Revista Cultura y Ocio

Le quattro volte

Publicado el 16 abril 2011 por María Bertoni

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Especial. Cobertura BAFICI 2011
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Le quattro volte
De un viejo pastor calabrés a un cabrito recién nacido, a un árbol que se tala para la fiesta del pueblo, al carbón cuyo humo se cuela entre los árboles de un bosque (que el mismo pastor transitó con su rebaño). Éstas son las cuatro instancias que conforman el ciclo de la vida según Michelangelo Frammantino, y que además pintan a la Italia del sur profunda con una hermosa fotografía y con una rara combinación de sensibilidad y picardía.

Los personajes de Le cuattro volte rara vez hablan. Probablemente por eso -y porque el guión de Frammantino prescinde de las dosis obligadas de violencia, sexo, psicoanálisis, melodrama, autorreferencia- este largometraje corre serios riesgos de resultarles soberanamente aburrido a los espectadores habituados a (y deseosos de) una pantalla sobreestimulada.

La fotografía de Andrea Locatelli es el gran artífice de esta fábula con algunos puntos de contacto con Primavera, verano, otoño, invierno… y otra vez primavera de Kim Ki-duk. Las cámaras capturan no sólo la belleza del paisaje sino instantáneas de una existencia ajena a la vorágine urbana y tecnológica.

La mencionada picardía aflora, por ejemplo, cuando el director filma las intervenciones del perro del pastor en la procesión de Semana Santa. El amor por su lugar en el mundo, cuando le otorga protagonismo al árbol elegido para centro de atracción de una fiesta popular.

A mitad de camino entre el documental y la ficción, Le quattro volte les rinde homenaje a la vida y a la naturaleza. Tal vez sin proponérselo, también reivindica un tipo de cine que a veces parece en vías de extinción y que algunos espectadores dan por muerto (en más de un sentido).


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