Revista Cultura y Ocio

Le llaman inteligencia a la rutina

Por Revistaletralibre
Le llaman inteligencia a la rutina Le llaman inteligencia a la rutina

Por Antonio Costa Gómez

Ponen un aparato para regular la temperatura de un edificio o realizar mecánicamente ciertas operaciones. Y a eso le llaman “edificio inteligente”. Y el aparato mantiene la temperatura alta que le mandaron aunque haga de repente mucho frío. O la mantiene alta en julio aunque ese julio por sorpresa haga frío.

Ponen una alarma que suena si hay un ruido inusual. Y sigue sonando toda la mañana aunque no haya ninguna amenaza. Y nos revienta los oídos a todos. Ponen una máquina en las bibliotecas que suena si hay cierta imantación aunque nadie esté robando ningún libro.

Ponen una máquina a traducir un libro siguiendo unas reglas simples y rígidas. Sin tener en cuenta la atmósfera, el contexto, la estructura profunda de que hablaba Noam Chomsky. Y la máquina traduce idioteces. Y a eso le llaman inteligencia.

Ponen a un algoritmo a deducir idioteces según fórmulas matemáticas abstractas y simples. Y lo confunde todo y elimina las infinitas variaciones y sutilezas de la vida. Las infinitas personalidades irrepetibles e instantes irrepetibles que no caben en ningún algoritmo.

Y el algoritmo confunde a los negros con monos y a los limones con chinos. Y lo empobrece todo y lo simplifica todo. Y no se entera de nada. Porque las máquinas no se enteran de nada y no entienden nada. Y empobrecen y matan el mundo.

Por eso salen noticias de que infinidad de personas en la sombra mal pagadas tienen que controlar esas máquinas. Eso que llaman “inteligencia artificial”.

Pero qué demonios hacemos con las palabras. Las degradamos todas, las llenamos con cualquier significado Y ahora el lenguaje solo sirve para confundir.

Inteligencia viene de intelligere, leer entre líneas. Consiste en captar las cosas, en comprenderlas sin simplificarlas. Y para comprender la vida cambiante y sorprendente, llena de contradicciones y de matices, tiene que ser ella misma cambiante y con matices.

La inteligencia tiene que ser algo vivo, no puede estar muerta y nunca mecánica. Alguien dijo que la inteligencia es la capacidad de adaptarse en todo momento, de abrirse a todos los imponderables. Es algo vivo, coño. Nunca será una aplicación rutinaria y sorda de fórmulas y de programas muertos.

Pervertimos todas las palabras, le llamamos cualquier cosa a cualquier cosa. También llamamos comunismo al sistema chino donde hay supermillonarios y muertos de hambre. Y llamamos cristiana a la sociedad europea. Y el comisario del pueblo llama “camarada” al disidente al que está torturando. Y los estalinistas le llamaban a su dictadura “centralismo democrático”.

La inteligencia es la capacidad de captar el sentido de las cosas. Y en eso entran muchas facultades. La intuición, la sensibilidad, el dinamismo interior, la capacidad de adaptarse a lo diferente. Incluso la imaginación, la capacidad de ver imágenes. Nunca será simplemente hacer operaciones rutinarias con datos brutos.

La inteligencia es también captar la atmósfera, el espíritu de las cosas, que no está en los datos brutos. Por eso las “restauraciones” de los técnicos en arte son todas falsas, porque la atmósfera de otra época no se capta con datos y deducciones mecánicas. Si no estás vivo, no entenderás la vida.

Ortega hablaba de la razón vital. María Zambrano hablaba de la razón poética. Y la inteligencia de siempre es la inteligencia viva de los seres vivos. Que están vivos y por eso captan la vida. Y pillan el espíritu más allá de los datos brutos. Y descubren el interior, que nunca descubren las máquinas.

Y en eso entran tantas cosas. La capacidad de entender sin empobrecer, sin reducirlo todo a fórmulas. Pero el mundo se vuelve cada vez más estúpido. Nos empobrecemos con fórmulas vacías, con expresiones sin significado. Con tópicos embrutecidos.

Y envilecemos nuestro lenguaje. Y entonces solo sirve para confundirr. Y encubre las cosas en lugar de manifestarlas. Y ya no sirve para comunicarse sino para engañarse.

Y la gente con inercia mecánica lo traga todo. Y repite lo que le dice pasiva y mecánicamente. Y todos hablamos como loros. O peor, como programas de máquinas. Nos volveremos todos sordos y ciegos. Sin inteligencia, porque le llamamos inteligencia a meras o operaciones.

Te doy unos datos y unas reglas simples y rígidas. Y tu aplicas simplonamente esas reglas. Y haces con la vida entera lo que hacen los traductores automáticos con los textos: traducir idioteces que no entienden nada.

Y así nos empobrecemos sin fin. Y a eso le llamamos “inteligencia”. Repetir sin cesar las operaciones muertas que hace una máquina muerta. ¿Cómo puede ser artificial la inteligencia? ¿Cómo se puede fabricar la inteligencia? Igual que si fuera una salchicha o un abrelatas. ¿En esto acabaron milenios de filosofía y ansias de saber?

Nos volvemos todos catatónicos.


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