[7/10] Para celebrar su aniversario de boda, el matrimonio Nick-Meg se va a París para recordar… los momentos vividos en Montmartre. Han pasado treinta años, y la fogosidad de aquel tiempo ha dejado paso a unos modos más desinhibidos en el trato, a un escenario con una nueva decoración en la que deben aprender a convivir. El fin de semana se les presenta como la ocasión para mirar atrás y afianzarse en su amor, o para pasar página y volver a intentarlo de otra manera. En “Le week-end”, Roger Michell busca rescatar todo el romanticismo de la capital francesa, pero sin renunciar al realismo británico y a las espinas de cualquier relación, para terminar afirmando, con ironía y fino humor, que el verdadero problema está en no saber vivir en armonía con la infelicidad.
Por momentos, parece que Nick y Meg no son sino el Jesse y Céline de “Antes del amanecer” que, pasados años, deciden dar su habitual paseo urbano para poner en orden sus vidas y sus proyectos. La película podría llamarse “Después del anochecer” si hacemos caso a algunas de las desavenencias y escenas de matrimonio que presenciamos, a sus insatisfacciones manifiestas y a sus amenazas de separación. Pero el clima que subyace es claramente entrañable y amistoso, y la complicidad entre Jim Broadbent y Lindsay Duncan tan sensible y delicada que cuesta pensar en una ruptura áspera y bronca. Por otro lado, ciertamente, sus diálogos no son igual de discursivos que los de Ethan Hawke y Julie Delpy ni pretenden hacer un diagnóstico sociológico de nuestro mundo, pero conforme avanza la historia se van cargando de peso existencial hasta culminar en una cena que es antológica, y más tarde en un baile que supera todas las expectativas.
Por otro lado, lo que podría ser un viaje por el París más tópico e turístico… se convierte en un recorrido agridulce por el alma de dos personas adultas que notan el peso de los años y la pérdida de la ilusión, que dudan de sí mismos y sienten que no encajan ni siquiera consigo mismos, que necesitan aprender a vivir en “armonía con la infelicidad”. Aunque, propiamente, no se trata de infelicidad sino de la insatisfacción de quienes no contemplan las limitaciones humanas, de quienes en su idealismo han dejado de pisar tierra firme para volar con la imaginación a un universo rosa donde se concedan alguna compensación. Pero la realidad de sus vidas es esa treintena de años y tantas ocasiones superadas de haber sido infieles, o esa voluntad de apoyarse en el otro porque no tienen a nadie más… y por eso merece la pena ese dispendio y ese pase de baile de fin de semana.
La puesta en escena es sencilla y sin complicación alguna, la planificación transparente y elegante, y el guión sabe moverse con inteligencia entre los asuntos ligeros y los de mayor enjundia, buscando en todo momento que sea la pareja protagonista el único -y suficiente- sostén para ese drama matrimonial, cosa que hacen de manera brillante. Al fin y al cabo, sus problemas conyugales deben dilucidarlos ellos solos… y conviene que se enfrenten con la cámara, para concluir que basta con ajustarse a la realidad, que el otoño de la vida puede convertirse en una primavera… si se aprende a convivir con la imperfección y se entiende que ahí está el amor. De esta manera, la película de Michell deja en el espectador una huella de realidad alejada tanto del falso glamour hollywoodiense como del fatalismo nihilista europeo.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “Le week-end”, película distribuida en España por A Contracorriente Films © 2013 Film4, Free Range Films y Le Bureau. Fotos por Nicola Dove. Todos los derechos reservados.
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Publicado el 11 diciembre, 2013 | Categoría: 7/10, Año 2013, Comedia, Críticas, Drama, Gran Bretaña
Etiquetas: Ethan Hawke, Jim Broadbent, Julie Delpy, Le week-end, Lindsay Duncan, matrimonio. amor, Roger Michell