suzanne Clément), una relación aparentemente buena. Él es un profesor de literatura inglesa, un puesto estable y bien remunerado y ella trabaja en el mundo del cine. Nuestra pareja protagonista disfruta de unos momentos de innegable complicidad entre los dos. La narración es ágil, las elipsis están bien tratadas y el estilo de Tadros, aunque a veces resulta excesivo y algo pasado de rosca, consigue que, mediante planos cercanos a los actores, sin demasiada información de lo que los rodea, entremos de lleno en la película. Los arranques de risa entre conversaciones banales, los bailes en la discoteca, polvo en el callejón incluido, nos sitúan de manera excelente. Sin embargo, hay detalles, pequeños instantes de gran valor narrativo, que hacen que el espectador comience a sospechar que algo no va bien. Tadros es inteligente en este aspecto, cuida muy bien el avance narrativo en esta primera parte de la película. Laurence pronto se convence de que nada está bien y decide dar una giro total a su vida siendo el día de su cumpleaños el momento clave. Melvil Poupaud interpreta de manera excelente en estos primeros compases de la película a un hombre agonizando interiormente. La conversación entre Laurence y su mujer Fred, una vez hecho el anuncio, es un climax excelente como cierre a esta primera parte de la película. El rechazo familiar, la incertidumbre que, evidentemente, recorre su mente, los más que evidentes problemas laborales a los que se enfrentará y toda una serie de sentimientos afloran de manera directa. Sin duda, un arranque brutal, probablemente lo mejor de la película sea la primera hora de la película.
"Hagámoslo juntos" le dice Fred a Laurence por teléfono. El rechazo de la mayoría no alcanza los sentimientos de su mujer quien, pese al evidente y primario rechazo, pronto entenderá que ella debe estar junto a Laurence. La transformación física también transforma en cierto modo el carácter de Laurence. Su relación con el mundo ha cambiado, aunque le cueste asimilar la incomprensión de la gente que le rodea, él está convencido de que está en lo correcto y que ahora es la persona que siempre quiso ser. En los primeros momentos se muestra radical, convencido de su elección y determinado a seguir hacia adelante con su nueva vida, pero no tarda mucho en darse cuanta de que el mundo es más hostil de lo que imaginaba y que Fred probablemente sea una baja necesaria para llegar a ser quien quiere ser. El entusiasmo inicial se torna en amargura con el paso de los días. El esfuerzo inicial no parece dar sus frutos y la grieta cada vez se hace más grande. Escenas como la del bar o la de la cafetería rompen definitivamente el aparente, aunque frágil, equilibrio entre los dos. El director, de nuevo, juega de manera excelente mezclando influencias varias y las herramientas de las que dispone para provocar, no solo una ruptura emocional que será una constante en el resto de la película, sino que el espectador asiste a un cambio formal importante. Dolan-Tadros separa a los espectadores de los personajes, un distanciamiento que nos permite ver a los personajes en espacios abiertos, moviéndose en lugares desconocidos con personajes desconocidos. La película entra en una dinámica diferente, el manierismo de Dolan-Tadros se hace aquí más evidente. Las influencias se vuelven claras, quizá porque en el segundo tramo de la película decae. Los personajes se dispersan de manera clara y la estética barroca y saturada se vuelve la protagonista, a veces con más acierto, a veces con menos. Laurence ahora tiene otra vida, otras inquietudes, pero la sombra de lo que fue junto a Fred es alargada, tanto que apenas si puede hacer algo en su vida sin que ella esté presente. La distancia puede ser el remedio, pero un remedio paliativo, que apenas si puede curar la herida provocada por el fuerte sentimiento que aún los une.
Dolan- Tadros crea una excelente historia basada en la difícil vida de una mujer en el cuerpo de un hombre. Una historia que se nos presenta de manera clara, sin tabúes, ni medias tintas, nos muestra lo difícil que debe ser para un hombre encontrarse en esa situación. Nos presenta al hombre, a la mujer y a su entorno, haciendo hincapié a lo largo de toda la película de sus situación respecto a los demás. Al principio, parece que la película va a transcurrir por la senda del drama romántico, pero pronto se distancia un poco, pese a que el eje centrar basado en la relación de Laurence y Fred se mantiene claro, el director se centra mucho en la relación de Laurence con su familia y su entorno. El drama familiar también está presente, siendo una parte importante de la historia, pero sin llegar a profundizar demasiado. Digamos que la película podría haber sido muy diferente si la obsesión del director por contextualizar constantemente los sentimientos de Laurence para con el resto de personas no hubiera dejado de lado el complicado proceso de transformación de nuestro protagonista. No obstante, esta opinión no debe contar más que como un apunte, porque Tadros logra algo verdaderamente estimulante con esta película. El joven e impetuoso director, pese a sus excesos estilísticos y la cierta irregularidad que recorre la película, realiza una película con el suficiente carisma como para ser tenida en cuenta. La expresiva y saturada fotografía de Yves Bélanger, los toques oníricos y surrealistas y la estética pop hacen de ella un producto atractivo, repleto de buen cine y que nos demuestra la valía de este joven realizador.